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poble sa benestar emocional, comunitat i educació - Almussafes

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LA FELICIDAD: UNA APROXIMACIÓN CIENTÍFICA.<br />

Salvador Quijal Pardo. Psicòleg Comunitari. Departament de Benestar Social. Ajuntament d’Almus<strong>sa</strong>fes.<br />

Al parecer nos encontramos en un momento en la<br />

historia de la humanidad, al menos en el ámbito de las<br />

sociedades occidentales, propicio para que nos<br />

planteemos seriamente dirigir nuestras metas hacia el<br />

logro de mayores cotas de felicidad. Se han visto<br />

notablemente mejoradas las condiciones socioeconómicas<br />

en las que se desenvuelven nuestras<br />

vidas; vivimos más años que las generaciones<br />

precedentes y así, tenemos más tiempo para pen<strong>sa</strong>r<br />

en nuestras vidas y en como las llevamos, y, por otro<br />

lado, diver<strong>sa</strong>s ciencias, como la neurología y la<br />

psicología han avanzado recientemente en el estudio<br />

de los factores que hacen que la gente sea feliz y se<br />

proponen iniciar una etapa donde se fomenten los<br />

agentes <strong>sa</strong>lutógenos y las características personales<br />

que nos hacen resistentes a las adversidades.<br />

Empieza a abrirse paso, pues, un firme propósito,<br />

en las ciencias sociales y de la <strong>sa</strong>lud de promocionar<br />

las emociones positivas. La alegría, la serenidad, la<br />

confianza o la <strong>sa</strong>tisfacción son emociones que se<br />

diferencian de las negativas –tristeza, ira o miedo–, en<br />

varios aspectos, además del tono subjetivo agradable<br />

o de<strong>sa</strong>gradable que les concedamos. En primer lugar,<br />

las emociones positivas suelen ayudarnos a<br />

conseguir nuestros objetivos. Es más probable que<br />

consigamos nuestras metas si nos mostramos<br />

optimistas que si estamos ansiosos. En segundo lugar,<br />

los sentimientos negativos concentran nuestra<br />

atención en el origen de la amenaza y dedican buena<br />

parte de las energías psicológicas a preservarse de<br />

los peligros detectados, reales o imaginarios. Se trata<br />

pues, de una reacción defensiva. En cambio, las<br />

emociones de tono positivo expanden la mente,<br />

haciéndonos más conscientes de nuestro contexto<br />

físico y social, y ello nos posibilita ser más eficaces y<br />

adaptarnos mejor a nuestro entorno. Consecuentemente,<br />

los sentimientos de confianza y<br />

seguridad, por ejemplo, mejoran las relaciones<br />

humanas, el rendimiento intelectual, la <strong>sa</strong>lud,<br />

favorecen la resistencia al estrés y a las desgracias. Por<br />

último, las emociones negativas resuelven problemas<br />

adaptativos, es decir, relacionados con nuestra<br />

supervivencia –defendernos de ataques o de<br />

amenazas–, mientras que los sentimientos positivos<br />

resuelven cuestiones relacionadas con el de<strong>sa</strong>rrollo de<br />

nuestras potencialidades humanas. Nacemos con las<br />

emociones negativas porque son indispen<strong>sa</strong>bles para<br />

la pervivencia de nuestra especie, en cambio las<br />

positivas necesitamos aprenderlas.<br />

Una clasificación que ha hecho fortuna en la<br />

literatura especializada divide las emociones positivas<br />

3<br />

en tres categorías: las relacionadas con el pa<strong>sa</strong>do, con<br />

el presente y con el futuro. Las emociones positivas<br />

que tienen que ver con el futuro incluyen el<br />

optimismo, la esperanza, la seguridad, la fe y la<br />

confianza, es decir, sentimientos que contienen<br />

valoraciones favorables acerca del porvenir. Las<br />

emociones positivas asociadas con el pa<strong>sa</strong>do incluyen<br />

evaluaciones de agrado ante el pa<strong>sa</strong>do biográfico de<br />

uno mismo, y las principales son la <strong>sa</strong>tisfacción, la<br />

realización y el crecimiento personal, el orgullo y la<br />

serenidad. En cambio, cuando nos referimos al<br />

presente, existen dos clases diferentes de emociones<br />

positivas: los placeres y las gratificaciones. Los<br />

placeres sensoriales, como la comida o el olor de un<br />

perfume, se alcanzan por medio de los sentidos. Los<br />

placeres llamados superiores surgen de actividades<br />

más complejas como la valoración artística o<br />

intelectual, dando lugar a emociones como la dicha o<br />

el entusiasmo. Los placeres, en general suelen ser<br />

efímeros y dependen de las circunstancias que los<br />

propician. Las gratificaciones difieren de los placeres<br />

en que implican estados de agrado derivados de la<br />

realización de actividades que requieren el empleo<br />

de nuestras fuerzas distintivas. Estas fuerzas<br />

distintivas son rasgos personales asociados a unas<br />

virtudes concretas. Por ejemplo, definiríamos una<br />

gratificación como el sentimiento positivo que<br />

experimenta un profesor al de<strong>sa</strong>rrollar sus cualidades<br />

personales para la enseñanza, como la paciencia o la<br />

capacidad de motivar a sus alumnos, actividades éstas<br />

a las que concede un alto valor y sentido. Las<br />

gratificaciones son mucho más importantes para<br />

nuestra felicidad que los placeres como veremos más<br />

adelante.

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