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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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JUAN BOSCH | DAVID, BIOGRAFÍA DE UN REY<br />

Ahora, antes <strong>de</strong> seguir hablando <strong>de</strong> Adonías y <strong>de</strong> sus propósitos <strong>de</strong> heredar al rey<br />

viene al caso mencionar a Semeí, aquel benjaminita que apedreó a David cuando éste huía<br />

<strong>de</strong> Absalón hacia la Transjordania. A la hora <strong>de</strong>l retorno <strong>de</strong> David, Semeí se presentó en el<br />

paso <strong>de</strong>l Jordán acompañado <strong>de</strong> mil hombres y se prosternó ante el rey pidiéndole perdón.<br />

En ese momento como en el <strong>de</strong> los insultos y las pedradas, Abisai, el sobrino <strong>de</strong>l rey, quiso<br />

darle muerte, pero otra vez se lo impidió David. Estando éste necesitado <strong>de</strong> partidarios le<br />

llegaba muy oportunamente esa fuerza <strong>de</strong> mil hombres. Semeí, pues entró con David en<br />

Jerusalén y poco <strong>de</strong>spués figuraba entre los miembros <strong>de</strong>l círculo más estrecho <strong>de</strong>l rey. En<br />

su caso se confirmaban las palabras <strong>de</strong> Joab; “Amas a los que te aborrecen y aborreces a los<br />

que te aman”. Semeí tomó partido por Salomón. Pero como se verá a su tiempo, eso no lo<br />

libró <strong>de</strong>l odio <strong>de</strong> David ben Isaí, que le había jurado en el paso <strong>de</strong>l Jordán que no le suce<strong>de</strong>ría<br />

nada por su mano y lo sentaba a su mesa y pedía su parecer como consejero.<br />

Adonías, pues, trataba <strong>de</strong> ganar gente para su causa, mas no en el pueblo, porque el pueblo<br />

no contaba entonces para esos fines, sino en el palacio real era allí, en las cámaras <strong>de</strong>l rey, don<strong>de</strong><br />

se resolvería el problema <strong>de</strong> la sucesión. Des<strong>de</strong> los días <strong>de</strong> la sublevación <strong>de</strong> Absalón la casa<br />

<strong>de</strong> Judá había ganado preeminencia ante David, que se apoyó sobre todo en ella al regresar al<br />

trono, y muchos hombres <strong>de</strong> Judá entraban en el círculo <strong>de</strong>l rey. A éstos halagó Adonías, que por<br />

haber nacido en Hebrón podía alegar que era <strong>de</strong> Judá. Salomón no podía <strong>de</strong>cir lo mismo, pues<br />

aunque por su sangre era <strong>de</strong> Judá por su nacimiento era <strong>de</strong> Israel; había nacido en Jerusalén<br />

y la antigua ciudad jebusea se hallaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> Benjamín. En la frontera sur <strong>de</strong><br />

Benjamín estaba la división regional; hacia el norte era Israel, hacia el sur era Judá.<br />

El pretendiente buscaba el apoyo <strong>de</strong> todos sus hermanos, excepto, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, el <strong>de</strong><br />

Salomón. Muchas veces <strong>de</strong>bió oír en labios <strong>de</strong> Betsabé, <strong>de</strong> Natán o <strong>de</strong> Semeí que Salomón<br />

sería el elegido <strong>de</strong> David, y <strong>de</strong> no oírlo <strong>de</strong> ellos mismos se lo dirían los sirvientes. Hay que<br />

imaginarse, siquiera por un instante, que el palacio real era un panal <strong>de</strong> intrigas, <strong>de</strong> secretos,<br />

<strong>de</strong> exageraciones, mentiras, simulaciones; todo ese ambiente espeso, servil y maligno que<br />

puebla una casa real cuando se acerca la hora <strong>de</strong> escoger un sucesor. Los hermanos que no<br />

figuraban en la línea <strong>de</strong> sucesión tomarían partido y lo tomarían las mujeres y concubinas<br />

<strong>de</strong>l rey, la mayoría <strong>de</strong> las cuales difícilmente vería con simpatía a Betsabé.<br />

La tensión en el seno <strong>de</strong> la familia real fue tornándose cada vez mayor, invadió todos<br />

los sectores y acabó <strong>de</strong>sbordándose sobre el pueblo; pues como le dijo Betsabé a David: “los<br />

ojos <strong>de</strong> todo Israel están puestos en ti, ¡oh rey!, mi señor, esperando que tú <strong>de</strong>clares quién es<br />

el que ha <strong>de</strong> sentarse en el trono <strong>de</strong>l rey mi señor <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> él” (I Reyes, 1:20).<br />

No hay que pensar que Betsabé exageraba buscando una <strong>de</strong>finición. Sin duda <strong>de</strong>mostraba<br />

carácter conminando con esas palabras a David, pero tal como ella lo <strong>de</strong>cía, así <strong>de</strong>bía estar<br />

sucediendo. Pues el rey era viejo; se sabía que entre sus hijos más <strong>de</strong> uno pretendía suce<strong>de</strong>rle;<br />

estaba vivo aún el recuerdo <strong>de</strong> Absalón y la gente <strong>de</strong> Israel no podía ignorar que si había<br />

guerra por la herencia <strong>de</strong> David, todos acabarían tomando parte en ella y probablemente el<br />

país se <strong>de</strong>bilitaría y se <strong>de</strong>smembrarían muchas <strong>de</strong> las regiones que David le había agregado.<br />

La riqueza <strong>de</strong> Israel era gran<strong>de</strong> a esos días. La fastuosidad que <strong>de</strong>splegó fue posible gracias a<br />

esas riquezas que acumuló David. Y tales bienes corrían peligro <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rse si no se aclaraba<br />

a tiempo quién <strong>de</strong>bía suce<strong>de</strong>r a David, pues la confusión, que en el alma <strong>de</strong>l hombre es origen<br />

<strong>de</strong> dolores, en la vida <strong>de</strong> los pueblos es origen <strong>de</strong> catástrofes.<br />

“Los ojos <strong>de</strong> todo Israel” estaban puestos en David; y he aquí que la tensión que poblaba<br />

la casa real llegaba al pueblo y rebotaba <strong>de</strong> nuevo en la casa real. Del centro, que era David<br />

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