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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

francés pundonoroso que se privó <strong>de</strong> la vida para no sobrevivir a su <strong>de</strong>rrota en la batalla<br />

<strong>de</strong> Palo Hincado. En uno y otro caso, tanto el padre como el hijo, arquetipos <strong>de</strong> una raza <strong>de</strong><br />

tártaros, se ceban sobre el cadáver <strong>de</strong> un caído sin que a ninguno <strong>de</strong> los dos pueda servirle<br />

<strong>de</strong> excusa, como a José María Cabral con la cabeza <strong>de</strong>l Duque <strong>de</strong> Tiburón, el hecho <strong>de</strong> haber<br />

vencido en combate leal a su adversario.<br />

III<br />

La justicia <strong>de</strong> la historia se ha fijado sobre la obra patriótica y militar <strong>de</strong> Duvergé con<br />

carácter <strong>de</strong> cosa <strong>de</strong>finitivamente juzgada. Terribles interrogaciones continúan abiertas, en<br />

cambio, sobre la obra <strong>de</strong> Santana, cuya personalidad sigue siendo implacablemente golpeada<br />

por los martillos <strong>de</strong> la crítica histórica. En torno a él no habrá nunca la unanimidad que hace<br />

intocables a aquellos próceres que han franqueado la línea versátil en que la opinión <strong>de</strong> un<br />

día se trueca en historia dura<strong>de</strong>ra. Acatados por unos y mal<strong>de</strong>cidos por otros, los personajes<br />

como el Marqués <strong>de</strong> las Carreras permanecen siempre en la penumbra, sin recibir jamás <strong>de</strong><br />

frente la luz con que ilumina el sol <strong>de</strong> la historia a los héroes cuyo nombre se ha grabado<br />

por unánime consenso en la conciencia colectiva.<br />

Santana es <strong>de</strong>l tipo <strong>de</strong> esos héroes ingratos a quienes a lo sumo se admira, pero a los<br />

que no se ama. Las duras líneas <strong>de</strong> su semblanza tienen algo <strong>de</strong> repelente y <strong>de</strong> antipático<br />

que nos lo torna odioso. ¡Qué digna es <strong>de</strong> nuestro corazón, en cambio, la figura <strong>de</strong> Antonio<br />

Duvergé! Lo amamos cuando lo vemos arrastrar su orfandad en el ostracismo; cuando se<br />

empina en Cachimán y cuando golpea las rocas <strong>de</strong> El Número con la espada <strong>de</strong> la epopeya;<br />

cuando se niega a volver sus armas <strong>de</strong> soldado contra el Gobierno al que <strong>de</strong>be fi<strong>de</strong>lidad;<br />

cuando salva <strong>de</strong> la muerte a un grupo <strong>de</strong> mujeres cuyas cabezas pi<strong>de</strong> con saña el fanático<br />

Pedro Florentino; cuando acata con mo<strong>de</strong>stia las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> sus superiores y sacrifica a la<br />

causa nacional toda ambición <strong>de</strong> mando; cuando se encara tranquilamente a su <strong>de</strong>stino y<br />

cuando sube al patíbulo para recibir en él muerte ignominiosa.<br />

Jamás podrá apagarse el fuego <strong>de</strong> las contradicciones en torno al drama político <strong>de</strong> la<br />

anexión. Mientras unos admitirán que la reincorporación a España no la impuso Santana<br />

sino que respondió a un estado <strong>de</strong> opinión colectiva <strong>de</strong>terminado principalmente por el<br />

temor a las agresiones haitianas, otros sostendrán siempre que fue el fruto <strong>de</strong> una camarilla<br />

ambiciosa que careció <strong>de</strong> fe en los <strong>de</strong>stinos nacionales. Si la opinión <strong>de</strong>l país favorecía la<br />

anexión, ¿por qué entonces la guerra restauradora contó con el apoyo popular <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se<br />

inició en Capotillo hasta que la coronó al cabo <strong>de</strong> dos años la victoria? Si hubo un Manuel <strong>de</strong><br />

Jesús Galván que exaltó el retorno a España, ¿no hubo también un Ulises Francisco Espaillat,<br />

una <strong>de</strong> las conciencias más puras <strong>de</strong> aquella generación <strong>de</strong> próceres, que con<strong>de</strong>nó la obra<br />

antipatriótica <strong>de</strong> Santana?<br />

Santana, ¿fue un patriota que actuó impelido por fines superiores o fue sólo un político<br />

impulsado por una ambición <strong>de</strong>smedida que logró imponerse a sus contemporáneos gracias<br />

a su energía avasalladora? ¿Fue o no indiferente Santana a la suerte <strong>de</strong> la patria durante<br />

los ocho años en que Duarte la forjó con su i<strong>de</strong>alismo generoso? ¿Dón<strong>de</strong> está la cuna <strong>de</strong> la<br />

República, en las sabanas <strong>de</strong>l Prado o en el cenáculo <strong>de</strong> la Trinitaria?<br />

Pero aceptemos que el Marqués <strong>de</strong> las Carreras consolidó con su puño hercúleo la República<br />

creada por los filorios <strong>de</strong> la revolución separatista. Todavía cabría preguntar si los<br />

servicios que prestó a la causa <strong>de</strong> la In<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia no los anuló luego con el acto claudicante<br />

<strong>de</strong> la anexión. ¿Qué es lo que la historia <strong>de</strong>be tomar en cuenta cuando juzga a los políticos, a<br />

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