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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

mando por la fuerza. Todos sus generales y lugartenientes, formados en su mayor parte al<br />

calor <strong>de</strong> su brazo, apoyaron la rebelión <strong>de</strong>l feroz caporal contra las instituciones. Aún Ramón<br />

Mella, en una actitud poco digna <strong>de</strong> su estatura <strong>de</strong> prócer, se sumó a la algarabía armada. Pero<br />

hubo una excepción, sin embargo: la <strong>de</strong> Antonio Duvergé, el más virtuoso y el más intrépido<br />

<strong>de</strong> aquel ejército <strong>de</strong> héroes. Invitado a suscribir el pronunciamiento <strong>de</strong>l 9 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1849 en<br />

que el ejército <strong>de</strong>l sur pedía para Santana la jefatura <strong>de</strong>l Estado, se negó a asociarse a aquel<br />

acto <strong>de</strong> <strong>de</strong>sobediencia contra el po<strong>de</strong>r civil legítimo y con<strong>de</strong>nó en términos enérgicos, dignos<br />

<strong>de</strong> un patricio, aquella brutal asonada que rebajó la dignidad <strong>de</strong>l ejército libertador para convertir<br />

a sus jefes más ilustres en una banda <strong>de</strong> facciosos. Las palabras con que dio respuesta<br />

a la invitación que le fue dirigida para que se sumara al motín, son dignas <strong>de</strong> un romano:<br />

“General: yo sólo empleo mis armas para pelear contra el haitiano; pero nunca tomaré parte<br />

en discordias civiles; en este caso, haré mucho con ser neutral” 16 .<br />

Santana, quien siempre exigió a los suyos un sentimiento <strong>de</strong> subordinación absoluta,<br />

hizo reducir inmediatamente a prisión al héroe <strong>de</strong> El Número, sin consi<strong>de</strong>ración alguna<br />

a la gloria, fresca aún, que conquistó frente a los invasores. En el bergantín “Cibao” fue<br />

conducido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Azua hasta la capital <strong>de</strong> la República. Su llegada a la se<strong>de</strong> <strong>de</strong>l gobierno<br />

nacional y su encerramiento inmediato en la Torre <strong>de</strong>l Homenaje, coincidió con la salida <strong>de</strong><br />

Jiménez en el bergantín <strong>de</strong> ban<strong>de</strong>ra inglesa “Hound”, y con la ocupación por Santana <strong>de</strong>l<br />

Po<strong>de</strong>r Ejecutivo el 30 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1849.<br />

La primera provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Santana, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su nueva instalación en el Palacio Nacional,<br />

fue <strong>de</strong>satar una ola <strong>de</strong> atropellos y <strong>de</strong> persecuciones arbitrarias contra los militares que<br />

habían permanecido leales al gobierno legítimo. Juntamente con Duvergé fueron conducidos<br />

a las cárceles otros próceres <strong>de</strong> la In<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, como Angel Perdomo y el teniente<br />

coronel Eusebio Puello, y algunos ciudadanos <strong>de</strong> noble fisonomía civil como Félix María<br />

Ruiz y Pedro Pablo Bonilla.<br />

No ha habido en la historia <strong>de</strong> la República tiempos más duros para la dignidad humana<br />

<strong>de</strong>l ciudadano dominicano y para sus liberta<strong>de</strong>s civiles que los <strong>de</strong> esta segunda administración<br />

<strong>de</strong> Santana. La moral pública y el sentimiento <strong>de</strong>l amor al prójimo, característico <strong>de</strong><br />

toda sociedad que no ha perdido todavía en el refinamiento y en la corrupción sus virtu<strong>de</strong>s<br />

cardinales, <strong>de</strong>scendieron brutalmente a extremos inauditos. Los dominicanos que mantenían<br />

vivos en su conciencia el ejemplo <strong>de</strong> Duarte, con su probidad inequívoca y su moral<br />

impoluta, vieron entonces con estupor que en las zonas más extendidas <strong>de</strong> nuestro pueblo<br />

existía una reserva <strong>de</strong> barbarie que retardaría durante largos años la restauración institucional<br />

<strong>de</strong>l país y la incorporación irrestricta <strong>de</strong> nuestra gente a la vida civilizada. Los próceres<br />

más gran<strong>de</strong>s, las figuras más augustas <strong>de</strong> la patria, pa<strong>de</strong>cieron entonces martirio. Hombres<br />

que contribuyeron a formar la República a golpes <strong>de</strong> infortunio, fueron escarnecidos en su<br />

honra y vilipendiados en sus sentimientos más altos. Caudillos a quienes respetó la metralla<br />

enemiga, que vieron impávidos en los campos <strong>de</strong> batalla el rostro <strong>de</strong> la muerte, fueron sentados<br />

en el banquillo <strong>de</strong> la infamia y conducidos <strong>de</strong>spués al patíbulo con las manos atadas.<br />

Pero, como si toda esa vergüenza fuera poco, los réprobos fueron ensalzados, los fondos<br />

públicos distraídos in<strong>de</strong>bidamente <strong>de</strong> sus arcas, y las más altas dignida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la República<br />

se confirieron, no a sus hijos más dignos, sino a aquel que en un momento dado concentró en<br />

16 La actitud <strong>de</strong> Duvergé recuerda la <strong>de</strong> otro abnegado caudillo militar, el general José <strong>de</strong> San Martín, cuando el<br />

héroe <strong>de</strong> Chacabuco hizo la siguiente advertencia a Estanislao López y a José Artigas, en su famosa carta <strong>de</strong>l 13 <strong>de</strong><br />

marzo <strong>de</strong> 1819: “Mi sable no saldrá jamás <strong>de</strong> su vaina por opiniones políticas”.<br />

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