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Armando H. Toledo La Antigüedad del Futuro Capítulo 17 _____________________________________________ El significado profético de la exploración de Marte Hacia el mes de julio de 1976, la comunidad astronómica internacional esperaba las primeras fotografías que de Marte serían tomadas y enviadas de regreso a la Tierra por la sonda espacial Vikingo I. Lo que nadie podía imaginar era la información gráfica que tales fotografías traían. Lo que allí aparecía era demasiado inquietante y desestabilizador. Eran imágenes procedentes de la región conocida como Sidonia Mensae, a unos 40 grados al norte del ecuador marciano. Una toma en particular, con código de identificación 35A72 (es decir, la foto 35 de la nave A, la Vikingo I, durante su órbita número 72), mostraba nada menos que un vasto conjunto de cuerpos de apariencia artificial entre los que se destacaba una formación rocosa semejante a un rostro humano completo, con ojos, nariz, boca y línea del cabello. La estructura, que parece mirar al cielo infinito mide, en diagonal, alrededor de un kilómetro y medio. Se acababa de inaugurar la era del misterio marciano... Las pirámides de nuestro vecino rojo En 1979, Vincent DiPietro, un ingeniero eléctrico especializado en procesamiento de imágenes (que para entonces trabajaba para la NASA), y su amigo Gregory Molenaar, (técnico en computadoras, también bajo contrato por la NASA), se sorprendieron de estas imágenes y pensaron si, quizás, aumentando la resolución de las mismas, podrían determinar si efectivamente se trataba de un rostro de hechura artificial o solo un fenómeno orográfico que daba la apariencia de uno. Debido a que los recursos técnicos con los que contaban para entonces no les permitió detallar más la imagen, ellos mismos tuvieron que desarrollar un programa de computadora especial que les permitió delinear todos los píxeles hasta lograr mejorar el contraste de otra toma, la 70A13. Allí, cerca de donde volvía a aparecer la misma estructura en forma de cara pero desde un ángulo diferente, aparecía una línea de cerros en forma de pirámides entre los cuales destacaba uno: un objeto con la forma de una pirámide de cinco lados. Sus lados estaban dispuestos en ángulos de 30 grados, a unas 10 millas al sur del ‘rostro’ (curiosamente 1/360 del diámetro polar marciano), con una altura aproximada de 800 metros y un diámetro de casi tres kilómetros. Esta estructura llegaría a ser conocida como la pirámide D&M, dados los nombres de los dos investigadores. DiPietro y Molenaar llegaron a creer que 100

Armando H. Toledo La Antigüedad del Futuro esas dos estructuras, tan cercanas la una a la otra, no eran el fruto de la erosión o trucos de cámara, sino que eran estructuras artificiales, presumiblemente erigidas por alguna antiquísima civilización marciana. El principal promotor de los descubrimientos de DiPietro y Molenaar fue el escritor científico Richard C. Hoagland, quien se involucró en el debate marciano en 1983. Desde entonces, Hoagland (con intachables credenciales científicas) se ha convertido en el principal abogado de la presencia de estructuras artificiales en el Planeta Rojo y principal fuente de información en torno al ‘Rostro’ y demás estructuras. ¿Qué hubo en Marte? Si las estructuras marcianas son verdaderamente artificiales, la pregunta forzosa es ¿quién las construyó? Picknett y Prince 136 piensan que, al parecer, solo existen tres posibles respuestas: 1. Fueron construidas, efectivamente, por alguna antigua civilización marciana, barrida quizás por alguna catástrofe natural, como la producida por el choque de un cometa o de un meteoro. 137 2. Son el producto de una civilización extraterrestre proveniente de algún otro punto del universo, que incluso habría visitado la Tierra. 138 3. Son la obra de una civilización avanzada que se originó aquí en la Tierra y llegó a viajar a Marte. Hoagland está firmemente convencido de que los monumentos de Sidonia fueron construidos por una civilización ajena a nuestro Sistema Solar, que también visitó la Tierra en el pasado más remoto, y ha calculado que la edad del ‘Rostro’ es de mucho más de medio millón de años. 139 Las teorías de Hoagland tienen una implicación más. Él cree que estas estructuras no solo pueden ser atribuidas a seres venidos de más allá del Sistema Solar sino que tales entidades habrían creado a la misma raza humana ―idea que, por más inverosímil que pudiera parecer, está ganando millones de adeptos rápidamente en todo el mundo. Sus cada vez más puntuales acusaciones a la NASA van en el sentido de que ese organismo paraestatal forma parte de una conspiración que impide que la verdad acerca de Sidonia llegue al gran público. Por ejemplo, ha tomado el liderazgo en la promoción de la teoría de que la sonda Mars Observer, declarada oficialmente perdida desde 1993, ha continuado mandando datos a la Tierra secretamente... 136 PICKNETT, Lynn y Clive Prince (1999): The Stargate Conspiracy: The Truth About Extraterrestrial Life and the Mysteries of Ancient Egypt. [Berkeley Books: New York] 137 HANCOCK, Graham, Robert Bauval y John Grigsby. (1998): The Mars Mystery: A Tale of the End of Two Worlds. [Michael Joseph: London] 138 Ver SITCHIN (1978), Op. Cit., ALFORD, Alan, F. (1996): Gods of the ew Mellennium: Scientific Proff of Flesh and Blood Gods. [Eridu Books: Walsall], y DÄNIKEN, Erich von (1999): Chariots of the Gods. [Berkley Publishing Group: New York]. Esta escuela de pensamiento, a la que algunos han dado en llamar “Paleocontactología”, interpreta los mitos del mundo antiguo como memorias romantizadas de encuentros con seres extraterrestres y su tecnología. Los ‘dioses’ no son otra cosa que entidades biológicas que desarrollaron una civilización avanzada de viajes interplanetarios. También intenta explicar las anomalías de la tecnología antigua (tales como las pirámides) como el resultado de tales contactos. 139 HOAGLAND, Richard (1996): The Monuments of Mars: A City on the Edge of Forever. [Frog, LTD: Berkeley] 101

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Capítulo 17<br />

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El significado profético<br />

de la exploración de Marte<br />

Hacia el mes de julio de 1976, la comunidad astronómica internacional esperaba las<br />

primeras fotografías que de Marte serían tomadas y enviadas de regreso a la Tierra por la sonda<br />

espacial Vikingo I. Lo que nadie podía imaginar era la información gráfica que tales fotografías<br />

traían. Lo que allí aparecía era demasiado inquietante y desestabilizador. Eran imágenes<br />

procedentes de la región conocida como Sidonia Mensae, a unos 40 grados al norte del ecuador<br />

marciano. Una toma en particular, con código de identificación 35A72 (es decir, la foto 35 de la<br />

nave A, la Vikingo I, durante su órbita número 72), mostraba nada menos que un vasto conjunto<br />

de cuerpos de apariencia artificial entre los que se destacaba una formación rocosa semejante a<br />

un rostro humano completo, con ojos, nariz, boca y línea del cabello. La estructura, que parece<br />

mirar al cielo infinito mide, en diagonal, alrededor de un kilómetro y medio. Se acababa de<br />

inaugurar la era del misterio marciano...<br />

Las pirámides de nuestro vecino rojo<br />

En 1979, Vincent DiPietro, un ingeniero eléctrico especializado en procesamiento de<br />

imágenes (que para entonces trabajaba para la NASA), y su amigo Gregory Molenaar, (técnico<br />

en computadoras, también bajo contrato por la NASA), se sorprendieron de estas imágenes y<br />

pensaron si, quizás, aumentando la resolución de las mismas, podrían determinar si<br />

efectivamente se trataba de un rostro de hechura artificial o solo un fenómeno orográfico que<br />

daba la apariencia de uno. Debido a que los recursos técnicos con los que contaban para<br />

entonces no les permitió detallar más la imagen, ellos mismos tuvieron que desarrollar un<br />

programa de computadora especial que les permitió delinear todos los píxeles hasta lograr<br />

mejorar el contraste de otra toma, la 70A13. Allí, cerca de donde volvía a aparecer la misma<br />

estructura en forma de cara pero desde un ángulo diferente, aparecía una línea de cerros en<br />

forma de pirámides entre los cuales destacaba uno: un objeto con la forma de una pirámide de<br />

cinco lados.<br />

Sus lados estaban dispuestos en ángulos de 30 grados, a unas 10 millas al sur del ‘rostro’<br />

(curiosamente 1/360 del diámetro polar marciano), con una altura aproximada de 800 metros y<br />

un diámetro de casi tres kilómetros. Esta estructura llegaría a ser conocida como la pirámide<br />

D&M, dados los nombres de los dos investigadores. DiPietro y Molenaar llegaron a creer que<br />

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