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Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde

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Qué constituye exactamente la ciudadanía a los tres niveles (civil, político y social) es algo muy específico<br />

de cada estado nación y tiene sus propias raíces históricas. Se extiende en diversas capas<br />

no solo porque presente muchas dimensiones, sino porque es una práctica y un marco institucional<br />

construido en el tiempo, con sus equilibrios y desequilibrios más o menos conscientes y evidentes,<br />

que a su vez dan lugar a unos patrones específicos de identificaciones, expectativas, y críticas y<br />

conflictos entre su ciudadanía y quienes no forman parte de ella. Esto ocurre tanto al nivel institucional<br />

como subjetivo. Cada uno de nosotros y nosotras nos reconocemos como pertenecientes a<br />

una ciudadanía con la forma específica de una nación, dentro de la cual rechazamos las especificidades<br />

adicionales que se derivan del género, de la clase, del grupo étnico, etcétera y, por consiguiente,<br />

la forma de permitirse o imponerse las fronteras internas y externas ante la ciudadanía<br />

completa, los procesos de inclusión y exclusión, así como los cimientos sobre los que se han construido<br />

las diferencias.<br />

Cada complejo de ciudadanía específica de un estado-nación ha cambiado sin duda con el tiempo<br />

y se han producido convergencias y divergencias en los cambios. Sin embargo, los puntos aislados<br />

de cambio o de resistencia al cambio no pueden interpretarse de manera independiente<br />

sino como parte de un complejo subyacente. La forma que tiene de reaccionar o de enfrentarse<br />

cada estado-nación pero también su ciudadanía, sus hombres y sus mujeres, a la aparición de entidades<br />

y normativas supranacionales se debe sin duda a la postura que ocupa cada estado-nación<br />

dentro de las relaciones de poder internacionales (lo que contribuye en sí mismo a su complejo<br />

de ciudadanía y a su punto de vista). Pero también depende de la forma en la que se constituya<br />

el complejo de la ciudadanía, desde sus dimensiones específicas a sus rasgos identificadores.<br />

Por ejemplo, la resistencia de muchos hombres y mujeres danesas, así como de la mayoría de la<br />

ciudadanía noruega, al aumento del papel político desempeñado por la UE probablemente surja,<br />

por lo menos en parte, de su experiencia en una ciudadanía altamente participativa que se percibe<br />

amenazada por el limitado proceso democrático de la UE.<br />

Por ende, las mujeres se entienden como ciudadanas o luchan por integrar o modificar unas definiciones<br />

de ciudadanía centradas en lo masculino o luchan por convertirse en ciudadanas e incluso<br />

experimentan la exclusión de la ciudadanía desde la atalaya de unas culturas y prácticas de la<br />

ciudadanía específicas y diferenciadas al consolidarse en el país en el que viven o desean o se<br />

ven obligadas a vivir.<br />

Cuando comparemos los países desde una perspectiva de género deberemos ser conscientes de<br />

que estamos comparando modelos de ciudadanías y no haciendo el seguimiento de algún tipo de<br />

jerarquía en los modelos de ciudadanía, aunque podríamos bien sugerir qué modelos podrían resultar<br />

más cómodos para las mujeres o más neutrales en cuestiones de género que otros. De hecho,<br />

incluso en este último caso, deberíamos ser conscientes de que los modelos son mecanismos<br />

complejos, equilibrios que personifican historias e identidades; por lo tanto, no pueden transplantarse<br />

con facilidad de un país a otro aunque se vean obligados a evolucionar en una dirección u<br />

otra.<br />

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