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Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde

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le, en ropa limpia, en una vida social, en la gestión del hogar, etcétera. El marido, sostén económico,<br />

no se ha planteado que fuera parte de su responsabilidad saber mucho sobre las complejidades<br />

de la preparación de los alimentos ni de la gestión del hogar, etcétera. Esos hombres<br />

pocas veces aprendían a “cuidarse a sí mismos.” Las tareas del cuidado, realizadas de forma invisible<br />

y eficiente, eran un privilegio del papel que ellos desempeñaban. Respecto a las necesidades<br />

de cuidados que ellos tuvieran y que se satisfacían con las tareas desarrolladas por las personas<br />

que les rodeaban, “al otro lado de la nómina,” no sentían (Bridges 1979) ninguna responsabilidad.<br />

De ahí surge la irresponsabilidad privilegiada.<br />

MacIntosh y otros que escriben de forma extensa sobre el “privilegio” asumen que cuando las personas<br />

descubren que son privilegiadas por atribución, pasan por un proceso de “concienciación”<br />

y rechazan su privilegio porque es injusto. La irresponsabilidad privilegiada funciona bajo una lógica<br />

un tanto diferente.<br />

La irresponsabilidad privilegiada tampoco es rara vez visible. Una de las grandes ventajas o privilegios<br />

que surge de ocupar un puesto de superioridad en un sistema jerárquico es que no hace<br />

falta estudiar el papel o responsabilidad que se detenta al mantener el sistema. Así, ese tipo de sistemas<br />

acaban apoyándose en la peculiar ignorancia que comparten los beneficiarios de los mismos.<br />

Esa irresponsabilidad privilegiada suele tomar la forma de una ignorancia completa de un<br />

problema, aunque también podría implicar una mala interpretación o una percepción poco clara<br />

de un problema (Mills 1997).<br />

Sin embargo, cuando la irresponsabilidad privilegiada se vuelve visible, las personas privilegiadas<br />

no solo deben verse transformadas por sus nuevas conciencias sino que solo debe recordarse<br />

a sí mismas la naturaleza de sus responsabilidades. A no ser que se replanteen las preguntas básicas<br />

sobre la naturaleza de la responsabilidad social, no habrá motivos para esperar que la percepción<br />

de ese privilegio provoque ninguna incomodidad. Podría ocurrir que (por usar el mismo<br />

ejemplo) el marido reconozca que ha alcanzado un buen trato aunque sea probable que piense<br />

que su mujer también lo ha hecho. Especialmente en una cultura que enfatiza cuánto somos cada<br />

uno y cada una responsables solo de nuestras propias vidas a la vez que ignora el cuidado que<br />

las sustenta, ese privilegio es muy difícil de desbancar.<br />

Dado que el cuidado es algo complejo, algunas personas podrían pensar que satisfacen sus obligaciones<br />

en ese campo a la vez que exigen al resto unos elevados niveles de servicios personales.<br />

La irresponsabilidad privilegiada siempre implica servicios personales y no necesariamente cuidados.<br />

Pero el problema es cómo se sabe qué constituye un servicio personal y qué un cuidado necesario.<br />

La situación se vuelve todavía más compleja. Habitualmente, las personas privilegiadas<br />

también esperan que las demás personas presten el servicio personal que ellas necesitan sobre la<br />

base de que les resultan agradables (5). Pero la idea de que esta situación refleje una adecuada<br />

división del trabajo en la sociedad evita cualquier replanteamiento de la responsabilidad.<br />

(5) “Quieres a alguien que ponga a los niños y niñas por delante de sí misma,” dijo Judy Meyers, 37, madre de dos<br />

en Briarcliff Manor, N.Y., que trabaja en una empresa de seguros sanitarios. “Pero encontrar a alguien por la cantidad<br />

adecuada de dinero no es tan sencillo.” (Rubenstein 1993)<br />

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