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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Domingo, quien or<strong>de</strong>nó que me pusieran en libertad, pero bajo la condición <strong>de</strong> que, para<br />

evitar que me hicieran más daño, enseguida tomara el ferrocarril que ese día iba a Sánchez.<br />

Allí fui en calidad <strong>de</strong> exiliado. Durante mi viaje a aquel puerto cavilé acerca <strong>de</strong> la falsedad<br />

<strong>de</strong> incendiario con la cual aquel guerrillero me había acusado. Al conversar sobre esa mentira<br />

con uno <strong>de</strong> mis compañeros <strong>de</strong> viaje, este me aclaró el orijen <strong>de</strong> tal patraña. Me dijo<br />

que cuando ardía la fortaleza se oyeron vivas a “Piter”, i que todos los combatientes habían<br />

atribuido a mí la proeza. Como ya he dicho, durante esos trájicos momentos yo estaba<br />

refujiado en la farmacia <strong>de</strong> Moya, acompañado <strong>de</strong> nuestras respectivas familias i también<br />

por el ya nombrado Mr. Anthonyson. El orijen <strong>de</strong> ese error fue éste: la verda<strong>de</strong>ra persona<br />

que lanzó la bomba <strong>de</strong> petróleo en ese sitio fue un joven combatiente llamado Peter, (pronúnciese<br />

Piter). Esa fue la causa <strong>de</strong> la ignominia que por poco me hubiera costado la vida<br />

i una <strong>de</strong> las más vergonzonas afrentas. Supe <strong>de</strong>spués que dos colegas míos resi<strong>de</strong>ntes en<br />

Macorís, impertérritos en sus malda<strong>de</strong>s contra mí, fueron los que acomodaron ese error con<br />

el fin <strong>de</strong> perjudicarme i, cuando menos, obligarme a abandonar mi resi<strong>de</strong>ncia i mi clientela<br />

en aquella población, en don<strong>de</strong> también practiqué alta cirujía. Entre las intervenciones <strong>de</strong><br />

esa talla mencionaré: 1ro. la atrevida incisión <strong>de</strong> una enorme aneurisma <strong>de</strong> la arteria subclavia<br />

izquierda; en esa cavidad, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> vaciar los coágulos que contenía, introduje un<br />

rosario <strong>de</strong> torundas <strong>de</strong> gasa aséptica, cuyos fragmentos, atados los unos a los otros, extraje<br />

sucesivamente, uno a uno cada dos días. Al cabo <strong>de</strong> dos semanas, extraje el último. El referido<br />

sujeto curó <strong>de</strong>finitivamente. Durante esa nueva operación el hermano <strong>de</strong>l enfermo me<br />

amenazó <strong>de</strong> muerte cuando vio la sangre que brotó <strong>de</strong> la incisión necesaria para limpiar la<br />

cavidad <strong>de</strong>l aneurisma. Mi amigo Don Pablo Pichardo dio la anestesia clorofórmica en esa<br />

impresionante tarea.<br />

Otro sensacional caso <strong>de</strong> cirujía fue el <strong>de</strong> una pobre adolescente campesina, cuyo<br />

cuerpo fue llevado a mi consultorio sobre una burda camilla i parte <strong>de</strong> sus intestinos<br />

en una litera. Había caído <strong>de</strong> una mata <strong>de</strong> guásuma i su vientre fue herido por un trozo<br />

<strong>de</strong> leña que yacía cerca <strong>de</strong>l tronco <strong>de</strong> ese árbol. La jovencita salió corriendo i gritando<br />

cuando vio algunas <strong>de</strong> sus tripas que rodaban por el suelo i dos perros la amenazaban<br />

con <strong>de</strong>strozarlas.<br />

Sin ninguna turbación ejecuté la laparatomía impuesta en esos casos. Uno <strong>de</strong> mis clientes,<br />

vecino <strong>de</strong> mi domicilio, me ayudó a empren<strong>de</strong>r esa operación. Limpié tranquilamente el<br />

interior i el exterior <strong>de</strong>l abdomen, hice igual con los intestinos i las otras vísceras abdominales,<br />

i cerré la piel no sin poner en ella dos drenes, uno profundo i el otro superficial. Esa<br />

corajuda muchacha se recuperó totalmente en menos <strong>de</strong> dos semanas.<br />

—Entre mis distintos atareos profesionales <strong>de</strong>bo mencionar uno, or<strong>de</strong>nado por disposiciones<br />

<strong>de</strong>l sino que siempre nos acecha: Una joven pareja <strong>de</strong> novios campesinos que<br />

por tercera vez se habían <strong>de</strong>cidido a celebrar sus bodas i tres veces fueron impedidos por<br />

razones extraordinarias. Después <strong>de</strong> esas frustraciones, por fin, una extensa comitiva <strong>de</strong> sus<br />

familiares i amigos los acompañaban al matrimonio, en el pueblo, cuando antes <strong>de</strong> va<strong>de</strong>ar el<br />

arroyo <strong>de</strong> Güisa dos corceles, los <strong>de</strong> los novios, se encabritaron i resistieron a continuar en<br />

el camino. En vano les bañaron las patas en ese momento. Al fin fueron forzados a ir a la otra<br />

orilla, pero tan furiosos estaban que el animal <strong>de</strong>l novio le pateó <strong>de</strong> tal modo que lo <strong>de</strong>rribó<br />

con una profunda herida en la frente. Lo llevaron a mi consultorio i allí lo atendí i le inyecté<br />

vacuna antitetánica. El Juez Civil i el sacerdote dieron fin a esa soltería, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo cual<br />

la compunjida caravana regresó a su poblado en don<strong>de</strong> la celebración <strong>de</strong>l matrimonio<br />

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