Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde
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ta poca atención a la autonomía o derecho de autogobierno dado que se parte de que el empleo,<br />
el trabajo pagado es trabajo libre, pues los individuos entran voluntariamente mediante un contrato.<br />
Lo que esta autora trata de poner de manifiesto es que el lenguaje de “ser dueño de uno mismo”<br />
tal y como se emplea por parte de críticos como Van Parijs, W. Kymlicka, Ingram o Cohen, no<br />
tiene en cuenta la importancia histórica, política y legal de la “persona”. Así, las esposas, nos<br />
dice, bajo la ley de la cobertura, no eran personas, no tenían estatus legal independiente —pensemos<br />
cómo estabamos aquí no hace tanto— las esposas estaban bajo la jurisdicción de sus maridos.<br />
En el debate en torno a ser dueña o dueño de uno mismo (self-ownership) esto se asimila o<br />
se comprende como una forma de hablar de autonomía. Kymlicka por ejemplo, indica Pateman,<br />
considera que “protege nuestra capacidad de perseguir nuestros propios fines” y “la capacidad<br />
de la gente de actuar sobre su concepción de sí mismos”; Cohen hace descansar su atractivo precisamente<br />
porque se relaciona con la autonomía, con el “ámbito de elección que tienes en conducir<br />
tu vida”.<br />
Sin entrar en la discusión, lo que sostiene Pateman es que estamos ante una ficción política, que<br />
crea relaciones (tales como entre trabajador y empresario, marido y esposa), y que opera bajo la<br />
premisa de que las facultades, capacidades, habilidades y talentos son separables y, por consiguiente,<br />
susceptibles de ser objeto de contrato, son pues alienables. Frente a ello argumenta que<br />
“el aspecto significativo de los contratos que constituyen tales relaciones no es un intercambio sino<br />
la alienación de una pieza particular de la propiedad de la persona; a saber, el derecho de autogobierno”.<br />
Para ella solo es posible alienar los derechos si adoptamos una concepción propietarista,<br />
sin embargo, si se plantea en términos de democratización, autonomía y ciudadanía, hay<br />
que considerar que todos los derechos son inalienables y que por ello, el problema no radica sólo<br />
en la explotación sino fundamentalmente en la subordinación civil.<br />
Dejaré así planteada la cuestión, no sin antes incidir en que Pateman analiza y muestra la génesis<br />
de la conexión entre masculinidad, independencia y propiedad de la persona, insistiendo en proceso<br />
histórico y político que acompaña a la separación del empleo, del trabajo pagado, de la ley<br />
del amo y sirviente, tratando de no oscurecer la larga lucha sobre quien cuenta o no cuenta como<br />
propietario y persona. También cuestiona que normalmente no se ponga de relieve la larga lucha<br />
de las mujeres en este sentido ni se indica nada respecto de este legado en relación con los problemas<br />
de las mujeres o de las minorías étnicas. A esto se añade, nos dice, un agravante, que hoy<br />
las reformas del bienestar “se han basado en la premisa de que el empleo pagado es un deber de<br />
todos los ciudadanos, hombres y mujeres también. Ahora está firmemente establecido que el empleo<br />
es un requerimiento para la democratización y un medio para desarrollar las capacidades de<br />
los ciudadanos” (p. 35). Es más, continúa, que el contrato de trabajo es un intercambio (equitativo)<br />
de propiedad por recompensa, se ha convertido en el sentido común de la filósofía política y<br />
de las personas responsables de la política y de la política económica. Este sentido común generado<br />
abarca también a la “tradición y teoría democrática”, con lo cual resulta más difícil adoptar<br />
y aceptar una posición crítica que cuestione los presupuestos y premisas sobre los que descansa.<br />
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