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la historia de patriarcas y profetas

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EL DILUVIO 95<br />

diseminados. Los altares don<strong>de</strong> habían ofrecido sacrificios<br />

humanos fueron <strong>de</strong>struidos, y los adoradores temb<strong>la</strong>ron<br />

ante el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Dios viviente, y comprendieron que había<br />

sido su corrupción e ido<strong>la</strong>tría lo que había provocado su<br />

<strong>de</strong>strucción.<br />

A medida que <strong>la</strong> violencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> tempestad aumentaba,<br />

árboles, edificios, rocas y tierra eran <strong>la</strong>nzados en todas<br />

direcciones. El terror <strong>de</strong> los hombres y los animales era<br />

in<strong>de</strong>scriptible. Por encima <strong>de</strong>l rugido <strong>de</strong> <strong>la</strong> tempestad<br />

podían escucharse [88] los <strong>la</strong>mentos <strong>de</strong> un pueblo que<br />

había <strong>de</strong>spreciado <strong>la</strong> autoridad <strong>de</strong> Dios. El mismo<br />

Satanás, obligado a permanecer en medio <strong>de</strong> los revueltos<br />

elementos, temió por su propia existencia. Se había<br />

<strong>de</strong>leitado en dominar tan po<strong>de</strong>rosa raza, y <strong>de</strong>seaba que los<br />

hombres viviesen para que siguieran practicando sus<br />

abominaciones y rebelándose contra el Rey <strong>de</strong>l cielo.<br />

Ahora <strong>la</strong>nzaba maldiciones contra Dios, culpándolo <strong>de</strong><br />

injusticia y <strong>de</strong> crueldad. Muchos, como Satanás,<br />

b<strong>la</strong>sfemaban contra Dios, y si hubiesen podido, le habrían<br />

arrojado <strong>de</strong>l trono <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r. Otros, locos <strong>de</strong> terror,<br />

extendían <strong>la</strong>s manos hacia el arca, implorando que les<br />

permitieran entrar. Pero sus súplicas fueron vanas. Su<br />

conciencia <strong>de</strong>spertó, por fin, y se convencieron <strong>de</strong> que hay<br />

en los cielos un Dios que lo gobierna todo. Le invocaron<br />

con fervor, pero los oídos <strong>de</strong>l Creador no escuchaban sus<br />

súplicas.<br />

En aquel<strong>la</strong> terrible hora vieron que <strong>la</strong> transgresión <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

ley <strong>de</strong> Dios había ocasionado su ruina. Pero, si bien por<br />

temor al castigo reconocían su pecado, no sentían<br />

verda<strong>de</strong>ro arrepentimiento ni verda<strong>de</strong>ra repugnancia hacia<br />

el mal. Habrían vuelto a su <strong>de</strong>safío contra el cielo, si se les<br />

hubiese librado <strong>de</strong>l castigo. Así también cuando los juicios<br />

<strong>de</strong> Dios caigan sobre <strong>la</strong> tierra antes <strong>de</strong>l diluvio <strong>de</strong> fuego,<br />

los impíos sabrán exactamente en qué consiste su pecado:

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