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Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde

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ciones destacan la idea de bienes con valor de mercado. Sabido es que las estadísticas económicas<br />

y la contabilidad nacional sólo recogen lo que se considera económico, es decir, lo que pasa<br />

directa o indirectamente (como los servicios públicos que aunque el producto no tenga precio de<br />

mercado, sí lo tiene el trabajo que lo produce) por el mercado.<br />

En segundo lugar, quisiera dedicar unas líneas a la idea de “social” (de riqueza social). Más que<br />

de riqueza social, en economía se habla de capital social. Dicho concepto hace referencia al conjunto<br />

de valores, actitudes, normas, conocimientos, redes de relaciones que posee una sociedad y<br />

que le permite que la economía —definida como hemos dicho más arriba— se desarrolle en mejores<br />

condiciones. Se considera un activo importante para el crecimiento económico. Sin embargo,<br />

esta idea de crecimiento económico no tiene como prioridad a las personas. Como ha afirmado<br />

algún autor, el modelo económico convencional “es el de la mecánica clásica”. No se reconoce<br />

que la economía está formada fundamentalmente por personas y que, por tanto, son estas<br />

y no las variables económicas las que deberían ser el centro de interés. Así, aunque se utilice el término<br />

de “social” no se está haciendo referencia a lo que nosotras podríamos entender por un modelo<br />

social de economía, que incluyese todas las actividades de trabajo destinadas al bienestar de<br />

las personas.<br />

En definitiva, la economía como disciplina ha funcionado con falsos límites de la vida económica,<br />

favoreciendo lo llamado público y restándole valor a lo privado/doméstico. Ha conceptualizado<br />

sus procesos como “autónomos”, sin considerar que el sector mercantil descansa y se apoya en<br />

otros sectores o actividades que no tienen lugar en el mercado o en el mundo público. También los<br />

conceptos de dependencia y autonomía manejados por la economía neoclásica —y ligados al modelo<br />

del homo economicus— han sido utilizados para valorar la actuación social y económica<br />

masculina e invisibilizar la actividad femenina. De esta manera, la ceguera tradicional de los enfoques<br />

económicos que limitan su estudio al campo de lo mercantil, han impedido visualizar e incorporar<br />

en el análisis el trabajo no remunerado y, en consecuencia, ignorar la aportación de las<br />

mujeres a la riqueza social.<br />

Los nuevos enfoques propuestos desde la economía feminista junto a la información que aportan<br />

algunas nuevas estadísticas, nos permiten proponer nuevas formas de estudio que recuperan las<br />

aportaciones de las mujeres a la riqueza social, a la vez que dejan en evidencia las limitaciones<br />

de los enfoques tradicionales. Dichos enfoques, al excluir del análisis una parte importante de la<br />

aportación económica femenina, han colaborado además, a que las mujeres tradicionalmente hayan<br />

tenido un acceso mucho más reducido que los hombres a los derechos económicos.<br />

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