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Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde

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3. Mujeres y<br />

negociaciones<br />

cotidianas<br />

Suele circular una idea errónea acerca de que las negociaciones son patrimonio del ámbito público<br />

y más específicamente conectadas con el comercio, el poder y el dinero. En realidad las primeras<br />

y eternas negociaciones se llevan a cabo en la vida cotidiana, tanto dentro de cada uno de<br />

los géneros como entre mujeres y varones. Sin embargo, a pesar de que esta es una realidad comprobable<br />

por cualquiera, resulta llamativo constatar que no pocas mujeres circunscriben las negociaciones<br />

al ámbito publico, se sienten incómodas o molestas cuando tienen que abordarlas y/o<br />

presentan dificultades inexplicables cuando tienen que defender intereses propios a pesar de haberse<br />

comportado como eximias negociadoras cuando se trataba de defender intereses ajenos.<br />

Años de investigación me llevaron a despejar algunas incógnitas que permiten explicar muchas de<br />

estas dificultades aparentemente incomprensibles.<br />

4. ¿Por qué relacionar<br />

negociación con género?<br />

Porque los condicionamientos socioculturales han ejercido una influencia decisiva en la formación<br />

de la subjetividad femenina favoreciendo confusiones, manteniendo equívocos y alimentando mitos<br />

que perpetúan marginaciones y subordinaciones en las mujeres. Entre los equívocos más frecuentes<br />

figura el creer que “Negociar es Violento”. Es sabido que los seres humanos somos todos<br />

diferentes, y por lo tanto resulta inevitable resolver las diferencias que surgen de nuestras distintas<br />

necesidades y gustos. Las maneras más frecuentes de resolver dichas diferencias son tres: imponiendo,<br />

cediendo o negociando. Resulta evidente que imponer es ejercer violencia sobre otra persona<br />

así como ceder aplacatoriamente es ejercer violencia sobre uno o una misma. Ambas actitudes<br />

son dos caras de una misma moneda: la moneda de la violencia. La negociación por el contrario<br />

resulta ser el comportamiento menos violento y más democrático ya que el hecho de negociar<br />

supone e implica reconocer como legítimos tanto los intereses ajenos como los propios. Sin<br />

embargo, a pesar que esta alternativa es la menos violenta suele ser evitada por las propias mujeres<br />

porque los condicionamientos de género fueron conformando una subjetividad femenina que<br />

considera meritorio defender los intereses ajenos pero egoísta defender los propios.<br />

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