Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde
Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde
Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
La privatización del cuidado reproductor que ha acompañado a la creciente naturaleza pública<br />
del trabajo reproductor refleja también el relativo poder social de los distintos grupos a la hora de<br />
realizar contribuciones más valoradas y reconocidas. Las personas que disponen de un mayor poder<br />
relativo en la sociedad se juegan mucho al ver que se satisfacen sus necesidades de cuidado<br />
bajo condiciones que les resultan beneficiosas, incluso aunque eso signifique que no se satisfagan<br />
las necesidades de cuidados de quienes les prestan a ellos esos servicios. Las personas más poderosas<br />
pueden delegar esas tareas de cuidar en otras personas: los hombres en las mujeres, la<br />
clase superior en la inferior, los hombres libres en los esclavos. Las tareas mismas del cuidar suelen<br />
resultar exigentes e inflexibles. Las personas que realizan ese tipo de trabajo reconocen su valor<br />
intrínseco pero eso no significa que encaje bien en una sociedad que valora la innovación y la<br />
acumulación de riqueza.<br />
De esta forma, independientemente de qué suposiciones hagamos sobre los seres humanos, bien<br />
sean avaros o benevolentes, una vez existan desigualdades en el cuidado, es probable que pensar<br />
acerca de cómo cuidan las y los demás de sí mismos y de sus cargas haga a las personas sentirse<br />
menos inclinadas a tomarse en serio sus problemas en el cuidar. Así, la desigualdad en el cuidar<br />
crea ideológica y materialmente un círculo vicioso.<br />
3.3 GÉNERO, CLASE<br />
Y LA ECOLOGÍA<br />
DEL CUIDADO<br />
Si hay factores sociales y psicológicos que entorpezcan las capacidades de las personas para<br />
comprender las “decisiones sobre cuidar” que toman el resto, todavía nos enfrentaremos a más<br />
problemas en adelante. También ocurre que lo que constituye “un buen cuidado” varía también en<br />
su descripción. Por ejemplo, Annette Lareau ha explorado las diferencias entre las actitudes de los<br />
padres y madres de clase media y los de clase trabajadora sobre el tipo de cuidados que necesitan<br />
sus hijos e hijas. Los padres y madres de clase media opinaban que el talento y las oportunidades<br />
de sus descendientes requerían un cultivo constante. Esas intervenciones solían implicar a<br />
proveedores y proveedoras de servicios profesionales (profesorado de piano, monitores y monitoras<br />
de tenis, etc.) y que ellos y ellas negociaran las interacciones de los niños y niñas con las demás<br />
personas (por ejemplo, al aprender a no mostrar demasiada deferencia ante la profesión médica<br />
sino a plantear preguntas.) Por otro lado, en el caso de los padres y madres de clase trabajadora,<br />
los niños y las niñas se desarrollarán de forma natural según sus distintas naturalezas si se<br />
les deja que recurran a sus propios medios. Una vez están protegidos y protegidas del peligro, si<br />
se deja a la naturaleza actuar se les permitirá crecer tal y como pretendía la naturaleza (Lareau<br />
2000). Se debe observar que la manera educativa e intensiva de cuidar a la infancia que caracteriza<br />
a la clase media requiere un apoyo más extenso por parte de servicios profesionales y pre-<br />
242