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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

El cumplimiento <strong>de</strong> la sentencia contra Duvergé y compartes se llevó a cabo sin <strong>de</strong>mora.<br />

El 11 <strong>de</strong> abril, antes <strong>de</strong> las 48 horas <strong>de</strong>l juicio, una escolta militar penetró en el sórdido calabozo<br />

que sirvió <strong>de</strong> última morada al prócer y a sus compañeros <strong>de</strong> infortunio. La marcha<br />

hacia el sitio escogido para la ejecución, se inició inmediatamente al través <strong>de</strong> las calles<br />

congestionadas <strong>de</strong> curiosos. Duvergé, más atormentado por el infortunio <strong>de</strong> sus hijos que<br />

por el suyo propio, hizo el trayecto cabizbajo, pero con la frente serena. Al llegar junto a<br />

las tapias <strong>de</strong>l viejo cementerio <strong>de</strong> El Seibo, lugar escogido para la ejecución <strong>de</strong> los reos, el<br />

oficial que mandaba el pelotón <strong>de</strong> fusilamiento marcó en la tierra con la punta <strong>de</strong> su espada,<br />

los sitios en que cada uno <strong>de</strong> los reos <strong>de</strong>bía situarse para recibir la <strong>de</strong>scarga. Cuando todo<br />

estaba listo y el cuadro <strong>de</strong>bidamente formado, se procedió a la <strong>de</strong>gradación <strong>de</strong> los reos que<br />

ostentaban grados militares. Terminada la ignominiosa ceremonia, Duvergé hizo llamar al<br />

comandante <strong>de</strong> la tropa para pedirle, como única gracia, que se fusilara primero a su hijo<br />

Alci<strong>de</strong>s para ahorrarle el dolor <strong>de</strong> ver morir a su padre. El oficial pali<strong>de</strong>ció y con emoción<br />

mal contenida transmitió la or<strong>de</strong>n correspondiente a sus subordinados. Cuando sonó la voz<br />

<strong>de</strong> mando y se tendieron hacia el pecho <strong>de</strong> aquel joven <strong>de</strong> 23 años los fusiles, un crespón<br />

<strong>de</strong> lágrimas bajó a los ojos <strong>de</strong>l prócer como un rápido anticipo <strong>de</strong> la tremenda oscuridad<br />

con que estaban próximo a sellarlos las sombras <strong>de</strong>finitivas. Al llegarle su turno, el héroe se<br />

quitó el sombrero y lo tiró a su perro Corsario que lo había seguido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la prisión y que<br />

lo acompañó con impresionante fi<strong>de</strong>lidad en la hora suprema. Con paso firme se dirigió<br />

<strong>de</strong>spués a ocupar su puesto ante el muro, y se encaró tranquilamente a la muerte.<br />

Apenas se había apagado en el aire el eco <strong>de</strong> las últimas <strong>de</strong>scargas, cuando se presentó<br />

Santana seguido <strong>de</strong> su escolta a caballo en el sitio <strong>de</strong> la ejecución. Después <strong>de</strong> contemplar<br />

los cuerpos acribillados <strong>de</strong> las víctimas, se <strong>de</strong>tuvo ante el <strong>de</strong> Duvergé que yacía en el suelo<br />

atravesado por los proyectiles. Entonces, como obe<strong>de</strong>ciendo a un impulso irresistible, saltó<br />

a tierra para dar un puntapié al cadáver.<br />

Esa coz fue la última injuria y el último homenaje rendido por el monstruo a su rival<br />

in<strong>de</strong>fenso. Saciada su venganza con ese gesto brutal, Santana subió <strong>de</strong> nuevo a su caballo y<br />

volvió la grupa para dirigirse con su escolta a la capital <strong>de</strong> la República.<br />

Renacimiento y apoteosis<br />

Los restos <strong>de</strong> Duvergé permanecieron largo tiempo olvidados. En el cementerio <strong>de</strong><br />

El Seibo, cubiertos por una humil<strong>de</strong> lápida, esperaron la hora <strong>de</strong> la resurrección que no<br />

tarda en llegar para los que merecen la única consagración que tiene carácter irrevocable:<br />

la que otorga el tiempo y refrenda, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pacientes investigaciones, la justicia <strong>de</strong> la<br />

historia. Sosegadas las pasiones que velaron como harpías hostiles al pie <strong>de</strong> su sepulcro,<br />

sostenidas principalmente por la saña con que el héroe fue perseguido por el odio <strong>de</strong><br />

Santana, la gloria volvió a resplan<strong>de</strong>cer sobre esa tumba inmortal y la figura epónima<br />

<strong>de</strong>l caudillo se grabó para siempre en la conciencia <strong>de</strong> todos los dominicanos.<br />

La reparación histórica <strong>de</strong>l gran soldado fue iniciada por un grupo <strong>de</strong> hombres <strong>de</strong> armas<br />

que habían pertenecido al batallón <strong>de</strong> Higüey, célebre por el heroísmo con que se distinguió<br />

en las acciones <strong>de</strong> guerra libradas contra los haitianos durante las campañas <strong>de</strong> 1845 y <strong>de</strong><br />

1849. Los sobrevivientes <strong>de</strong> ese cuerpo <strong>de</strong> veteranos elevaron al Senado Consultor, durante<br />

la segunda administración <strong>de</strong> Buenaventura Báez, un documento que contenía graves acusaciones<br />

contra Santana y <strong>de</strong>fendía al propio tiempo la esclarecida memoria <strong>de</strong>l héroe <strong>de</strong><br />

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