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DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

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ollo es la persona humana. Incluye el progreso social y el económico. La tecnocracia hoy<br />

puede ser tan lamentable como el liberalismo de ayer. Es el hombre el que tiene que dar<br />

sentido y orientación a la economía y a la técnica (33-34).<br />

– El primer objetivo de un plan de desarrollo es la educación básica. Un analfabeto es un<br />

espíritu subalimentado (35).<br />

– La familia natural, monógama y estable debe mantenerse como punto de convergencia<br />

de las generaciones y de armonía entre persona y sociedad (36).<br />

– El crecimiento demográfico añade a veces dificultades al desarrollo económico. La decisión<br />

sobre el número de hijos toca solamente a los padres. Condiciones (37).<br />

– Las organizaciones profesionales ayudan al desarrollo de la persona. Deben cumplir la<br />

función educadora de inculcar en todos el sentido del bien común. No deben profesar filosofía<br />

materialista y atea (38-39).<br />

– Las instituciones culturales. Cada pueblo tiene su civilización. Sería un grave error sacrificar<br />

los valores espirituales que cada civilización tiene. Los pueblos pobres deben vencer la<br />

tentación que los pueblos ricos les ofrecen de un dinamismo solamente aplicado al aspecto<br />

económico (40.41).<br />

– Hay que promover un humanismo nuevo (42).<br />

Parte segunda. El desarrollo solidario de la humanidad<br />

• El desarrollo completo del hombre no puede darse sin el desarrollo solidario de la humanidad.<br />

Hay que lograr una verdadera comunión entre todas las naciones. Las más favorecidas<br />

son las primeras que tienen que ayudar. Triple aspecto: (43-44).<br />

1. Asistencia a los pueblos débiles.<br />

– El hambre sigue asolando continentes enteros. Lo realizado no basta. Hoy los pueblos<br />

ricos tienen gravísimos deberes (45-47).<br />

– La solidaridad es también deber de las naciones. Ningún pueblo desarrollado debe pretender<br />

guardar sus riquezas para su uso exclusivo. Debe consagrar parte de su producción<br />

y de su potencial humano a los países más necesitados. Lo superfluo de los países ricos<br />

debe servir a los países pobres. De lo contrario la cólera de éstos será el castigo de la avaricia<br />

de aquellos. No valen meras ayudas ocasionales, sino programas concertados de acción<br />

conjunta (48-50).<br />

– Hace falta un fondo mundial para el desarrollo de los pueblos. Todo derroche público o<br />

privado es un escándalo intolerable. Los gastos de la ostentación deben surtir este fondo<br />

de asistencia para el desarrollo (51-53).<br />

– Para organizar este desarrollo es indispensable el diálogo entre los pueblos (54-55).<br />

2. La justicia social en las relaciones comerciales.<br />

– La regla del libre cambio no puede seguir rigiendo en exclusiva las relaciones del comercio<br />

mundial. Está aquí en crisis de nuevo el principio fundamental del liberalismo. El libre<br />

cambio engendra la dictadura económica. Se tiene que someter, por tanto, a la justicia<br />

social (57-59).<br />

– Esta política la practican ya los países desarrollados en el interior de su propia economía<br />

nacional. Pero no está bien usar dos medidas. Lo que vale en la economía nacional, vale<br />

también para las relaciones comerciales entre países ricos y pobres. La justicia social exige<br />

una cierta igualdad de oportunidades (60-61).<br />

– Se oponen a este deber de solidaridad, por una parte, el nacionalismo, antiguo o nuevo,<br />

FORMACIÓN BÁSICA - <strong>DOCTRINA</strong> <strong>SOCIAL</strong> <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> <strong>IGLESIA</strong> - Pág. 53

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