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Anècdotes de viatges - Estela

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ESTAMBUL per Jorge García Martín<br />

Corría una tenue y fresca brisa en la capital otomana a<br />

eso <strong>de</strong> las nueve <strong>de</strong> la noche. La ciudad estaba<br />

perdida entres cantos <strong>de</strong> muecines que se<br />

intercalaban al girar cada esquina. íbamos ocho<br />

españoles disfrutando <strong>de</strong> nuestro extravio por esas<br />

calles que aún guardan las voces y anhelos <strong>de</strong> tan<br />

diversas miradas. L1egamos casi por casualidad a un<br />

restaurante en el que podias comer en el suelo entre cojines y oyendo<br />

música tradicional turca en vivo. En seguida congeniamos con el joven<br />

relaciones públicas <strong>de</strong>l local, un aspirante a futbolista <strong>de</strong>l Real Madrid<br />

lIamado Muhittin. Tras varios chapurreos en inglés nos dijo que<br />

volviéramos mas tar<strong>de</strong> que él nos invitaria a cenar. Transcurridas casi dos<br />

horas nos presentamos <strong>de</strong> nuevo allí, en pleno barrio <strong>de</strong> Cemberlitas. Cúal<br />

fue nuestra sorpresa al ver que ya estaban cerrando. Muhittin salió al paso<br />

y nos indicó que le esperaramos al otro lado <strong>de</strong> la calle en una callejón<br />

oscuro por el que se accedia a un local en el que se podia <strong>de</strong>gustar nargile.<br />

Con el estómago rugiendo acogimos las profusas bocanadas <strong>de</strong> humo con<br />

sabor a manzana. Ya casi exhaustos <strong>de</strong> hambre y <strong>de</strong> cada vez mas tensa<br />

espera, Muhittin apareció en el umbra!. Volvimos al lugar y alucinamos al<br />

ver que teniamos todo el restaurante para nosotros solos.<br />

Subimos al piso <strong>de</strong> arriba don<strong>de</strong> estaba la cocina, un salón enorme y<br />

circular adornado con tapices, alfombras y cojines lIenos <strong>de</strong> motivos<br />

geométricos por todas partes. Acto seguido, Muhittin empezó a cocinar<br />

nuestra cena a base <strong>de</strong> todo tipo <strong>de</strong> cames, todas elias guisadas <strong>de</strong> forma<br />

distinta mientras nosotros andabamos disfrazandonos con ropajes<br />

sacados <strong>de</strong> las mil y una noches. Con esta guisa, pasamos una velada<br />

inolvidable conociendo el alma profundamente hospitalaria y cercana <strong>de</strong>l<br />

pueblo turco, <strong>de</strong>gustando esa comida picantona y solazandonos con ese<br />

violín y esa darbuka que sólo ellos saben hacer hablar.<br />

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