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Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde

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cederse a miembros individuales de la “primera nación” de tal forma que no limitara su libertad<br />

de vender las tierras o debería transferirse de manera colectiva como un fideicomiso (y quién tendría<br />

el poder de decisión en ese fideicomiso)? ¿Y de qué colectivo se trata? Con frecuencia existen<br />

amargos conflictos entre ciertos tipos de grupos de pueblos aborígenes emparentados que reclaman<br />

que ellos son los únicos herederos con derechos sobre un territorio específico y que los demás,<br />

que fueron expulsados de sus tierras, no tienen derecho a una parte del fideicomiso. Incluso<br />

se realizan pruebas sanguíneas de ADN para demostrar esas pertenencias existencialistas exclusivas.<br />

La pregunta más importante (con relación a otros aborígenes pero también con respecto a<br />

otros miembros de la sociedad colonizadora) es si los derechos sobre la tierra deberían ser exclusivos<br />

o si otros miembros de la sociedad (así como el propio estado) mantendrían asimismo sus derechos<br />

sobre ella. ¿Cuáles son las conclusiones políticas, por no mencionar económicas, de las reclamaciones<br />

de los pueblos indígenas? Los pueblos indígenas reclaman con frecuencia una unidad<br />

espiritual con la tierra:<br />

‘Somos la tierra. Más que recordada, la Tierra es la mente del pueblo al igual que nosotros<br />

somos la mente de la tierra. No es un medio de supervivencia… Es más bien<br />

parte de nuestro ser, dinámico, significativo, real’ (un autor Laguna citado en Tsosie,<br />

2001:184).<br />

Feldman (Ibíd.) argumenta que dichas reclamaciones forman parte de una pedagogía transformativa<br />

crítica, de un “esencialismo estratégico,” por usar una expresión bien conocida de Guyatri<br />

Spivak, que puede preparar el terreno para una reclamación exclusiva de la tierra cuando se haya<br />

acumulado el suficiente poder político para que haya un auto-gobierno como enclave dentro del<br />

estado nación, en caso de carecer de suficiente poder/número de personas que puedan reclamar<br />

la “toma” completa del estado (como ocurrió en Argelia, Zimbabwe y de una manera ligeramente<br />

distinta, en Sudáfrica). Sin embargo, también existen argumentos (por ejemplo, Reynolds, 1996)<br />

que defienden que la percepción aborigen, pongamos por caso, que “pertenecen a la tierra” en<br />

lugar de que la tierra les pertenece, abre camino a un modo alternativo y no excluyente de propiedad<br />

y soberanía.<br />

Ese tipo de reclamación de un discurso nacionalista alternativo, también ha sido defendido por<br />

Gilroy (1997) y otros (por ejemplo, Boyarin, 1994; Raz-Krakotzkin, 1994), por considerar que se<br />

aplica a los discursos de la diáspora.<br />

LA DIÁSPORA COMO<br />

DISCURSO ALTERNATIVO<br />

DEL PERTENECER<br />

Gilroy (1997:328) intentó comparar los sentimientos nacionalistas basados en “las nociones del<br />

suelo, del paisaje y del enraizamiento” con la idea de la diáspora como un “sentido más refinado<br />

y terrestre de la cultura.” Avtar Brah (1996) incorporó su noción normativa del “espacio de la diáspora”<br />

no solo a las minorías diaspóricas racializadas sino también a la mayoría hegemónica en<br />

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