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Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde

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tiva beneficiosa para ellas suele ser una de las principales tácticas de los liderazgos fundamentalistas.<br />

Otra paradoja que tiene que ver con la relación femenina entre pertenecer y seguridad es el hecho<br />

de que con frecuencia el mayor peligro para la seguridad de las mujeres se encuentra también<br />

donde se hallan sus lazos de pertenencia. A las feministas siempre les ha preocupado el “enemigo<br />

que tienen dentro”. Han señalado que suelen ser las personas más cercanas y queridas quienes<br />

muestran mayor violencia contra ellas y mucho antes de los días de la “guerra mundial contra el<br />

terrorismo” buscaban formas de conseguir que las mujeres se sintieran seguras allá donde estuvieran,<br />

en sus domicilios o en el exterior, en el trabajo, para reclamar las calles así como otros espacios<br />

privados y públicos como lugares seguros (por ejemplo, Bunch, 1997; Lees, 1997). Sin embargo,<br />

mientras esta preocupación con la seguridad de las mujeres constituye uno de los principales<br />

aspectos de las políticas feministas, siempre ha sido solo un aspecto de las políticas feministas<br />

que también ha buscado una profunda transformación de las relaciones de género y de la sexualidad<br />

dentro de la familia y dentro de la sociedad en general. Tomando prestada una distinción<br />

establecida por la “Tía Lydia” en la novela de Margaret Atwood El cuento de la criada<br />

(Vintage, 1990; ver también la introducción a Sahgal y Yuval-Davis, 1992), las políticas femenistas<br />

siempre han incluido tanto la noción de “libertad de” como la de “libertad desde.” Sin embargo,<br />

es mucho más sencillo para la gente percibir y simpatizar con la idea de una libertad negativa<br />

que con una positiva y a menudo las exigencias de una libertad para las mujeres reciben una<br />

aceptación mayor que las que piden una transformación radical de las relaciones sociales que sería<br />

necesaria para que eso ocurriera. Es más, tal y como comentó Charlotte Bunch (2002), incluso<br />

dentro de esas construcciones de libertad negativa y de “seguridad humana,” se han marginalizado,<br />

si no totalmente ignorado, los riesgos contra la seguridad física de las mujeres por parte de<br />

hombres violentos, sea cual sea su nacionalidad, raza y religión dentro de la preocupación global<br />

por la seguridad. Excepto, yo añadiría, cuando la llamada a proteger y/o a liberar a las mujeres<br />

resultaba útil como grito de guerra (como ocurrió, por ejemplo, en el caso de la reciente guerra en<br />

Afganistán y, hasta un menor nivel en Irak).<br />

UN COMENTARIO<br />

DE CONCLUSIÓN<br />

Hoy en día (y probablemente siempre) la pertenencia es un algo múltiple, con diversos niveles,<br />

continuo y cambiante, dinámico y fijo. Esto es cierto tanto en términos subjetivos como políticos. La<br />

noción de pertenencia debería examinarse, no como abstracción sino como la que forma parte de<br />

discursos específicos del poder en los que se entremezclan el género, la clase y las divisiones sociales<br />

por sexo y raza. La tarea consiste en explorar hasta qué punto, siendo eso así, resulta posible<br />

desarrollar una forma política de participación en la que se reconozcan las pertenencias diferenciales<br />

y los posicionamientos de forma no excluyente.<br />

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