Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde
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y, por ende, la forma que tienen las personas de tomar decisiones para ellas mismas. Existen diversos<br />
mecanismos socio-psicológicos que parecen operar a la hora de justificar las desigualdades<br />
sobre la cantidad de cuidados a disposición de diferentes personas. Planteémonos estas tres:<br />
3.2.1 EL CUIDADO COMPETITIVO<br />
Este argumento para la igualdad del cuidado da por supuesto que el cuidado se puede distribuir<br />
dentro de marcos de justicia liberales. Sin embargo hay límites a la hora de partir de unos principios<br />
liberales de justicia y esperar que el cuidado encaje sin más dentro de ese marco. Para ilustrar<br />
este punto quisiera utilizar el argumento de Jody Heymann según el cual la igualdad de oportunidades<br />
exige que el tiempo dedicado por la familia a las tareas de cuidar se equipare.<br />
Heymann argumenta que, si se organizara más racionalmente el tiempo con relación al cuidado,<br />
habría más niños y niñas que tendrían la oportunidad de triunfar en la escuela, habría más personas<br />
ancianas que recibirían un cuidado adecuado y el trabajo y la productividad mejorarían y la<br />
sociedad sería mejor (3).<br />
Hay un fallo fundamental en este argumento: siempre que el cuidado sea una actividad subordinada<br />
y un valor dentro del marco de una sociedad competitiva en la que se premia a las personas<br />
ganadoras, cuidar bien dentro de la familia propia no nos convertirá en amigos o amigas de la<br />
igualdad de oportunidades, sino en lo contrario. Heymann sigue un argumento habitual según el<br />
cual el cuidado es íntimo y personal y lo traduce en los modelos preexistentes de cuidado familiar.<br />
Así, cuando las personas cuidan, no piensan, casi por definición, en la sociedad, sino en sus “íntimos”<br />
y en sus necesidades particulares y concretas. En una sociedad competitiva, cuidar bien a<br />
los propios hijos e hijas significa garantizar que cuenten con una ventaja competitiva ante el resto.<br />
En un nivel más concreto, aunque los padres y madres defiendan un principio de igualdad de<br />
oportunidades abstracto, sus actividades cotidianas se vuelven más visiblemente “cuidados” cuando<br />
obtienen privilegios y ventajas especiales para su descendencia. Los argumentos sobre el valor<br />
de la educación pública, etcétera, pierden su fuerza cuando afectan a las posibilidades de futuro<br />
de los hijos e hijas propias. Este ejemplo demuestra que, cuando el cuidado forma parte de otro<br />
marco de valores, no tiene por qué llevar necesariamente a un progreso.<br />
Así, el cuidado idealizado de las familias de clase media en Estados Unidos exige, estructura y<br />
perpetúa algunas de las mismas desigualdades del cuidado que Heymann describe. Una “persona<br />
que cuida” (Walker 1999) solo quiere lo mejor para su familia. Esto nos lleva a suponer que<br />
ese tipo de personas se cuidarán a sí mismas y que el “cuidado” es solo una preocupación de<br />
quienes dependen o padecen una enfermedad, es decir, de quienes son jóvenes, mayores o care-<br />
(3) El ejemplo de Heymann según el cual las agencias gubernamentales han reaccionado con lentitud ante las distintas<br />
necesidades temporales de la ciudadanía que se dedica a cuidar es muy poderoso. En Italia las feministas han trabaja-<br />
do para reformar los gobiernos locales para que presten atención a tempi della città.<br />
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