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Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde

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En cada categoría de cuidado personal y familiar que podamos mencionar nos encontramos con<br />

que las personas más pudientes cuentan con mayores recursos para el cuidado y mejores ventajas<br />

en esos recursos que quienes no tienen una situación económica tan desahogada. Los cuidados<br />

que los hogares de ancianos y ancianas ofrecen a quienes tienen más medios económicos son más<br />

agradables que los ofrecidos a quienes reciben asistencia pública. Las personas más pudientes tienen<br />

una mayor probabilidad de tener acceso a mejor alimento y comer de forma más nutritiva, a<br />

practicar el ejercicio como forma de actividad de ocio, a buscar ayudas de profesionales de la<br />

medicina física y mental. Las personas más pudientes es más probable que tengan acceso a recursos<br />

que también aportan las “infraestructuras” del cuidado: por ejemplo, un mejor acceso al<br />

transporte y unas viviendas mejores y más seguras. No hay duda de que las personas más pudientes<br />

reciben mejores cuidados.<br />

3.2 LA PSICOLOGÍA SOCIAL<br />

DEL CUIDADO DESIGUAL<br />

Podríamos esperar que esas desigualdades en el cuidado y en los recursos a disposición del cuidado<br />

generaran alguna preocupación en la cultura americana. Sin embargo, un compromiso con<br />

la igualdad de oportunidades no se traduce en ningún compromiso con la igualdad de cuidados.<br />

De hecho, debido a una serie de motivos, yo defenderé que ocurre lo contrario.<br />

Una forma de comprender las desigualdades en el cuidado consiste en percibirlas como resultados<br />

de las “elecciones” que hacen los agentes que compiten en el mercado. A través de los recursos<br />

monetarios y temporales, tanto en el mercado como fuera de él, una forma de comprender los<br />

desequilibrios en el cuidado es percibirlos como el resultado de unas largas cadenas de elecciones<br />

individuales. Por ejemplo, si los padres y madres eligen dedicar su tiempo, su dinero, etcétera,<br />

a asuntos que no beneficien a sus hijos o hijas, aunque esa elección sea deplorable, será su propia<br />

elección individual y no una responsabilidad social. El idioma del mercado y de la elección reducirá<br />

en este caso nuestra capacidad de ver las formas en las que las desigualdades económicas<br />

contribuyen a las incapacidades sociales. Dado que el cuidado parece tener que ver con la vida<br />

íntima, tiene sentido plantearse una “unidad de análisis” o un “nivel de análisis” en el que pensar<br />

acerca del cuidado como agente individual o como familia. Cada familia o persona desea cuidar<br />

de sus cargas lo mejor posible. Las consecuencias de dar por supuesto que todos los agentes son<br />

agentes cuidadores íntimos es percibir que todas las actividades del cuidado son el resultado de<br />

acciones llevadas a cabo por personas individuales, una especie de individualismo metodológico.<br />

Al pensar acerca de cómo actúan los y las demás, el mercado se convierte en una manera líder de<br />

describir todo tipo de comportamientos y así el mercado se vuelve una forma poderosa de describir<br />

cómo funcionan las distribuciones del cuidado en las sociedades capitalistas. (Slater y Tonkiss<br />

2001).<br />

Los problemas de esta visión del mundo son muchos; por el momento nos centraremos únicamente<br />

en la forma en la que oscurece la forma que tienen las personas de juzgar las decisiones del resto<br />

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