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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Pero un hombre como David no tenía una sola faceta. Había llegado al mundo con el don<br />

<strong>de</strong>l creador, con la inteligencia lúcida y dinámica <strong>de</strong>l que ve la vida en conjunto, tal como<br />

es. De manera que resultaba difícil que viviera con una sola <strong>de</strong> sus muchas personalida<strong>de</strong>s.<br />

En el caso <strong>de</strong>l dolor, <strong>de</strong>l <strong>de</strong>saliento como <strong>de</strong> la alegría, un estado <strong>de</strong> ánimo cualquiera podía<br />

llegar a tocar en él fibras inesperadas, que lo llevaban a actuar en otro campo y lo llevaban,<br />

sobre todo, a concretar sus sentimientos y sus i<strong>de</strong>as en poemas o en hechos.<br />

Debe haber sido en los días en que buscaba la protección <strong>de</strong> Yavé cuando comenzó a<br />

planear el templo cuya construcción confiaría a su hijo Salomón; <strong>de</strong>be haber sido también<br />

entonces cuando empezó a <strong>de</strong>dicar parte <strong>de</strong> sus bienes a ese templo que por entonces sólo<br />

se erigía en sus sueños y que, según dijo más tar<strong>de</strong>, él no podría edificar porque había<br />

pecado <strong>de</strong>rramando sangre. Es probable que sea asimismo <strong>de</strong> esa época su preocupación<br />

por organizar el servicio <strong>de</strong>l culto. En la privilegiada naturaleza mental <strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong> Isaí los<br />

propósitos <strong>de</strong>bían relacionarse y or<strong>de</strong>narse en forma casi insensible, y resulta lógico, <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> esa naturaleza mental, que si pensaba en la construcción <strong>de</strong>l templo procediera antes a<br />

la organización <strong>de</strong>l culto. Por su or<strong>de</strong>n se hizo un censo <strong>de</strong> los levitas que tenían más <strong>de</strong><br />

treinta años y una vez conocido el número <strong>de</strong> los que había, fueron <strong>de</strong>stinados a varias<br />

funciones, seis mil <strong>de</strong> ellos a jueces y cuatro mil a alabar a Yavé “con los instrumentos que<br />

yo he hecho para ello” (I Paralip., 23:5).<br />

¿Cuáles eran esos instrumentos “para alabar a Yavé” que había hecho el rey? ¿Las arpas,<br />

los salterios y los címbalos <strong>de</strong> que se habla en Paralipómenos (25:17)? Todo indica que sí. Y<br />

en ese caso hay que admirar una vez más la sabiduría política <strong>de</strong> David, que en medio <strong>de</strong><br />

su <strong>de</strong>sánimo atien<strong>de</strong> a todos los <strong>de</strong>talles, levanta su cabeza <strong>de</strong> rey para observar el país y<br />

dispone que los hombres trabajen en algo, conocedor como era <strong>de</strong> que cuando los pueblos<br />

están <strong>de</strong>dicados a una tarea resultan más fáciles <strong>de</strong> gobernar.<br />

De esa época <strong>de</strong>be ser también el censo al cual nos hemos referido en un capítulo anterior.<br />

Hay una relación evi<strong>de</strong>nte entre el uso <strong>de</strong>l ejército en las labores <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nación <strong>de</strong>l culto, el<br />

censo <strong>de</strong> los levitas y el <strong>de</strong>l pueblo, que, como se recordará, hizo el ejército bajo la jefatura<br />

<strong>de</strong> Joab. Habiendo paz resulta peligroso <strong>de</strong>jar inactivos a los hombres <strong>de</strong> armas, sobre todo<br />

si algunos <strong>de</strong> ellos tienen <strong>de</strong>rechos adquiridos para opinar y para intrigar, y entre los soldados<br />

<strong>de</strong> David abundaban los que habían ayudado en gran medida a afirmar su reino, a<br />

exten<strong>de</strong>rlo, a darle ese po<strong>de</strong>río que hacía <strong>de</strong> Israel y <strong>de</strong> su monarca una roca estable en el<br />

mar <strong>de</strong> las naciones. Había paz en los últimos años <strong>de</strong> David, excepto en el corazón <strong>de</strong>l rey,<br />

y David, angustiado como se hallaba, y sin duda acometido con frecuencia por sospechas<br />

a causa <strong>de</strong>l movimiento <strong>de</strong> las intrigas consustancial con la existencia misma <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r,<br />

enviaba a sus soldados a trabajar.<br />

Si el censo <strong>de</strong> población que se menciona en II Samuel (2:4) y en Paralipómenos (2:1) es<br />

<strong>de</strong> esta época –y no hallamos razón alguna para que no lo sea–, la peste que siguió a la enumeración<br />

<strong>de</strong> Israel <strong>de</strong>be haber impresionado mucho a David, que se hallaba sensibilizado<br />

por sus sufrimientos y creía que Yavé pretendía castigarlo. La escena <strong>de</strong> David llegándose<br />

en persona a la era <strong>de</strong>l jebuseo Areuna es una estampa notablemente viva <strong>de</strong> este rey que<br />

actuaba en hechos o en poemas cuando un sentimiento lo hería. Creyéndose perseguido<br />

<strong>de</strong> Yavé por haber or<strong>de</strong>nado el censo, se fue a buscar él mismo el sitio don<strong>de</strong> levantarle un<br />

altar y hacerle un sacrificio.<br />

En el Libro Segundo <strong>de</strong> Samuel (24:20 al 25) se cuenta que “Areuna, al mirar, vio al rey y<br />

a sus servidores que se dirigían hacia él; y, saliendo, se prosternó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l rey, rostro a<br />

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