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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

pasó en la selva, perdido para su familia y para el mundo, hasta el extremo <strong>de</strong> que se le juzgó<br />

muerto hasta el día <strong>de</strong> su reaparición en 1864, se explican por las cualida<strong>de</strong>s excepcionales <strong>de</strong><br />

su carácter más bien que por un acceso <strong>de</strong> misantropía morbosa. Ese enterramiento en vida,<br />

acto inconcebible por la cantidad <strong>de</strong> paciencia y <strong>de</strong> resignación que revela, es una evi<strong>de</strong>ncia<br />

inequívoca <strong>de</strong> la intrepi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l ánimo <strong>de</strong> Duarte y <strong>de</strong>l imperio abrumador que el hombre<br />

ejerció sobre sí y sobre sus pasiones. Son pocas las figuras <strong>de</strong>l santoral católico que pue<strong>de</strong>n<br />

exhibir una abnegación semejante. Entre los hombres comunes, entre aquellos que conservan<br />

algo <strong>de</strong> la bestia primitiva y a propósito <strong>de</strong> los cuales se pue<strong>de</strong> hablar <strong>de</strong>l “animal humano”,<br />

no hay uno solo que haya sido capaz <strong>de</strong> tanto sacrificio ni <strong>de</strong> tanta entereza. La persecución<br />

implacable <strong>de</strong> que fue objeto se explica en gran parte por la diferencia que reinó entre su<br />

nivel moral y el <strong>de</strong> sus contemporáneos. Santana, Bobadilla, Caminero, Ricardo Miura, Báez,<br />

Santiago Díaz <strong>de</strong> Peña, hombres llenos <strong>de</strong> orgullo y <strong>de</strong> ambición, pobres pecadores que hociquean<br />

sin pudor en el cieno <strong>de</strong> la política, no podían tolerar la presencia entre ellos <strong>de</strong> un<br />

ciudadano tan insultantemente probo; y <strong>de</strong> ahí que, sin razón alguna que lo explique, hayan<br />

hecho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer día a esa probidad insólita una guerra sin cuartel, como si todos, sin<br />

po<strong>de</strong>r evitarlo, se sintieran ofendidos por su pulcritud y escandalizados <strong>de</strong> su pureza.<br />

¡Singular familia la <strong>de</strong>l fundador <strong>de</strong> la República! Sus condiciones espirituales <strong>de</strong> excepción<br />

pue<strong>de</strong>n hacernos creer a veces que algunos <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Juan José Duarte y <strong>de</strong> Manuela<br />

Diez, fueron seres enfermos en quienes el mismo amor a la patria cobra con frecuencia el<br />

sesgo aterrador que suelen adquirir las reacciones <strong>de</strong>l sentimiento en todas las personas <strong>de</strong><br />

sensibilidad extraviada. Pero lo que en los miembros <strong>de</strong> aquel hogar podría acaso atribuirse<br />

a excentricismo o a posibles enfermeda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la razón o <strong>de</strong>l espíritu, no es sino el fruto <strong>de</strong><br />

un exceso <strong>de</strong> vida y <strong>de</strong> salud moral que unas veces se manifiesta, como en el caso <strong>de</strong>l Cristo<br />

errante que <strong>de</strong>ambula por espacio <strong>de</strong> veinte años al través <strong>de</strong> las selvas <strong>de</strong>l Orinoco, por<br />

medio <strong>de</strong> actos <strong>de</strong> abnegación casi aterradores, y que otras veces se <strong>de</strong>sborda en llanto y en<br />

melancolía, como en el <strong>de</strong> la virgen raptada que no quiso sobrevivir a su <strong>de</strong>shonra e inclinó<br />

para siempre la cabeza como la flor doblegada por la lluvia.<br />

Duarte y Santana<br />

Pedro Santana es la antítesis <strong>de</strong> Duarte. Las respectivas fisonomías <strong>de</strong> estos dos hombres<br />

se hallan formadas por rasgos contradictorios.<br />

El <strong>de</strong>sdén <strong>de</strong> los bienes <strong>de</strong> fortuna es el rasgo que más sobresale en la personalidad <strong>de</strong>l<br />

Padre <strong>de</strong> la Patria. Entregó a la República no sólo su propio porvenir, sino también el pan<br />

<strong>de</strong> su madre y el techo <strong>de</strong> sus hermanas. En pago <strong>de</strong> ese sacrificio, realizado con heroica<br />

sencillez, no obtuvo ni reclamó jamás galardones honoríficos ni compensaciones materiales.<br />

Santana, en cambio, fue un hombre sórdido que amó el dinero y se hizo pagar con largueza<br />

los servicios que prestó al país como guerrero y como estadista improvisado. Condueño no<br />

por obra <strong>de</strong> su esfuerzo personal, sino por los azares <strong>de</strong> la herencia, <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los hatos más<br />

pingües <strong>de</strong>l país, impulsó a su hermano Ramón a contraer nupcias con la hija <strong>de</strong>l propietario<br />

<strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong> “El Prado”, don Miguel Febles, y aguardó con fría indiferencia la <strong>de</strong>saparición<br />

<strong>de</strong> ese terrateniente para <strong>de</strong>sposar a su viuda doña Micaela Rivera. Hombre que madura<br />

planes <strong>de</strong> esa especie y que convierte en un negocio una <strong>de</strong> los actos que aún los seres más<br />

humil<strong>de</strong>s sólo realizan por amor, tiene que llevar a la vida pública la mentalidad <strong>de</strong> un avaro,<br />

incapaz <strong>de</strong> todo impulso altruista y <strong>de</strong> todo pensamiento generoso. Por eso se hizo pagar<br />

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