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Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde

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persona receptora no puede satisfacerlo personalmente. Un ejemplo serían las y los médicos que<br />

ofrecen cuidados necesarios a sus pacientes. No todo el cuidado necesario es muy cualificado; los<br />

bebés no se pueden cambiar de pañales pero tampoco necesitan un nivel de cuidado de muy alta<br />

preparación. Los “servicios personales,” la tercera categoría de Waerness, es el cuidado que se<br />

podría ofrecer siempre a una o uno mismo aunque lo preste otra persona en su lugar. Cada cual<br />

podría lavarse su coche pero lo lleva al lavacoches; cada cual se podría hacer la manicura pero<br />

prefiere dirigirse a profesionales. El ejemplo de Waerness es el de los maridos que esperan que<br />

sus mujeres limpien la casa reciben un servicio personal (Waerness 1990). Utilizaré la distinción<br />

de Waerness de una forma un poco más amplia de lo que ella lo hace aunque mantengo la diferencia<br />

básica entre el cuidado y el servicio.<br />

Observemos que la diferencia que existe entre el cuidado y el servicio no es el acto realizado ni<br />

la intimidad de la relación laboral ni la naturaleza de la relación establecida a través de las tareas<br />

de cuidar. Lo que es diferente es que en el “servicio,” los agentes más poderosos o activos ofrecen<br />

las tareas del cuidado a quienes las reciben. Los trabajadores y trabajadoras del cuidado podrían<br />

tener en ambos casos experiencia y conocimientos técnicos, podrían estar llevando a cabo<br />

tareas de cuidado que fueran más rutinarias y más fáciles de hacer para todas las personas. La diferencia<br />

se encuentra en quién parezca ostentar el mando.<br />

Así, el servicio es una forma de recibir cuidado sin capitular el sentimiento propio de mando o autonomía.<br />

Si se considera a la persona encargada del cuidado infantil como alguien que presta un<br />

servicio útil en lugar de ofrecer unos cuidados necesarios, será más sencillo seguir pagándole sueldos<br />

bajos. El lenguaje del servicio preserva la ilusión de independencia y enturbia la dependencia.<br />

Permite a quienes son relativamente autónomos y capaces actuar con discreción respecto a<br />

cómo satisfacen sus necesidades de cuidados para racionalizar la forma en la que dependen de<br />

del resto. Permite que el mito de la elección en el mercado sustituya a la realidad de una profunda<br />

interdependencia. Y enturbia la dimensión social y política de nuestra necesidad colectiva de cuidados.<br />

Además, permite a las personas seguir evitando reconocer su responsabilidad ante ese cuidado<br />

colectivo a través de una especie de irresponsabilidad privilegiada.<br />

Pensar en el cuidado que reciben las personas como si se tratara de un “servicio” enturbia la realidad<br />

de las formas en las que las personas dependen de las demás para su cuidado. Cada persona<br />

adulta capaz e independiente que sale a trabajar cada día sigue necesitando cuidados. Sin<br />

duda ocurre que ahora se obtienen cada vez más de estos cuidados a través de mecanismos de<br />

mercado de lo que ocurría en el pasado; por ello parecen “servicios” adquiridos en el mercado en<br />

lugar de cuidados. No obstante, la presuposición de que solo quienes son vulnerables necesitan<br />

cuidados, no deja traslucir nuestro destino humano común de dependencia.<br />

Un motivo a favor de utilizar ampliamente el lenguaje del cuidado es poder crear la posibilidad de<br />

percibir este punto. Aunque haya resultados útiles que se puedan obtener si se diferencia, por<br />

ejemplo, el trabajo remunerado de cuidar del no remunerado, el cuidado del servicio, el “trabajo<br />

por amor” del “trabajo”, también existen enormes ventajas políticas y sociales si se cambian esas<br />

divisiones convencionales.<br />

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