Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde
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La investigación muestra que la mayor riqueza de la provincia de Módena se explica con el mayor<br />
volumen de trabajo retribuido realizado por las mujeres. De hecho, los sueldos (de hombres y<br />
mujeres) son iguales a los del resto de Italia. Sin embargo, si observamos la distribución de la renta<br />
desglosada por género, en la tabla 4 vemos que las diferencias son muy altas y, sobre todo, que<br />
las rentas de las mujeres no permiten pagar el alquiler ya que su media recae en el primer cuartil<br />
que, como muestra la tabla 5, presenta una relación alquiler/renta igual al 61%. Convencionalmente<br />
se considera una situación de pobreza respecto al alquiler cuando esta relación supera<br />
el 30%. Esta pobreza de alquiler es dramática para las mujeres mayores.<br />
Si utilizáramos el enfoque de las capacidades para definir la capacidad de acceder a una vivienda<br />
adecuada y segura, valorándola en un espacio multidimensional, y verificar las diferencias de<br />
género a este respecto, descubriríamos no sólo que las mujeres tienen más dificultades para acceder<br />
a una vivienda por no poder pagar el alquiler, sino que el hogar no es un lugar igualmente seguro<br />
para hombres y mujeres. De hecho, en el hogar las mujeres están expuestas al riesgo de sufrir<br />
accidentes y violencia contra su persona. Con respecto a los accidentes domésticos, en Italia se<br />
alcanza la cifra de 8.000 personas muertas al año de las que el 70% son mujeres y, por lo que<br />
concierne a la violencia, las estadísticas sobre criminalidad muestran un aumento de la tasa de homicidios<br />
domésticos en los que las víctimas son, en gran medida, mujeres. Como se puede observar,<br />
para las mujeres la posibilidad de vivir en un lugar adecuado y seguro puede convertirse en<br />
un funcionamiento de grado muy inferior con respecto a los hombres, mientras tal vez ocupe un lugar<br />
más alto en el listado de los funcionamientos que hay que valorizar en el espacio del bienestar<br />
individual, ya que ofrece un espacio de libertad y seguridad, esenciales sobre todo para las<br />
mujeres que, si no, tienen que intercambiar la convivencia por un trabajo añadido y un mayor control<br />
de su cuerpo y tiempo.<br />
Las altas tasas que indican la cuota de población femenina que presenta su oferta en el mercado<br />
laboral no tienen en cuenta algunos aspectos fundamentales de las condiciones de vida de las mujeres<br />
y de los hombres. Tampoco recogen algunos aspectos fundamentales del mercado de trabajo.<br />
Una vez más, la visión y el análisis de los economistas clásicos, con su claridad respecto al sistema<br />
capitalista, nos permite ver algo más. En primer lugar, la inseguridad endémica en el acceso<br />
a los bienes necesarios para la sostenibilidad social de las condiciones de vida constituye, en sus<br />
análisis, la clave fundamental del control del trabajo asalariado, interiorizada en los comportamientos<br />
y las ansias cotidianas. En segundo lugar porque, relacionando el salario con el proceso<br />
necesario para poner a los trabajadores y las trabajadoras en condiciones de trabajar, usan el listado<br />
de los bienes convencionalmente necesarios para vivir (alimentos, ropa, vivienda, etc.) como<br />
condición de la producción, determinada ex ante y no como su efecto, determinado ex post. Así,<br />
en base a las prácticas antropológicas y las históricas relaciones de fuerza en las que se mezclan<br />
género y clase, resulta fácil explicar la desventaja relativa de las mujeres en el mercado laboral,<br />
inseparable de la específica relación capitalista entre producción de mercancías y reproducción<br />
social (derechos y libertades incluidos) de los que entran en el mercado de trabajo. Sin embargo,<br />
para superar la desventaja social no son suficientes políticas de igualdad de oportunidades ni un<br />
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