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la historia de patriarcas y profetas

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LA MAGNANIMIDAD DE DAVID 825<br />

obrando eficazmente, pue<strong>de</strong> mucho." (Sant. 5: 16.) El<br />

pueblo creyó ahora que Dios le abandonaba. El rey no le<br />

parecía sino un poco menos que un loco. La justicia se<br />

había pervertido, y el or<strong>de</strong>n se había trocado en confusión.<br />

Dios l<strong>la</strong>mó al <strong>de</strong>scanso a su anciano siervo<br />

precisamente cuando <strong>la</strong> nación estaba agobiada por<br />

luchas internas, y parecía más necesario que nunca el<br />

consejo sereno y piadoso <strong>de</strong> Samuel. El pueblo se hacía<br />

amargas reflexiones cuando miraba el silencioso sepulcro<br />

<strong>de</strong>l profeta y recordaba cuán insensato había sido al<br />

rechazarle como gobernante; porque había estado tan<br />

estrechamente re<strong>la</strong>cionado con el Cielo, que parecía<br />

vincu<strong>la</strong>r a todo Israel ante el trono <strong>de</strong> Jehová. Samuel era<br />

quien les había enseñado a amar y obe<strong>de</strong>cer a Dios; pero<br />

ahora que había muerto, el pueblo se veía abandonado a<br />

<strong>la</strong> merced <strong>de</strong> un rey unido a Satanás, que iba separándolo<br />

<strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong>l cielo.<br />

David no pudo asistir al entierro <strong>de</strong> Samuel; pero lloró<br />

por [721] él tan profunda y tiernamente como un hijo fiel<br />

hubiera llorado por un padre amante. Sabía que <strong>la</strong> muerte<br />

<strong>de</strong> Samuel había roto otra ligadura que refrenaba <strong>la</strong>s<br />

acciones <strong>de</strong> Saúl, y se sintió menos seguro que cuando el<br />

profeta vivía. Mientras Saúl <strong>de</strong>dicaba su atención a<br />

<strong>la</strong>mentar <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> Samuel, David aprovechó <strong>la</strong> ocasión<br />

para buscar un sitio más seguro, y huyó al <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong><br />

Parán. Allí fue don<strong>de</strong> compuso el salmo 120 y el salmo<br />

121. En ese <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>so<strong>la</strong>do, sabiendo que el profeta<br />

estaba muerto y que el rey era su enemigo, cantó así:<br />

"Mi socorro viene <strong>de</strong> Jehová, Que hizo los cielos y <strong>la</strong><br />

tierra. No dará tu pie al resba<strong>la</strong><strong>de</strong>ro; Ni se dormirá el que te<br />

guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que<br />

guarda a Israel. Jehová es tu guardador: Jehová es tu<br />

sombra a tu mano <strong>de</strong>recha. El sol no te fatigará <strong>de</strong> día, Ni

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