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la historia de patriarcas y profetas

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LA PASCUA 319<br />

única esperanza <strong>de</strong> salvación. Dice el apóstol: "Nuestra<br />

pascua, que es Cristo, fue sacrificada por nosotros." (1<br />

Cor. 5: 7) No bastaba que el cor<strong>de</strong>ro pascual fuese<br />

muerto; había que rociar con su sangre los postes <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

puertas, como los méritos <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong> Cristo <strong>de</strong>ben aplicarse<br />

al alma. Debemos creer, no sólo que él murió por el<br />

mundo, sino que murió por cada uno individualmente.<br />

Debemos apropiarnos <strong>la</strong> virtud <strong>de</strong>l sacrificio expiatorio.<br />

El hisopo usado para rociar <strong>la</strong> sangre era un símbolo <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> purificación. Era empleado para <strong>la</strong> limpieza <strong>de</strong>l leproso<br />

y <strong>de</strong> quienes estaban inmundos por su contacto con los<br />

muertos. [282] Se ve su significado también en <strong>la</strong> oración<br />

<strong>de</strong>l salmista: "Purifícame con hisopo, y seré limpio: lávame,<br />

y seré emb<strong>la</strong>nquecido más que <strong>la</strong> nieve." (Sal. 51: 7)<br />

El cor<strong>de</strong>ro había <strong>de</strong> prepararse entero, sin quebrar<br />

ninguno <strong>de</strong> sus huesos. De igual manera, ni un solo hueso<br />

había <strong>de</strong> quebrarse <strong>de</strong>l Cor<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Dios, que iba a morir<br />

por nosotros. (Éxo. 12: 46; Juan I9: 36.) En esa forma<br />

también se representaba <strong>la</strong> plenitud <strong>de</strong>l sacrificio <strong>de</strong> Cristo.<br />

La carne <strong>de</strong>bía comerse. Para alcanzar el perdón <strong>de</strong><br />

nuestro pecado, no basta que creamos en Cristo; por<br />

medio <strong>de</strong> su Pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong>bemos recibir por fe<br />

constantemente su fuerza y su alimento espiritual. Cristo<br />

dijo: "Si no comiereis <strong>la</strong> carne <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong>l hombre, y<br />

bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que<br />

come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna." Y para<br />

explicar lo que quería <strong>de</strong>cir, agregó: "Las pa<strong>la</strong>bras que yo<br />

os he hab<strong>la</strong>do, son espíritu, y son vida." (Juan 6: 53, 54,<br />

63.)<br />

Jesús aceptó <strong>la</strong> ley <strong>de</strong> su Padre, cuyos principios puso<br />

en práctica en su vida, manifestó su espíritu, y <strong>de</strong>mostró su<br />

po<strong>de</strong>r benéfico en el corazón <strong>de</strong>l hombre. Dice Juan:

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