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Congreso Internacional SARE 2004 - Emakunde

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que uno de los factores decisivos es si otros hombres de la empresa ya lo han hecho con anterioridad<br />

(ver Byggren y Duvander <strong>2004</strong>). La proporción de hombres que se ha cogido una baja con<br />

anterioridad aumenta en gran medida la probabilidad de que un padre se coja una baja tras controlar<br />

las características individuales como la edad, la educación y la experiencia laboral.<br />

Hay barreras que inhiben el cambio en la organización del cuidado y del trabajo no remunerado<br />

en las familias suecas. Y hay algo que es todavía más importante y es que los hombres ganan más<br />

que las mujeres, aunque la cuestión no solo sea la pérdida de ingresos en los meses de baja. El<br />

caso de las bajas parentales en Suecia, en donde la pérdida de los ingresos es inferior a la de todos<br />

los demás países (aproximadamente un 20 por ciento antes de impuestos y menos después de<br />

la declaración de la renta), nos permite analizar aún mejor los costes del cuidado para los hombres.<br />

Hay empresas como Erikson que han compensado a su mano de obra por la pérdida salarial,<br />

puesto que hay un techo en los sueldos para las prestaciones. Sin embargo los hombres de<br />

esas empresas siguen sin cogerse las bajas. ¿Están menos comprometidos esos hombres como padres<br />

o son simplemente conscientes de las consecuencias a las que se deberán enfrentar? Los estudios<br />

demuestran que los hombres que ejercitan sus derechos a cuidar a menudo pagan una penalización<br />

superior a las de las mujeres que cuidan. Hay un estudio (Albrecht et. al., 1999) que<br />

descubrió que los hombres que se cogían la baja paternal se encontraban con un efecto más negativo<br />

en los sueldos posteriores que las mujeres, tras controlar la educación, los ingresos y la experiencia<br />

laboral. Sin embargo, eso resulta confuso porque las mujeres en el mercado laboral pagan<br />

la penalización por cuidar en forma de discriminación estadística en la selección para puestos<br />

de trabajo, en la promoción dentro de las jerarquías ocupacionales y en las diferencias salariales.<br />

Irónicamente, la discriminación estadística resulta más visible y está más aceptada en<br />

Suecia porque la patronal no se quiere arriesgar a contratar a alguien que se vaya a quedar fuera<br />

del mercado laboral durante uno a tres años. Esto refleja la estructura de las prestaciones por<br />

baja parental, que permiten a las mujeres extender su maternidad para aumentar al máximo sus<br />

prestaciones. Con referencia a la “prima por velocidad,” las prestaciones permiten a las mujeres<br />

mantener los máximos niveles de prestaciones si tienen el siguiente parto antes de que hayan transcurrido<br />

dos años desde el anterior.<br />

El modelo de economía doméstica de Gary Becker (Becker 1991) incorpora a los hombres como<br />

sujetos en la organización del trabajo remunerado y del no remunerado pero son hombres que<br />

aprovechan al máximo sus actividades como sostén económico, inalterados por las cambiantes<br />

ideologías y prácticas de la igualdad de género. La contribución masculina al cuidado no se percibe<br />

como un factor en la división del trabajo remunerado y en las capacidades gananciales potenciales<br />

de las mujeres. Si los hombres y mujeres se ven compensados por su trabajo en el cuidado<br />

y hasta qué nivel no forma parte del modelo. Se trata de los mismos problemas expresados por<br />

Catherine Hakim cuando habla acerca de las preferencias estables entre las mujeres (Hakim<br />

2003). Aunque podría ser cierto que hay grupos de mujeres que se quedarían en casa (las clasifica<br />

como Centradas en el Hogar) o saldrían al mercado laboral (clasificadas como Centradas en<br />

el Trabajo), independientemente de los incentivos y empujes políticos que tengan los hombres y las<br />

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