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24.04.2013 Views

gio con exclusión de las demás (1). Podemos aplicar esta perspectiva a la subordinación de muchas mujeres al poder de sus esposos en el ámbito familiar. (El espacio familiar o privado es un ámbito difícil de modificar a través de leyes y normativas). En cuanto al mercado laboral, podemos comprobar que se mantiene segregado. Los empleos que desempeñan las mujeres son muy a menudo poco cualificados, mal pagados y con importantes grados de precariedad. (Las desigualdades salariales entre hombres y mujeres se mantienen en la mayoría de los países europeos; también, la tasa femenina de paro es superior a la masculina). Finalmente, por lo que hace referencia al ámbito de la política, el número de mujeres en los distintos niveles de gestión y representación, es muy inferior al de hombres. Todos estos aspectos se traducen en que, todavía, muy pocas mujeres tienen acceso a la toma de decisiones y a espacios de libertad, eso es, al poder. 2. Los estados de bienestar europeos y la ciudadanía Los estados del bienestar o estados asistenciales, como bien se ha analizado en otros lugares, son la forma de organización social de las sociedades liberales y de capitalismo avanzado que se configuraron y generalizaron, básicamente en Europa, después de la segunda guerra mundial. La aparición de los Estados del Bienestar fue fruto de una fórmula reformista, según la cual se podían conseguir los objetivos de una sociedad justa por medio de un intervencionismo en el marco de un capitalismo en evolución. Los programas de los estados del bienestar permitían el ciclo de vida de un prototipo de trabajador masculino, cabeza de familia, a través de las compensaciones y garantías para sustentar la reproducción de la familia nuclear. Así, se inició en aquel momento una nueva etapa del capitalismo y de la democracia liberal en la que las naciones-estado tomaban un doble y obligatorio compromiso: garantizar, de un lado los derechos sociales (a través de la familia) y las demandas de los ciudadanos y, del otro, un sostenido y continuado crecimiento económico. Para ello, el sector público ha venido jugando un papel fundamental en dos aspectos: (a) como regulador de las fuerzas económicas y (b) como prestador de importantes servicios a la población. En los estados del bienestar el reconocimiento de unas necesidades sociales se considera hoy un derecho social que fundamenta el concepto mismo de ciudadanía. Los derechos que hacen refe- (1) Aspecto denominado como “cierre social” y estudiado por distintos sociólogos tales como K.Marx, M.Weber, V.Pareto o J.Schumpeter. Ver más en profundidad en Salvador Giner “Clase, poder y privilegio en la sociedad corpora- tiva”, capítulo 3 de Ensayos civiles. Barcelona: Península, 1987. 80

encia al individuo se han ido transformando de forma continua desde el siglo XVIII, como señaló Tomas Marshall (2). La ciudadanía ha sido, y es, un proceso constante. Como tal se va redefiniendo y adquiere sentidos distintos en el contexto histórico de las desigualdades. La nueva ciudadanía del siglo XX requiere incluir los derechos sociales a los derechos civiles y políticos anteriormente reconocidos. El ciudadano no sólo tiene el derecho a ser considerado individuo libre e igual, llamado a participar en la vida política de su país, sino que además tiene el derecho a tener cubiertas sus necesidades en el campo de la sanidad, de la educación, de la vivienda y su bienestar en general. El estado, el estado del bienestar, es el garante y el responsable de esta cobertura al ciudadano, un sujeto con derechos de ciudadanía. Los estudios más rigurosos sobre los estados del bienestar se han centrado en su papel protector hacia ese ciudadano titular de derechos legalmente reconocidos. Las aportaciones más recientes, entre las que debemos destacar la de Gösta Esping-Andersen (3), han contribuido de manera importante a la comprensión de las diferencias entre estados del bienestar a partir de la formulación de un esquema sistemático para un análisis comparativo. Aunque estas investigaciones han producido muy significativas aportaciones, no han sido satisfactoriamente informativas con respecto a las consecuencias que tienen las diversas organizaciones de la vida social para hombres y mujeres. En la inmensa mayoría de los esquemas analíticos sobre el estado del bienestar, la variable género ha estado ausente. Si bien los conceptos empleados son explícitamente neutrales, las categorías utilizadas tales como trabajador, relaciones mercado-estado, ciudadanía, desmercantilización, están basadas en un estándar de vida masculino. En general, la unidad de análisis en la principal literatura no ha sido la individual sino la de las colectividades —ya sean clases, grupos ocupacionales, generaciones o familias—. En cambio, para entender la posición de la mujer, es crucial partir de la persona y reflexionar sobre el concepto de ciudadanía social, tal como nos ha señalado el feminismo. El feminismo como pensamiento y práctica plural engloba percepciones diferentes, distintas elaboraciones intelectuales y diversas propuestas de actuación, pero que se derivan, en todos los casos, de un mismo hecho: el papel subordinado de las mujeres en la sociedad. En los últimos años las distintas perspectivas (básicamente la liberal, la radical y la socialista) han evolucionado y han sufrido un proceso de convergencia, permitiendo la posibilidad de repensar, hoy, la política con inclusión de los aspectos que hacen referencia a la familia, la producción y la reproducción y las interrelaciones que se establecen entre estos distintos niveles. Un buen ejemplo de esa confluencia son los debates y reflexiones en torno a la mujer como ciudadana. La noción de ciudadanía social es importante en los estados del bienestar, y la crítica al disfrute de los derechos —civiles, sociales y políticos— que de ella se desprende, es central para entender las desigualda- (2) Marshall, T.H. (1950) Citizenship and Social Class. Cambridge: Cambridge University Press. (3) Esping-Andersen, G. (1990) The Three Worlds of Welfare Capitalism. Cambridge: Polity Press [traducción en cas- tellano: Los tres mundos del Estado del Bienestar. Valencia: Ed. Alfons el Magnànim, 1993). 81

gio con exclusión de las demás (1). Podemos aplicar esta perspectiva a la subordinación de muchas<br />

mujeres al poder de sus esposos en el ámbito familiar. (El espacio familiar o privado es un<br />

ámbito difícil de modificar a través de leyes y normativas). En cuanto al mercado laboral, podemos<br />

comprobar que se mantiene segregado. Los empleos que desempeñan las mujeres son muy a<br />

menudo poco cualificados, mal pagados y con importantes grados de precariedad. (Las desigualdades<br />

salariales entre hombres y mujeres se mantienen en la mayoría de los países europeos; también,<br />

la tasa femenina de paro es superior a la masculina). Finalmente, por lo que hace referencia<br />

al ámbito de la política, el número de mujeres en los distintos niveles de gestión y representación,<br />

es muy inferior al de hombres. Todos estos aspectos se traducen en que, todavía, muy pocas mujeres<br />

tienen acceso a la toma de decisiones y a espacios de libertad, eso es, al poder.<br />

2. Los estados de<br />

bienestar europeos<br />

y la ciudadanía<br />

Los estados del bienestar o estados asistenciales, como bien se ha analizado en otros lugares, son<br />

la forma de organización social de las sociedades liberales y de capitalismo avanzado que se<br />

configuraron y generalizaron, básicamente en Europa, después de la segunda guerra mundial. La<br />

aparición de los Estados del Bienestar fue fruto de una fórmula reformista, según la cual se podían<br />

conseguir los objetivos de una sociedad justa por medio de un intervencionismo en el marco de un<br />

capitalismo en evolución. Los programas de los estados del bienestar permitían el ciclo de vida de<br />

un prototipo de trabajador masculino, cabeza de familia, a través de las compensaciones y garantías<br />

para sustentar la reproducción de la familia nuclear. Así, se inició en aquel momento una<br />

nueva etapa del capitalismo y de la democracia liberal en la que las naciones-estado tomaban un<br />

doble y obligatorio compromiso: garantizar, de un lado los derechos sociales (a través de la familia)<br />

y las demandas de los ciudadanos y, del otro, un sostenido y continuado crecimiento económico.<br />

Para ello, el sector público ha venido jugando un papel fundamental en dos aspectos: (a)<br />

como regulador de las fuerzas económicas y (b) como prestador de importantes servicios a la población.<br />

En los estados del bienestar el reconocimiento de unas necesidades sociales se considera hoy un<br />

derecho social que fundamenta el concepto mismo de ciudadanía. Los derechos que hacen refe-<br />

(1) Aspecto denominado como “cierre social” y estudiado por distintos sociólogos tales como K.Marx, M.Weber,<br />

V.Pareto o J.Schumpeter. Ver más en profundidad en Salvador Giner “Clase, poder y privilegio en la sociedad corpora-<br />

tiva”, capítulo 3 de Ensayos civiles. Barcelona: Península, 1987.<br />

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