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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES cara a cara, con sus ojos asombrados de estudiante de filosofía, el nacimiento de un nuevo mundo moral que empieza a remover a Europa y que brota lentamente de las entrañas de sus pueblos cansados. En lo sucesivo, un solo pensamiento lo domina: el de anticipar su regreso para emprender en su patria la obra de convencimiento y de conspiración necesaria hasta que logre arrancar y sustituir por otra que ya ondea en sus sueños la odiosa bandera que al partir dejó flotando sobre la vieja fortaleza española. El retorno Finaliza el año de 1833 cuando Juan Pablo Duarte abandona a Europa y emprende el camino del regreso. Los parientes que sobre el viejo y destartalado muelle del Puerto de Santo Domingo de Guzmán lo reciben una mañana en sus brazos, ante la indiferencia de los soldados haitianos que vigilan los contornos y efectúan el registro de las embarcaciones que de cuando en cuando llegan al Ozama, quedan sorprendidos de la transformación experimentada por el viajero y de la cual el rostro muestra algunos signos visibles: la fisonomía se ha vuelto más severa y en los ojos azules se ha hecho más honda y más frecuente la nube de la melancolía. La casa de don Juan José Duarte y de doña Manuela Diez se llena pocas horas más tarde de familiares y amigos que acuden a saludar con júbilo al recién llegado. Entre ellos se filtran muchos curiosos ávidos de noticias del exterior, y algunos jóvenes de espíritu inquieto a quienes una secreta afinidad aproxima al futuro Padre de la Patria. Las miradas de Duarte se detienen con atención en algunos de sus compañeros de infancia. Allí está Juan Isidro Pérez, un estudiante de alma tierna que parece excederlos a todos en adhesión inconsciente y pasional al que desde aquel mismo día reconocerá por maestro; Juan Alejandro Acosta, ya a la sazón marino experimentado, y visitante asiduo del almacén abierto por Juan José Duarte en la calle de La Atarazana; José María Serra y algunos jóvenes más de temperamento romántico que no habían visto otras costas que las de su país nativo; pero que en la cautividad se habían refugiado en la meditación soñadora. Entre las personas de viso que con mayor entusiasmo celebran el retorno de Duarte, figuran el presbítero José Antonio Bonilla y el doctor Manuel María Valverde. Este último interrumpe súbitamente las expansiones amistosas de los visitantes, para hacer a Juan Pablo una pregunta que no produjo en ninguno de los presentes la menor sorpresa: —Y ¿qué fue lo que más te impresionó en tus viajes por Europa? Cuando todos, inclusive el interpelante, esperaban una respuesta frívola, Duarte responde con voz trémula, pero teñida de emoción y de firmeza: —Los fueros y las libertades de Cataluña; fueros y libertades que espero demos un día nosotros a nuestra patria. La frase cayó en medio de la sala como un proyectil fulminante. José María Serra se levantó electrizado de su asiento, y Juan Isidro Pérez, vibrante como una cuerda golpeada, tembló desde los pies a la cabeza. El doctor Valverde, desconcertado primeramente por aquella respuesta inesperada, se adelantó luego hacia su amigo para decirle con voz cálida: —Si algún día emprendes esa magna obra, cuenta con mi cooperación. Algunas semanas después, Duarte se reúne con los amigos y condiscípulos que se congregaron en su hogar el día de su llegada. Pero durante estos primeros encuentros, no denuncia a nadie sus propósitos ni deja traslucir en sus palabras el motivo de sus preocupaciones. 820
Todos sus pasos, por el contrario, parecen obedecer a una cautela asombrosa. Su primera medida debe consistir en una obra de captación personal, y a lo que tiende por el momento es a atraerse a los hombres que por razones de edad y de sentimiento son más susceptibles de adherirse con entusiasmo a la empresa que ya tiene proyectada. El medio que utiliza para esta labor de atracción es el del ascendiente moral que sobre muchas de esas almas jóvenes podía entonces darle la superioridad de la cultura. Gracias a los conocimientos que adquirió durante su estancia en Barcelona, y a cierto don de simpatía personal con que lo dotó abundantemente la naturaleza, le fue fácil convertirse en el mentor de aquella juventud ansiosa de enseñanza. El almacén de la calle de La Atarazana se transforma en una especie de ágora adonde acuden muchos jóvenes a recibir cada día de labios de Juan Pablo Duarte lecciones de latinidad, de matemáticas, de literatura, de filosofía y de otras ramas del saber humano. El maestro habla a sus discípulos sin petulancia, pero subraya sus palabras con el ademán persuasivo del que convence y del que crea. Aquellas lecciones, que tenían más bien el carácter de un diálogo que el de una cátedra, despiertan en muchos de los que escuchan fibras que durante el cautiverio permanecieron ignoradas: en José María Serra nace la vena del escritor y del poeta emotivo; en Pedro Alejandrino Pina empiezan a vibrar, con resonancias de himno patriótico, las cadencias de la cuerda oratoria; y en los demás brota, con impetuosa energía, el sentimiento nacionalista, revuelto a veces con el de la inspiración literaria. Las ciencias y las letras crean desde aquel momento, entre Duarte y sus discípulos, una fraternidad que en lo sucesivo se irá haciendo más estrecha con el sufrimiento y las persecuciones. Creado el vínculo indestructible mediante esa especie de elación enigmática que tiene la palabra de los grandes redentores, Duarte se decide a desnudar su pensamiento a aquellos de sus compañeros a quienes considera más adictos a él o más aptos para la labor de propaganda secreta que la libertad de la patria hará en lo adelante necesaria. Mientras Juan Pablo Duarte pasa con sus discípulos del trato puramente intelectual al conciliábulo patriótico, las autoridades haitianas contemplan con indiferencia los movimientos de este grupo de conspiradores: el gobernador Alexi Carrié, sucesor de Borgellá, no sospecha siquiera que aquel joven pálido, que parece tener el soñar y el leer libros de filosofía por ocupación constante, sea capaz de erigirse en vengador de su patria y de encender la llama de la revolución en el alma de la nacionalidad sojuzgada. El caballero del espíritu JOAQUÍN BALAGUER | EL CRISTO DE LA LIBERTAD Una de las pruebas más significativas de la elevación espiritual de Duarte, es su sed de sabiduría y su amor a los estudios desinteresados. Desde que aprende a leer, bajo la dirección de su madre y de la señora de Montilla, muestra una curiosidad intelectual insaciable. Después de su retorno de España, se dedica con más tesón que nunca a atesorar conocimientos para el cultivo de su propio espíritu y no para fines de utilidad inmediata. Desde la niñez, siente el hechizo de la Geografía y la atracción de los viajes. Con el afán de conocer tierras exóticas y con el gusto por los estudios geográficos, nace en él el amor a las más diversas lenguas extranjeras. Empieza a estudiar el inglés en la adolescencia con un ciudadano británico residente a la sazón en Santo Domingo, el señor Groot, y luego lo perfecciona con Mr. Davis durante el tiempo en que permanece en Nueva York de paso para Europa. Las nociones de lengua francesa que adquirió en su propio país, gracias a la estimación 821
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Todos sus pasos, por el contrario, parecen obe<strong>de</strong>cer a una cautela asombrosa. Su primera<br />
medida <strong>de</strong>be consistir en una obra <strong>de</strong> captación personal, y a lo que tien<strong>de</strong> por el momento<br />
es a atraerse a los hombres que por razones <strong>de</strong> edad y <strong>de</strong> sentimiento son más susceptibles<br />
<strong>de</strong> adherirse con entusiasmo a la empresa que ya tiene proyectada. El medio que utiliza<br />
para esta labor <strong>de</strong> atracción es el <strong>de</strong>l ascendiente moral que sobre muchas <strong>de</strong> esas almas<br />
jóvenes podía entonces darle la superioridad <strong>de</strong> la cultura. Gracias a los conocimientos que<br />
adquirió durante su estancia en Barcelona, y a cierto don <strong>de</strong> simpatía personal con que lo<br />
dotó abundantemente la naturaleza, le fue fácil convertirse en el mentor <strong>de</strong> aquella juventud<br />
ansiosa <strong>de</strong> enseñanza.<br />
El almacén <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> La Atarazana se transforma en una especie <strong>de</strong> ágora adon<strong>de</strong><br />
acu<strong>de</strong>n muchos jóvenes a recibir cada día <strong>de</strong> labios <strong>de</strong> Juan Pablo Duarte lecciones <strong>de</strong> latinidad,<br />
<strong>de</strong> matemáticas, <strong>de</strong> literatura, <strong>de</strong> filosofía y <strong>de</strong> otras ramas <strong>de</strong>l saber humano. El maestro<br />
habla a sus discípulos sin petulancia, pero subraya sus palabras con el a<strong>de</strong>mán persuasivo<br />
<strong>de</strong>l que convence y <strong>de</strong>l que crea. Aquellas lecciones, que tenían más bien el carácter <strong>de</strong> un<br />
diálogo que el <strong>de</strong> una cátedra, <strong>de</strong>spiertan en muchos <strong>de</strong> los que escuchan fibras que durante<br />
el cautiverio permanecieron ignoradas: en José María Serra nace la vena <strong>de</strong>l escritor y <strong>de</strong>l<br />
poeta emotivo; en Pedro Alejandrino Pina empiezan a vibrar, con resonancias <strong>de</strong> himno<br />
patriótico, las ca<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> la cuerda oratoria; y en los <strong>de</strong>más brota, con impetuosa energía,<br />
el sentimiento nacionalista, revuelto a veces con el <strong>de</strong> la inspiración literaria.<br />
Las ciencias y las letras crean <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel momento, entre Duarte y sus discípulos, una<br />
fraternidad que en lo sucesivo se irá haciendo más estrecha con el sufrimiento y las persecuciones.<br />
Creado el vínculo in<strong>de</strong>structible mediante esa especie <strong>de</strong> elación enigmática que<br />
tiene la palabra <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s re<strong>de</strong>ntores, Duarte se <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> a <strong>de</strong>snudar su pensamiento a<br />
aquellos <strong>de</strong> sus compañeros a quienes consi<strong>de</strong>ra más adictos a él o más aptos para la labor<br />
<strong>de</strong> propaganda secreta que la libertad <strong>de</strong> la patria hará en lo a<strong>de</strong>lante necesaria.<br />
Mientras Juan Pablo Duarte pasa con sus discípulos <strong>de</strong>l trato puramente intelectual al<br />
conciliábulo patriótico, las autorida<strong>de</strong>s haitianas contemplan con indiferencia los movimientos<br />
<strong>de</strong> este grupo <strong>de</strong> conspiradores: el gobernador Alexi Carrié, sucesor <strong>de</strong> Borgellá, no<br />
sospecha siquiera que aquel joven pálido, que parece tener el soñar y el leer libros <strong>de</strong> filosofía<br />
por ocupación constante, sea capaz <strong>de</strong> erigirse en vengador <strong>de</strong> su patria y <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>r la<br />
llama <strong>de</strong> la revolución en el alma <strong>de</strong> la nacionalidad sojuzgada.<br />
El caballero <strong>de</strong>l espíritu<br />
JOAQUÍN BALAGUER | EL CRISTO DE LA LIBERTAD<br />
Una <strong>de</strong> las pruebas más significativas <strong>de</strong> la elevación espiritual <strong>de</strong> Duarte, es su sed <strong>de</strong><br />
sabiduría y su amor a los estudios <strong>de</strong>sinteresados. Des<strong>de</strong> que apren<strong>de</strong> a leer, bajo la dirección<br />
<strong>de</strong> su madre y <strong>de</strong> la señora <strong>de</strong> Montilla, muestra una curiosidad intelectual insaciable. Después<br />
<strong>de</strong> su retorno <strong>de</strong> España, se <strong>de</strong>dica con más tesón que nunca a atesorar conocimientos<br />
para el cultivo <strong>de</strong> su propio espíritu y no para fines <strong>de</strong> utilidad inmediata.<br />
Des<strong>de</strong> la niñez, siente el hechizo <strong>de</strong> la Geografía y la atracción <strong>de</strong> los viajes. Con el afán<br />
<strong>de</strong> conocer tierras exóticas y con el gusto por los estudios geográficos, nace en él el amor<br />
a las más diversas lenguas extranjeras. Empieza a estudiar el inglés en la adolescencia con<br />
un ciudadano británico resi<strong>de</strong>nte a la sazón en Santo Domingo, el señor Groot, y luego lo<br />
perfecciona con Mr. Davis durante el tiempo en que permanece en Nueva York <strong>de</strong> paso para<br />
Europa. Las nociones <strong>de</strong> lengua francesa que adquirió en su propio país, gracias a la estimación<br />
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