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23.04.2013 Views

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES que le cobró Monsieur Bruat, seducido, como todos los maestros de Duarte, por la curiosidad científica que tanto llamó su atención en este adolescente de inteligencia despejada, se ensancharon prodigiosamente no sólo durante su estancia en París, sino también en forma constante después de su regreso a la patria, sin duda porque el futuro caudillo de la separación se dio cuenta desde el principio de la importancia que tendría para la realización de sus planes el dominio del habla de los invasores. Cuando llega a Hamburgo, a raíz de su segundo destierro, se dedica con calor al estudio de la lengua alemana, y luego persiste durante largo tiempo en él la aspiración a dominar ese nuevo idioma que lo seduce por las perspectivas que ofrece a sus estudios filosóficos y porque pone a su alcance una fuente científica de riqueza insospechada. El doctor Juan Vicente Moscoso lo inició en 1834 en los misterios de la lengua latina. El aprendizaje del latín excita particularmente su curiosidad no sólo porque esa lengua madre le da acceso al mundo de Tácito y de los historiadores antiguos, verdadero centro de su alma que parece pertenecer a los grandes tiempos del patriotismo romano, sino también porque ya las Sagradas Escrituras, su libro de cabecera, le habían infundido el amor al sacerdocio y habían despertado en su corazón la llama religiosa. La filosofía fue otra de las aficiones desinteresadas de Duarte. Empezó a cursarla en España, y el hecho de hallarse nuevamente en auge, cuando visita por primera vez a Barcelona, las enseñanzas de Raimundo Lulio, lo lleva al través de los libros del beato mallorquín a familiarizarse con ese aspecto de la cultura humana. Tan profundamente se penetró del espíritu de las ciencias filosóficas, que luego manifestará su devoción a esa disciplina con palabras dignas de Sócrates: “La política no es una especulación; es la ciencia más pura y la más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias nobles”. Con el sacerdote peruano Gaspar Hernández, activo animador de la idea separatista, continuó en 1842 los estudios que inició en Cataluña. Después, en los cuatro lustros pasados en el desierto, sin más compañía que la de las tribus semisalvajes del Orinoco, el estoicismo que la filosofía sembró en su alma tendrá ocasión de ejercitarse hasta un grado que rebasa los límites del sufrimiento humano. El ejemplo de Raimundo Lulio, en cuyas doctrinas se nutrió su mente todavía no trabajada por otras tendencias filosóficas, debió de presentársele más una vez en la selva bajo la forma trágica del mártir perseguido por los infieles y apedreado ante las aras de los ídolos bárbaros con saña supersticiosa. Las matemáticas le revelan por aquella misma época sus secretos que carecen de aridez para este estudiante incansable a quien ante todo seducen los severos perfiles de la verdad científica. La sequedad de esta disciplina, aparentemente en desacuerdo con sus aficiones literarias, no le impide consagrar largas horas a la música y recibir del profesor Calié lecciones de dibujo. Con el músico dominicano Antonio Mendoza domina desde muy joven la flauta y se inicia en algunos instrumentos de cuerda. De España trajo en 1833 una incontenible afición a la guitarra. Con la música alterna la poesía. Antes de que la política absorba por completo su espíritu y lo aparte de esas distracciones inocentes, intenta más de una vez expresar en versos y en fragmentos musicales los sentimientos propios de su juventud soñadora. Pero Duarte no fue un hombre de genio creador, sino de inteligencia poderosamente receptiva. Nunca acertó a traducir las crisis de su alma, sino en poemas mediocres y en documentos de gran altura moral, pero de forma desmedrada. El hecho mismo, sin embargo, de que la naturaleza le hubiera negado el don de los artistas creadores, hace aún más digna 822

de admiración y de respeto su tendencia a los estudios desinteresados: en su amor a la filosofía y al dibujo, a las matemáticas y a la poesía, a los idiomas y a la música, no interviene el estímulo económico ni se refleja aquel sentimiento de vanidad y de orgullo que es el que a menudo excita la sensibilidad artística o el que desata muchas veces en el hombre la vena de la inspiración literaria. EL PATRIOTA Apostolado patriótico JOAQUÍN BALAGUER | EL CRISTO DE LA LIBERTAD Mientras cultiva su espíritu, Duarte no cesa de transmitir los conocimientos que adquiere a la juventud de su ciudad nativa. Durante cuatro años consecutivos, de 1834 a 1838, no ha dejado de ofrecer clases de idiomas y de matemáticas a un grupo de jóvenes humildes que acuden todas las tardes al almacén situado en la calle de “La Atarazana”. A los más preparados, pertenecientes muchos de ellos a las familias más distinguidas de la antigua capital de la colonia, les franquea las puertas de la filosofía y de otras ramas de las humanidades. La popularidad y el ascendiente del joven maestro cunden sobre una gran parte de la población con este apostolado. Muchos de los discípulos empiezan a sentir por él una adhesión fervorosa. Su sabiduría y su dedicación a la enseñanza de la juventud, le han convertido en el centro de un grupo numeroso de conciencias juveniles en las cuales se agita en cierne la patria en esperanza. Duarte se ocupa durante estos cuatro años en mantener al día los libros del establecimiento comercial de su padre. Pero como no es mucha la labor que exige el escaso movimiento del almacén de don Juan José Duarte, debido a que la demanda de artículos de marinería había considerablemente mermado con las medidas adoptadas por Boyer para aislar la isla del comercio extranjero, el joven contabilista dispone de casi todo su tiempo para la obra de preparar a la juventud que ha de realizar la independencia. Al mismo tiempo que suministra lecciones gratuitas de aritmética y de lengua inglesa a jóvenes procedentes de todas las clases sociales, hace circular sus libros entre los discípulos más aventajados y se ocupa personalmente en atraer de nuevo a quienes se muestran tibios o a quienes desertan por apatía de sus clases improvisadas. Pronto el almacén de “La Atarazana” se convierte en sede de una junta revolucionaria. La palabra de Duarte ha penetrado en el corazón de un grupo de jóvenes idealistas y poco a poco se han fundido las voluntades de todos en una aspiración común: la de separar la parte española de la isla de la parte haitiana. Pero ahora la liberación no se realizaría, como en 1809, en beneficio de España, sino en provecho exclusivo de la antigua colonia, que sería esta vez emancipada. Duarte lanza, pues, la idea, y la acogen con entusiasmo aquellos de sus discípulos que más se han destacado por su fervor a los principios que predica el apóstol y aquellos que le testimonian una fidelidad más abnegada: Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandrino Pina, Félix María Ruiz, Benito González, Juan Nepomuceno Ravelo, José María Serra, Felipe Alfau y Jacinto de la Concha. La misión de esta junta, para cuya instalación debía escoger su iniciador alguna fecha solemne, consistiría en preparar, dentro de un ambiente de sigilo, la conjura contra los invasores. Los resultados dependerían, según lo hizo saber al grupo el propio Duarte, de que 823

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

que le cobró Monsieur Bruat, seducido, como todos los maestros <strong>de</strong> Duarte, por la curiosidad<br />

científica que tanto llamó su atención en este adolescente <strong>de</strong> inteligencia <strong>de</strong>spejada, se<br />

ensancharon prodigiosamente no sólo durante su estancia en París, sino también en forma<br />

constante <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su regreso a la patria, sin duda porque el futuro caudillo <strong>de</strong> la separación<br />

se dio cuenta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong> la importancia que tendría para la realización<br />

<strong>de</strong> sus planes el dominio <strong>de</strong>l habla <strong>de</strong> los invasores. Cuando llega a Hamburgo, a raíz <strong>de</strong><br />

su segundo <strong>de</strong>stierro, se <strong>de</strong>dica con calor al estudio <strong>de</strong> la lengua alemana, y luego persiste<br />

durante largo tiempo en él la aspiración a dominar ese nuevo idioma que lo seduce por las<br />

perspectivas que ofrece a sus estudios filosóficos y porque pone a su alcance una fuente<br />

científica <strong>de</strong> riqueza insospechada.<br />

El doctor Juan Vicente Moscoso lo inició en 1834 en los misterios <strong>de</strong> la lengua latina. El<br />

aprendizaje <strong>de</strong>l latín excita particularmente su curiosidad no sólo porque esa lengua madre<br />

le da acceso al mundo <strong>de</strong> Tácito y <strong>de</strong> los historiadores antiguos, verda<strong>de</strong>ro centro <strong>de</strong> su alma<br />

que parece pertenecer a los gran<strong>de</strong>s tiempos <strong>de</strong>l patriotismo romano, sino también porque<br />

ya las Sagradas Escrituras, su libro <strong>de</strong> cabecera, le habían infundido el amor al sacerdocio<br />

y habían <strong>de</strong>spertado en su corazón la llama religiosa.<br />

La filosofía fue otra <strong>de</strong> las aficiones <strong>de</strong>sinteresadas <strong>de</strong> Duarte. Empezó a cursarla en<br />

España, y el hecho <strong>de</strong> hallarse nuevamente en auge, cuando visita por primera vez a Barcelona,<br />

las enseñanzas <strong>de</strong> Raimundo Lulio, lo lleva al través <strong>de</strong> los libros <strong>de</strong>l beato mallorquín<br />

a familiarizarse con ese aspecto <strong>de</strong> la cultura humana. Tan profundamente se penetró <strong>de</strong>l<br />

espíritu <strong>de</strong> las ciencias filosóficas, que luego manifestará su <strong>de</strong>voción a esa disciplina con<br />

palabras dignas <strong>de</strong> Sócrates: “La política no es una especulación; es la ciencia más pura y<br />

la más digna, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la filosofía, <strong>de</strong> ocupar las inteligencias nobles”. Con el sacerdote<br />

peruano Gaspar Hernán<strong>de</strong>z, activo animador <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a separatista, continuó en 1842 los<br />

estudios que inició en Cataluña. Después, en los cuatro lustros pasados en el <strong>de</strong>sierto, sin<br />

más compañía que la <strong>de</strong> las tribus semisalvajes <strong>de</strong>l Orinoco, el estoicismo que la filosofía<br />

sembró en su alma tendrá ocasión <strong>de</strong> ejercitarse hasta un grado que rebasa los límites <strong>de</strong>l<br />

sufrimiento humano. El ejemplo <strong>de</strong> Raimundo Lulio, en cuyas doctrinas se nutrió su mente<br />

todavía no trabajada por otras ten<strong>de</strong>ncias filosóficas, <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> presentársele más una vez<br />

en la selva bajo la forma trágica <strong>de</strong>l mártir perseguido por los infieles y apedreado ante las<br />

aras <strong>de</strong> los ídolos bárbaros con saña supersticiosa.<br />

Las matemáticas le revelan por aquella misma época sus secretos que carecen <strong>de</strong><br />

ari<strong>de</strong>z para este estudiante incansable a quien ante todo seducen los severos perfiles <strong>de</strong><br />

la verdad científica. La sequedad <strong>de</strong> esta disciplina, aparentemente en <strong>de</strong>sacuerdo con sus<br />

aficiones literarias, no le impi<strong>de</strong> consagrar largas horas a la música y recibir <strong>de</strong>l profesor<br />

Calié lecciones <strong>de</strong> dibujo. Con el músico dominicano Antonio Mendoza domina <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy<br />

joven la flauta y se inicia en algunos instrumentos <strong>de</strong> cuerda. De España trajo en 1833 una<br />

incontenible afición a la guitarra. Con la música alterna la poesía. Antes <strong>de</strong> que la política<br />

absorba por completo su espíritu y lo aparte <strong>de</strong> esas distracciones inocentes, intenta más<br />

<strong>de</strong> una vez expresar en versos y en fragmentos musicales los sentimientos propios <strong>de</strong> su<br />

juventud soñadora.<br />

Pero Duarte no fue un hombre <strong>de</strong> genio creador, sino <strong>de</strong> inteligencia po<strong>de</strong>rosamente<br />

receptiva. Nunca acertó a traducir las crisis <strong>de</strong> su alma, sino en poemas mediocres y en documentos<br />

<strong>de</strong> gran altura moral, pero <strong>de</strong> forma <strong>de</strong>smedrada. El hecho mismo, sin embargo,<br />

<strong>de</strong> que la naturaleza le hubiera negado el don <strong>de</strong> los artistas creadores, hace aún más digna<br />

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