Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES –un David anciano e indeciso, temeroso de escoger mal y provocar con ello los daños que sin duda quería evitar–, partía la confusión; esa confusión se tornaba tensión en el ánimo de los presuntos herederos y de sus partidarios; y al centro volvía la tensión para confundir más a David. Adonías se aprovechaba de la duda general; montaba carro, se hacía preceder de hombres a caballo y decía en todas partes: “Yo reinaré”. David le dejaba hacer. Tal era la situación cuando un día Adonías invitó a Joab, a Abiatar y a todos sus hermanos, menos a Salomón, para un gran banquete que daría en la fuente de En Roguel. El banquete seguiría a un holocausto a Yavé en que iban a ser sacrificados bueyes, becerros y ovejas cebados, animales escogidos, hermosos animales primarios, sin manchas ni defectos. Al acto irían también los dignatarios del reino procedentes de Judá, todos los partidarios de Adonías en la casa del rey y quién sabe cuántos de sus amigos de los que no pertenecían al círculo real. La noticia alarmó al partido de Salomón. Pues para un sacrificio similar marchó Absalón a Hebrón en las vísperas de su alzamiento. Adonías, que había imitado a su infortunado hermano en hacerse preceder por hombres de caballería –por cincuenta hombres, dicen en ambos casos los textos, aunque puede tratarse de una confusión– y en usar carro para moverse, podía estar planeando imitarlo también en rebelarse a raíz de un gran sacrificio. Más aún, el pretexto del sacrificio le sirvió a Absalón para reunir a sus seguidores, e igual cosa podía estar haciendo Adonías. La carne de los animales sacrificados pasaba a ser usada en la mesa del banquete y por el número de bestias que figuraban en el holocausto podía suponerse el número de los comensales que en este caso era el número de los conspiradores. Adonías y los suyos se hallaban reunidos en las cercanías de Jerusalén. ¿Pensaba el hijo de David hacerse proclamar allí rey y marchar sobre la ciudad, que quedaba a su alcance? ¿No estaban con él el jefe de los ejércitos y el jefe de los sacerdotes, uno para mandar las fuerzas y el otro para ungirle monarca de Israel? En este momento surge como el estratega y el táctico de los partidarios de Salomón el mismo hombre que encaró a David con la sangre de Urías, esto es, Natán. Astuto y enérgico, había nacido con madera de un caudillo y sabía actuar en el momento preciso. Le informaron a Natán lo que estaba haciendo Adonías; sin perder tiempo llamó a Betsabé y le dijo que fuera a ver al rey, que le preguntara si no había él jurado que su sucesor sería Salomón, que de ser así cómo podría explicarse que Adonías estuviera reinando en ese momento. Natán acordó con Betsabé hacer él su entrada en la estancia real cuando ella estuviera hablando con David. Así sucedió, y las palabras de Betsabé fueron confirmadas por Natán cuya autoridad era mucha porque se tenía por profeta de Yavé. El plan de Natán dio sus frutos. El anciano rey no quería verse huyendo de nuevo por los camino de Israel como le sucedió cuando se rebeló Absalón, y con la rapidez de sus mejores tiempos dio las órdenes oportunas para que su hijo Salomón fuera ungido rey. Allí, a mano, tenía a Sadoc, sacerdote, y a Natán, profeta: ellos derramarían sobre la cabeza del hijo de Betsabé el óleo de Yavé. Para darle señal de posesión de cuanto era suyo, él le haría cabalgar en su propia mula, y en este detalle podemos hallar una versión mucho más evolucionada de la posesión del harén ajeno como señal de señorío y propiedad. Salomón no fue ungido en el palacio real, sino en la fuente de Guijón, y así, mientras uno de los hijos conspiraba en En Roguel el otro era ungido rey en Guijón. El anciano rey había recuperado en un minuto su proverbial rapidez para la acción. Cuando Salomón y los que le acompañaban volvían a Jerusalén, resonaron las trompetas, salieron a recibirles las multitudes y el aire quedó castigado por los gritos de “¡Viva el rey!”. Adonías y sus partidarios oyeron el clamor. Estaban al final del banquete. Joab preguntó: “¿Por qué con 806

JUAN BOSCH | DAVID, BIOGRAFÍA DE UN REY tanto estrépito se alborota la ciudad?” (I Reyes, 1:41). Jonatán, el hijo de Abiatar, que llegaba en tal momento, les dio la noticia: Salomón había sido ungido rey en la fuente de Guijón por Sadoc y Natán en presencia de Banayas, Joyadas y la guardia real. Las voces que se oían eran las aclamaciones y las bendiciones con que Jerusalén recibía a su nuevo señor. David había tornado a ser el rayo de Israel y había fulminado de manera relampagueante la conspiración de Adonías, si en verdad se trataba de una conspiración. Pues tal vez no era cierto que su hijo mayor pensara proclamarse rey ese día. Es muy difícil que estando con él Joab decidiera hacerlo. Joab, que fue toda su vida leal a su tío, más leal a David que David mismo, no habría admitido participar en una conspiración para derrocar a David. Quizá el objeto de Adonías y de sus partidarios al reunirse en En Roguel fue combinar la manera de actuar sobre el rey para que se decidiera en favor del hijo de Aguit. Pero de ser así olvidaron que su conducta iba a parecerse mucho a los ojos de David a la conducta de Absalón el día en que decidió rebelarse. Por otra parte, David no podía pensar que Natán mentía. Fuera o no cierto que conspiraba, al oír a Jonatán Adonías entró en miedo. Aprovechándose de la confusión del momento penetró en Jerusalén y corrió a refugiarse en el Tabernáculo; allí se acogió a los cuernos del altar y de allí no se movió sino cuando Salomón mandó decirle que si “se porta lealmente ni uno de sus cabellos caerá a tierra; pero si algo malo trama, morirá” (I Reyes, 1:52). Adonías fue a prosternarse a los pies del nuevo rey y éste le ordenó irse a su hogar. La sucesión, pues, se efectuó sin que se derramara la sangre de la casa de David. Pero sucedía así por el momento. Pues Salomón, llamado el rey sabio, acudiría con frecuencia a la espada, y no a la sabiduría, para afirmar el reino que heredó. Algunos historiadores piensan que la unción de Salomón tuvo lugar en 972 A. de C. La mayoría de esos historiadores estiman que David murió en 970 A. de C., dos años después de haber resignado la monarquía en favor de Salomón. Pero para nosotros, que hemos aceptado como año primero del reinado de David en Judá el 1010 A. de C. y por tanto el 1040 como el de su nacimiento, la abdicación en favor de Salomón sería en 970 y la muerte por tanto, entre ese año y el 968 A. de C. Puede haber muerto un año después de haber abdicado, y para el caso es lo mismo. Porque el viejo caudillo ya no hizo otra cosa que planear el templo que su hijo había de construir. Debió ir pensando en él lentamente, quizá desde un lustro antes, hasta tener esbozados uno por uno todos los detalles: “la traza del pórtico y de sus dependencias y oficinas, de las salas, de las cámaras y de la casa del propiciatorio. Asimismo la traza de cuanto él quería hacer para los atrios de la casa de Yavé, para las cámaras de alrededor, para los tesoros de la casa de Yavé y para los tesoros de las cosas sagradas” (I Paralip., 28:11 al 13). Y todos esos planos –que la Biblia llama “trazas”– así como los modelos de todos los utensilios de plata y oro que debían usarse en el templo, con detalles del peso de cada uno en metal, se los entregó a Salomón. Invitó luego a los personajes de Israel al palacio, y ya reunidos les habló para pedirles que dieran su contribución para el templo que habría de levantar su hijo y heredero. El ofreció la suya, “tres mil talentos de oro, de oro de Ofir, y siete mil talentos de plata fina”, y a seguidas todos los presentes volcaron sus bolsas. De manera que ese día quedó asegurada allí la erección del templo, obra por la cual sólo a Salomón se le reconocerían méritos. Pero no sólo la erección del templo aseguró en esa ocasión. El viejo caudillo era demasiado astuto para no saber que su hijo, joven de poco más de dieciocho años, corría peligro de ser desconocido como rey. Terminó, pues, la jornada con un sacrificio 807

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–un David anciano e in<strong>de</strong>ciso, temeroso <strong>de</strong> escoger mal y provocar con ello los daños que sin<br />

duda quería evitar–, partía la confusión; esa confusión se tornaba tensión en el ánimo <strong>de</strong><br />

los presuntos here<strong>de</strong>ros y <strong>de</strong> sus partidarios; y al centro volvía la tensión para confundir<br />

más a David. Adonías se aprovechaba <strong>de</strong> la duda general; montaba carro, se hacía prece<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> hombres a caballo y <strong>de</strong>cía en todas partes: “Yo reinaré”. David le <strong>de</strong>jaba hacer. Tal era la<br />

situación cuando un día Adonías invitó a Joab, a Abiatar y a todos sus hermanos, menos a<br />

Salomón, para un gran banquete que daría en la fuente <strong>de</strong> En Roguel. El banquete seguiría a<br />

un holocausto a Yavé en que iban a ser sacrificados bueyes, becerros y ovejas cebados, animales<br />

escogidos, hermosos animales primarios, sin manchas ni <strong>de</strong>fectos. Al acto irían también los<br />

dignatarios <strong>de</strong>l reino proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> Judá, todos los partidarios <strong>de</strong> Adonías en la casa <strong>de</strong>l rey<br />

y quién sabe cuántos <strong>de</strong> sus amigos <strong>de</strong> los que no pertenecían al círculo real.<br />

La noticia alarmó al partido <strong>de</strong> Salomón. Pues para un sacrificio similar marchó Absalón a<br />

Hebrón en las vísperas <strong>de</strong> su alzamiento. Adonías, que había imitado a su infortunado hermano<br />

en hacerse prece<strong>de</strong>r por hombres <strong>de</strong> caballería –por cincuenta hombres, dicen en ambos casos<br />

los textos, aunque pue<strong>de</strong> tratarse <strong>de</strong> una confusión– y en usar carro para moverse, podía estar<br />

planeando imitarlo también en rebelarse a raíz <strong>de</strong> un gran sacrificio. Más aún, el pretexto <strong>de</strong>l<br />

sacrificio le sirvió a Absalón para reunir a sus seguidores, e igual cosa podía estar haciendo<br />

Adonías. La carne <strong>de</strong> los animales sacrificados pasaba a ser usada en la mesa <strong>de</strong>l banquete y por el<br />

número <strong>de</strong> bestias que figuraban en el holocausto podía suponerse el número <strong>de</strong> los comensales<br />

que en este caso era el número <strong>de</strong> los conspiradores. Adonías y los suyos se hallaban reunidos<br />

en las cercanías <strong>de</strong> Jerusalén. ¿Pensaba el hijo <strong>de</strong> David hacerse proclamar allí rey y marchar<br />

sobre la ciudad, que quedaba a su alcance? ¿No estaban con él el jefe <strong>de</strong> los ejércitos y el jefe <strong>de</strong><br />

los sacerdotes, uno para mandar las fuerzas y el otro para ungirle monarca <strong>de</strong> Israel?<br />

En este momento surge como el estratega y el táctico <strong>de</strong> los partidarios <strong>de</strong> Salomón el<br />

mismo hombre que encaró a David con la sangre <strong>de</strong> Urías, esto es, Natán. Astuto y enérgico,<br />

había nacido con ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> un caudillo y sabía actuar en el momento preciso. Le informaron<br />

a Natán lo que estaba haciendo Adonías; sin per<strong>de</strong>r tiempo llamó a Betsabé y le dijo que<br />

fuera a ver al rey, que le preguntara si no había él jurado que su sucesor sería Salomón, que<br />

<strong>de</strong> ser así cómo podría explicarse que Adonías estuviera reinando en ese momento. Natán<br />

acordó con Betsabé hacer él su entrada en la estancia real cuando ella estuviera hablando con<br />

David. Así sucedió, y las palabras <strong>de</strong> Betsabé fueron confirmadas por Natán cuya autoridad<br />

era mucha porque se tenía por profeta <strong>de</strong> Yavé.<br />

El plan <strong>de</strong> Natán dio sus frutos. El anciano rey no quería verse huyendo <strong>de</strong> nuevo por los<br />

camino <strong>de</strong> Israel como le sucedió cuando se rebeló Absalón, y con la rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> sus mejores<br />

tiempos dio las ór<strong>de</strong>nes oportunas para que su hijo Salomón fuera ungido rey. Allí, a mano,<br />

tenía a Sadoc, sacerdote, y a Natán, profeta: ellos <strong>de</strong>rramarían sobre la cabeza <strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong><br />

Betsabé el óleo <strong>de</strong> Yavé. Para darle señal <strong>de</strong> posesión <strong>de</strong> cuanto era suyo, él le haría cabalgar<br />

en su propia mula, y en este <strong>de</strong>talle po<strong>de</strong>mos hallar una versión mucho más evolucionada<br />

<strong>de</strong> la posesión <strong>de</strong>l harén ajeno como señal <strong>de</strong> señorío y propiedad. Salomón no fue ungido<br />

en el palacio real, sino en la fuente <strong>de</strong> Guijón, y así, mientras uno <strong>de</strong> los hijos conspiraba en<br />

En Roguel el otro era ungido rey en Guijón.<br />

El anciano rey había recuperado en un minuto su proverbial rapi<strong>de</strong>z para la acción. Cuando<br />

Salomón y los que le acompañaban volvían a Jerusalén, resonaron las trompetas, salieron a<br />

recibirles las multitu<strong>de</strong>s y el aire quedó castigado por los gritos <strong>de</strong> “¡Viva el rey!”. Adonías y<br />

sus partidarios oyeron el clamor. Estaban al final <strong>de</strong>l banquete. Joab preguntó: “¿Por qué con<br />

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