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Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde

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2.3 EL CONSENSO<br />

POST-WASHINGTON<br />

Y SUS EFECTOS<br />

SOCIALES Y DE GÉNERO<br />

Los problemas de la aplicación de las políticas de ajuste llevaron a una reconsideración de algunos<br />

de los aspectos más conflictivos. La llamada reforma económica de segunda generación o<br />

Consenso Post-Washington da un mayor papel al Estado en terrenos como la formación de recursos<br />

humanos, creación de instituciones favorables al mercado, y transferencia tecnológica (Stiglitz<br />

1998). No se cuestiona el núcleo duro de las políticas macroeconómicas sino que se trata de añadir<br />

algunas políticas sociales que compensen los efectos negativos y permitan abordar la preocupación<br />

generalizada sobre la pobreza. Sin embargo, este añadido resulta un parche que poco<br />

puede hacer por contrarrestar los resultados de las propias políticas que no se ponen en cuestión.<br />

Desde la economía feminista se han señalado algunas características y sesgos incrustados en el<br />

núcleo de las “buenas políticas macroeconómicas” que tienen efectos sociales y, entre ellos, efectos<br />

de género.<br />

1. Una presentación técnica y oscurantista. Las políticas macroeconómicas se presentan con un<br />

carácter técnico y apolítico fuera de toda discusión, obviando que tienen un contenido social<br />

donde algunos sectores se ven favorecidos frente a otros que pierden. El discurso del déficit,<br />

la competitividad o los presupuestos equilibrados se presentan con un áurea de neutralidad<br />

que ayuda a legitimar el neoliberalismo y que juega a sostener y normalizar las desigualdades<br />

económicas (Bakker 2003). Los encargados de plantear las políticas no muestran el balance<br />

social existente que marca la elección de los instrumentos y los plazos, como por ejemplo<br />

si la reducción de un déficit fiscal ha de hacerse reduciendo el gasto o aumentando los impuestos.<br />

2. Sesgo deflacionario. El efecto de las reformas macroeconómicas, tras más de 20 años de<br />

aplicación ha sido una reducción de algunos problemas existentes previamente como una elevada<br />

inflación o un excesivo déficit fiscal en muchas economías, pero al precio de un crecimiento<br />

excesivamente lento en comparación con etapas previas.<br />

La liberalización de los mercados financieros y la búsqueda de capitales a corto plazo han<br />

llevado a los gobiernos a adoptar políticas dirigidas a mantener la “credibilidad” en esos<br />

mercados como son altos tipos de interés y políticas monetarias y fiscales restrictivas. Esto ha<br />

tenido como consecuencia que las tasas de inversión y de crecimiento hayan caído y que los<br />

gobiernos no hayan tratado con mecanismos anticíclicos las situaciones de recesión. Se le ha<br />

dado una excesiva prioridad a una baja inflación, a una reducida deuda pública, a tener bajos<br />

impuestos, poco gasto y déficit reducidos, y muy poca prioridad al pleno empleo, a la inversión<br />

pública o a mejorar la disponibilidad de bienes y servicios (Elson 2002).<br />

Por otro lado, la liberalización comercial ha reducido la cantidad de ingresos disponibles por<br />

los gobiernos que en algunos países de bajo ingreso suponían hasta un tercio de los ingresos<br />

públicos, y la competencia entre países para atraer inversión extranjera directa ha llevado a<br />

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