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Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde

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Definimos “huella civilizadora” de forma análoga a huella ecológica, como el tiempo, el afecto y<br />

las energías amorosas necesarias para obtener la calidad de vida, la seguridad emocional y el<br />

equilibrio psicoafectivo imprescindibles para que una población definida con un nivel de vida específico<br />

tenga garantizada su continuidad generacional. Para cada subconjunto de población podemos<br />

definir también el “déficit civilizador” como la diferencia entre la huella civilizadora (tiempos<br />

y energías que dicho grupo requiere) y los tiempos y energías que aporta. No sería sostenible<br />

naturalmente que todos los sectores de la población presentaran déficits civilizadores:<br />

¿quién cuidaría de la vida humana? Al igual que en términos ecológicos, si determinados grupos<br />

de población presentan déficits, será a costa de otros. De esta manera, el déficit civilizador da una<br />

idea de la desigualdad entre distintos grupos humanos en relación a su participación en la sostenibilidad<br />

humana y social.<br />

El concepto de huella civilizadora se hace más claro si lo individualizamos, es decir si representamos<br />

la huella per cápita, o sea, el tiempo, el afecto y las energías amorosas necesarias a lo largo<br />

de toda la vida de un ser humano. Y, el déficit per cápita, correspondería a la diferencia entre la<br />

huella per cápita y lo que dicho ser humano aporta al conjunto de la población a lo largo de su<br />

vida.<br />

En la actual forma de relación entre mujeres y hombres, sea cuál sea el ámbito geográfico y cultural<br />

de su comunidad, estos últimos consumen más energías amorosas y cuidadoras para sostener<br />

su forma de vida que las que aportan. Estas energías necesarias para sostener la forma de vida de<br />

los hombres proceden de las mujeres, que no reciben energías afectivas y cuidadoras equivalentes<br />

a cambio, por lo menos no en la misma proporción. Pero además, teniendo en cuenta el plus<br />

de dependencia humana por edad o estado de salud, la huella civilizadora va más allá: se genera<br />

tanto en el cuidado de las mujeres hacia los hombres como en la parte de cuidado del resto de<br />

las personas dependientes que correspondería realizar a los hombres (en un mundo equitativo)<br />

pero que traspasan a las mujeres.<br />

Así pues, para que pudiéramos hablar de sostenibilidad —en los términos en que hemos definido<br />

sostenibilidad, como calidad de vida para todas y todos— cada cuál debería aportar y recibir de<br />

la relación en las redes de sostén, flujos equivalentes de afecto y de cuidado que serían diferentes<br />

en los distintos momentos del ciclo de vida. La presencia de “déficits civilizadores” en nuestra actual<br />

forma de vida estaría expresando la dependencia desigual de los hombres sobre las mujeres.<br />

Somos conscientes de que ambos conceptos —huella y déficit civilizadores— son difícilmente<br />

cuantificables en su conjunto pues, como ya hemos dicho, las relaciones que están en la base del<br />

cuidado de la vida no son cuantificables. Aún así podríamos calcular el tiempo dedicado a estos<br />

trabajos y algunos otros aspectos cualitativos, pero no estamos buscando un indicador cuantitativo;<br />

si hacemos el paralelismo con la "huella y el déficit ecológicos" es básicamente por su analogía<br />

simbólica.<br />

En cualquier caso, creemos que la huella y el déficit civilizador son conceptos que reflejan nuevamente<br />

la importante aportación de las mujeres a la riqueza social.<br />

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