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Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde

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abolirlas, y por otro lado, hasta qué punto la igualdad y la universalidad de los derechos pueden<br />

acoger la desigualdad a la vez que se ven cuestionados por ella.<br />

Desde este punto de vista la ciudadanía parece una especie de categoría universal que se podría<br />

utilizar como marco común y como criterio común para evaluar las democracias. El propio feminismo<br />

surgió por primera vez en Europa en el siglo XVIII, dentro del discurso sobre la ciudadanía<br />

acerca de la universalidad de los derechos individuales y ha sido una contrapartida continua ante<br />

ese discurso en todos los lugares (en oriente y occidente, en el norte y en el sur) donde se ha iniciado<br />

un discurso sobre los derechos.<br />

Sin embargo, si se mira con más detenimiento, cuando se analiza la ciudadanía como experiencia<br />

histórica y socialmente específica, aquí o allí, en este o aquel país (no solo respecto a este o<br />

aquel grupo) la ciudadanía pierde gran parte de su claridad intelectual y de su universalidad evidente.<br />

No es solo una cuestión de interpretación teórica (por ejemplo los derechos frente a la tradición de<br />

la participación (36) ), sino primero y más primordialmente, de diferentes prácticas de la ciudadanía.<br />

De hecho, las historias políticas y culturales específicas de unos estados-naciones dan forma<br />

con el tiempo a lo que podríamos llamar unos “complejos (o regímenes) de ciudadanía” específicos<br />

de cada nación con sus estructuras de desigualdades internas específicas, pero también<br />

con formas de inclusión y exclusión particulares.<br />

Esto se podría detectar con facilidad incluso si limitamos nuestro análisis a los países capitalistas<br />

democráticos de occidente, donde la ciudadanía como práctica institucional y complejo cultural<br />

halla sus raíces históricas.<br />

Esta especificidad de la ciudadanía con cada estado-nación puede reconocerse con más facilidad<br />

cuando se comparan los derechos sociales, es decir, los regímenes de los estados del bienestar. En<br />

realidad constituye el terreno propio de la investigación de los regímenes/estados del bienestar.<br />

Pero la misma especificidad se encuentra también en los derechos civiles y, hasta cierto punto, en<br />

los políticos. Podríamos analizar, pongamos por caso, las formas de regular el matrimonio y la<br />

convivencia, la libertad reproductiva, los papeles de género y las relaciones dentro de la familia,<br />

el papel y el poder reconocido a las iglesias (por ejemplo, a través de la financiación o permitiendo<br />

la enseñanza de una cierta religión al nivel escolar) la separación público/privada de la<br />

educación, el papel y el poder reconocido a la “familia” (sean maridos o padres) vis a vis sus<br />

miembros individuales por un lado y las normas que gobiernan las elecciones y los procesos de representación<br />

política, por el otro. El contenido y el papel de la propia sociedad civil se reconocen<br />

y “construyen” de diferente manera dentro de los marcos legislativos específicos de cada nación.<br />

Consideremos por ejemplo el papel de los llamados “pilares” de Holanda y Bélgica o el de las<br />

asociaciones voluntarias en el Reino Unido o el de las asociaciones civiles de Estados Unidos.<br />

(36) Se puede encontrar un resumen de los debates sobre la ciudadanía dentro de las variedades del pensamiento fe-<br />

minista en B. Hobson y R. Lister, “Citizenship”, en Hobson, Lewis y Siim (eds), Contested concepts…, pp. 23-54<br />

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