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la historia de patriarcas y profetas

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822 PATRIARCAS Y PROFETAS<br />

vieron esto, le instaron a que diera muerte a Saúl.<br />

Interpretaban ellos el hecho <strong>de</strong> que el rey estaba ahora en<br />

su po<strong>de</strong>r, como una evi<strong>de</strong>ncia segura <strong>de</strong> que Dios mismo<br />

había entregado al enemigo [718] en sus manos, para que<br />

lo mataran. David estuvo tentado a mirar así el asunto;<br />

pero <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> <strong>la</strong> conciencia le habló, diciéndole: No toques<br />

al ungido <strong>de</strong> Jehová.<br />

Los hombres <strong>de</strong> David aun no querían <strong>de</strong>jar a Saúl irse<br />

en paz, y le recordaron a su jefe <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> Dios: "He<br />

aquí que entrego tu enemigo en tus manos, y harás con él<br />

como te pareciera. Y levantase David, y cal<strong>la</strong>damente cortó<br />

<strong>la</strong> oril<strong>la</strong> <strong>de</strong>l manto <strong>de</strong> Saúl." Pero su conciencia le remordió<br />

<strong>de</strong>spués, porque había dañado el manto <strong>de</strong>l rey.<br />

Saúl se levantó y salió <strong>de</strong> <strong>la</strong> cueva para continuar su<br />

búsqueda, cuando sus oídos sorprendidos oyeron una voz<br />

que le <strong>de</strong>cía: "¡Mi Señor, el rey!" Se volvió para ver quién<br />

se dirigía a él, y he aquí que era el hijo <strong>de</strong> Isaí, el hombre a<br />

quien por tanto tiempo había <strong>de</strong>seado tener en su po<strong>de</strong>r<br />

para matarlo. David se postró ante el rey, reconociéndole<br />

como su señor. Dirigió luego estas pa<strong>la</strong>bras a Saúl: "¿Por<br />

qué oyes <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> los que dicen: Mira que David<br />

procura tu mal? He aquí han visto hoy tus ojos como<br />

Jehová te ha puesto hoy en mis manos en <strong>la</strong> cueva: y<br />

dijeron que te matase, mas te perdoné, porque dije: No<br />

exten<strong>de</strong>ré mi mano contra mi señor, porque ungido es <strong>de</strong><br />

Jehová. Y mira, padre mío, mira aún <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> <strong>de</strong> tu manto<br />

en mi mano: porque yo corté <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> <strong>de</strong> tu manto, y no te<br />

maté. Conoce pues, y ve que no hay mal ni traición en mi<br />

mano, ni he pecado contra ti; con todo, tú andas a caza <strong>de</strong><br />

mi vida para quitárme<strong>la</strong>."<br />

Cuando Saúl oyó <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> David, se humilló, y no<br />

pudo menos <strong>de</strong> admitir su veracidad. Sus sentimientos se<br />

conmovieron profundamente al darse cuenta <strong>de</strong> cuán

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