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mayor grado de derechos legales en aquellos países en los que había triunfado la reforma, especialmente el Calvinismo, Bretaña, Países Bajos y los Países Escandinavos son una buena prueba de ello. En cuanto a Italia, Francia y España, son un buen ejemplo de la permanente oposición de la Iglesia Católica frente a los movimientos de emancipación femeninos. Aunque la consecución de los derechos políticos no constituye un objetivo prioritario de la primera oleada del feminismo, el contexto político de cada país definió en gran medida el avance o retroceso de los derechos políticos y civiles de las mujeres. Sin duda, el avance del liberalismo, la instauración de regímenes constitucionales, el crecimiento de la clase media, favorecieron el desarrollo de los movimientos feministas y la consecución de sus objetivos. Estas condiciones las encontramos básicamente en los países nórdicos y en Gran Bretaña, mientras que en el Imperio Austriaco, la Rusia zarista o los países mediterráneos el avance de los regímenes constitucionales se realiza de forma más tardía y con indudables avances y retrocesos, lo que propiciará un débil desarrollo de los movimientos feministas y la división de los mismos en numerosas corrientes y grupos. No obstante, poco a poco, en la mayoría de los países europeos se impuso la idea de que la educación de las mujeres debía mejorar. Tal es el caso de Inglaterra cuando en 1864 la Comisión Taunton proponía la construcción de escuelas para niñas y en Francia la Ley Ferry de 1882 establecía sensibles mejoras en la educación femenina. De cualquier forma, a partir de 1850 se fundaron en Londres escuelas para niñas y se abrieron varios Licées para niñas en Francia a partir de 1860. El acceso a los derechos educativos transformó radicalmente las oportunidades de las mujeres. La educación primaria fue esencial para permitirles paso del servicio doméstico a trabajos más cualificados. Las mujeres de clase media pudieron a partir de entonces ocupar trabajos respetables fuera de casa y la propia expansión de la educación les permitió acceder a nuevas oportunidades profesionales, lo que propició la organización temprana de organizaciones en defensa del trabajo femenino. En cuanto a la lucha por los derechos políticos el resultado es muy diverso en función de los diferentes países europeos. No en todas las situaciones les estaba vedado el voto. Por ejemplo en torno a las revoluciones de 1830 y 1848 un cierto número de jurisdicciones de carácter regional o local permitía el acceso al voto de las mujeres en los casos en los que el voto estaba vinculado a la propiedad de determinados bienes y a la pertenencia a determinada clase. Por ejemplo Austria amplió el derecho al voto a las mujeres pertenecientes a la clase de los propietaros en algunas comunas, en Prusia y Westfalia en 1856. En el caso de Gran Bretaña, la Reforma Electoral de 1832 marcó el comienzo de la agitación sufragista. La inclusión del término “male persons” y más concretamente la palabra “male” provocó los primeros ataques y generó las primeras formas de organización estable del movimiento sufragista. En 1835, la ley que regulaba la composición de los consejos municipales especificaba que debían ser hombres los miembros de los mismos, con lo que privaba a las mujeres del derecho que secularmente habían tenido las mujeres en algunas localidades. En 1851, John Stuart Mill refleja- 24

a en la Wensminster Review las discusiones sobre este tema. El mismo año, la Sheffield Female Political Association presentó la primera petición de sufragio femenino en el Parlamento. Los argumentos del propio Mill eran claros: “la concesión del voto de las mujeres es una cuestión de justicia; y la justicia exige que no demos de forma caprichosa los derechos políticos a unos y se los neguemos a otros”. A nivel local, en Inglaterra, las mujeres que pagaban impuestos ejercían las mismas funciones que los hombres, especialmente en las áreas de higiene, asistencia social, educación y asuntos religiosos. Estaban autorizadas a firmar documentos oficiales y ostentar puestos de responsabilidad. Sin embargo el Parlamento se opuso durante casi un siglo a conceder el voto a las mujeres a nivel nacional. Cuando el derecho al voto se amplió a los hombres cabezas de familia y arrendatarios en los condados igual que en los pueblos, las mujeres continuaron excluidas junto con los hombres que no sabían leer y escribir. No obstante, a nivel municipal, continuaron ganando importantes derechos: en 1869 obtuvieron el sufragio municipal, en 1882 en Escocia, el derecho a elegir y a ser elegidas en los comités escolares, el derecho a votar en los consejos de los condados, a los cuales pudieron ser elegidas a partir de 1907. La negativa a conceder el voto a nivel nacional se mantuvo durante muchos años ante el rechazo por parte de los partidos políticos de asumir los derechos políticos de las mujeres. En lo que se refiere al caso francés, el siglo XIX se encuentra fuertemente influido por el Derecho Romano y el Código Napoleónico, lo que supuso que las mujeres sufrieran importantes restricciones en lo que se denominaron "oficios viriles" después de la Revolución Francesa. Por ejemplo, las mujeres francesas pudieron ejercer como testigos en documentos públicos a partir de 1792 pero este derecho fue derogado en 1803. En flagrante contradicción con este hecho, las mujeres, durante todo el siglo XIX pudieron testificar en juicios. En cuanto al derecho al voto, es preciso hacer notar que las mujeres podían votar como miembros del Consejo Superior de Instrucción Pública a partir de 1880 y en 1898 las mujeres que ejercían una actividad mercantil pudieron votar en los Tribunales de Comercio. En cuanto a la legislación laboral, debe recordarse la influencia del liberalismo en la regulación de las relaciones laborales entre personas empleadoras y empleadas. En este sentido sólo a partir del tercer tercio del siglo XIX se llevaron a cabo una serie de iniciativas destinadas a proteger a las mujeres y a los niños y niñas en su actividad laboral, iniciativas que en muchos casos se llevaban a cabo en contra de la voluntad de los trabajadores que veían en la mano de obra femenina una firme competidora frente al desempleo masculino. Aún así, en Francia, que en este sentido fue muy por delante de otros países, las mujeres disfrutaban de un permiso de cuatro semanas después del parto. En Francia, a partir de la ley del 3 de junio de 1874 se prohibió el trabajo de las mujeres y niños y niñas en las minas, pero fue la ley del 2 de noviembre de 1892 la que prohibió a los niños y niñas por debajo de los dieciocho años y a las mujeres trabajar en ambientes insalubres y peligrosos, lo que en la práctica supuso el privar a las mujeres de acceder a empleos cualificados. Estas medidas, en la práctica sirvieron para privar de derechos especialmente a las mujeres solteras que obtenían salarios mucho más bajos que los hombres a pesar de desempeñar en la mayoría de los casos las mismas jornadas de trabajo. 25

mayor grado de derechos legales en aquellos países en los que había triunfado la reforma, especialmente<br />

el Calvinismo, Bretaña, Países Bajos y los Países Escandinavos son una buena prueba de<br />

ello. En cuanto a Italia, Francia y España, son un buen ejemplo de la permanente oposición de la<br />

Iglesia Católica frente a los movimientos de emancipación femeninos.<br />

Aunque la consecución de los derechos políticos no constituye un objetivo prioritario de la primera<br />

oleada del feminismo, el contexto político de cada país definió en gran medida el avance o retroceso<br />

de los derechos políticos y civiles de las mujeres. Sin duda, el avance del liberalismo, la<br />

instauración de regímenes constitucionales, el crecimiento de la clase media, favorecieron el desarrollo<br />

de los movimientos feministas y la consecución de sus objetivos.<br />

Estas condiciones las encontramos básicamente en los países nórdicos y en Gran Bretaña, mientras<br />

que en el Imperio Austriaco, la Rusia zarista o los países mediterráneos el avance de los regímenes<br />

constitucionales se realiza de forma más tardía y con indudables avances y retrocesos, lo<br />

que propiciará un débil desarrollo de los movimientos feministas y la división de los mismos en numerosas<br />

corrientes y grupos.<br />

No obstante, poco a poco, en la mayoría de los países europeos se impuso la idea de que la educación<br />

de las mujeres debía mejorar. Tal es el caso de Inglaterra cuando en 1864 la Comisión<br />

Taunton proponía la construcción de escuelas para niñas y en Francia la Ley Ferry de 1882 establecía<br />

sensibles mejoras en la educación femenina. De cualquier forma, a partir de 1850 se fundaron<br />

en Londres escuelas para niñas y se abrieron varios Licées para niñas en Francia a partir de<br />

1860.<br />

El acceso a los derechos educativos transformó radicalmente las oportunidades de las mujeres. La<br />

educación primaria fue esencial para permitirles paso del servicio doméstico a trabajos más cualificados.<br />

Las mujeres de clase media pudieron a partir de entonces ocupar trabajos respetables<br />

fuera de casa y la propia expansión de la educación les permitió acceder a nuevas oportunidades<br />

profesionales, lo que propició la organización temprana de organizaciones en defensa del trabajo<br />

femenino.<br />

En cuanto a la lucha por los derechos políticos el resultado es muy diverso en función de los diferentes<br />

países europeos. No en todas las situaciones les estaba vedado el voto. Por ejemplo en torno<br />

a las revoluciones de 1830 y 1848 un cierto número de jurisdicciones de carácter regional o<br />

local permitía el acceso al voto de las mujeres en los casos en los que el voto estaba vinculado a<br />

la propiedad de determinados bienes y a la pertenencia a determinada clase. Por ejemplo Austria<br />

amplió el derecho al voto a las mujeres pertenecientes a la clase de los propietaros en algunas comunas,<br />

en Prusia y Westfalia en 1856.<br />

En el caso de Gran Bretaña, la Reforma Electoral de 1832 marcó el comienzo de la agitación sufragista.<br />

La inclusión del término “male persons” y más concretamente la palabra “male” provocó<br />

los primeros ataques y generó las primeras formas de organización estable del movimiento sufragista.<br />

En 1835, la ley que regulaba la composición de los consejos municipales especificaba que<br />

debían ser hombres los miembros de los mismos, con lo que privaba a las mujeres del derecho que<br />

secularmente habían tenido las mujeres en algunas localidades. En 1851, John Stuart Mill refleja-<br />

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