Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas
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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES en sus hijos ambiciones y soberbia. Pero David los amaba si bien, cosa corriente en esos días, el amor del padre era para el hijo varón, no para la hembra. David quiso a Absalón con auténtica pasión, y si hemos de juzgar por la manera en que trataba los casos familiares, debía querer a todos sus hijos en forma parecida. Fue un padre lleno de amor, y es otro de los aspectos de su múltiple personalidad el hecho de que habiendo sido tan buen organizador del reino no supiera poner orden en su familia. Seguramente a ésta le faltó el ejemplo de una vida austera. Y allí donde él falló, allí sería herido de manera atroz. Amnón se enamoró a tal grado de su media hermana Tamar, que un sobrino de David tuvo que preguntarle: “Hijo del rey, ¿cómo y por qué de día en día vas enflaqueciendo?” (II Sam., 13:4). A lo que Amnón contestó descubriendo su amor por Tamar. El sobrino de David, de quien se afirma que era muy astuto, aconsejó al apasionado primogénito de su tío que se hiciera el enfermo y que cuando David fuera a verle le pidiera que le mandara a Tamar para que le preparara la comida y pudiera comerla de su mano. Sucedió como lo había previsto el sobrino del rey. Visitó éste a su hijo, creyéndole enfermo; le preguntó qué deseaba, y el hijo pidió que le enviara a Tamar. Dio el rey la orden; fue Tamar a visitar a Amnón y le preparó hojuelas de harina. Amnón mandó que les dejaran solos y después invitó a Tamar a darle de comer en la alcoba. Tamar accedió, y Amnón quiso hacerla su mujer. La hermana de Absalón dijo que no; le pedía a Amnón que hablara primero con David; le decía que el rey no se la negaría por mujer, pero que no la tomara así, a las malas y a escondidas. Amnón no pudo oírla; estaba enfermo por ella, era sujeto de una pasión superior a su voluntad. Violó, pues, a su media hermana. Visto desde hoy, el hecho parece repugnante. Pero visto desde su época, lo que hay de malo en él es la violación, no la consanguinidad entre Amnón y Tamar. En esos días, y todavía durante siglos, los reyes egipcios se casaban con sus hermanas. Abraham, el padre de Israel, fue marido de su hermana Sara. Tamar misma le dijo: “Mira, habla al rey, que seguramente no rehusará darme a ti”. Por esas razones el episodio que conocemos como “el incesto de Amnón” no fue grave en sí, y poco podía hacer él sufrir a David. Graves fueron sus consecuencias, y éste sí causaron dolor al rey. Pues sucedió que una vez cometida la violación, Amnón aborreció a Tamar; la aborreció con “tan gran aborrecimiento, que el odio que le tomó fue todavía mayor que el amor con que la había amado: y le dijo: “Levántate y vete” (II Sam., 13:15). Pero Tamar no quiso irse, porque, dijo, “sí me echas, este mal será mayor que el que acabas de cometer contra mí” (II Sam., 13:16). Amnón, primogénito de David, era violento. Llamó a un criado para que sacara de la alcoba a Tamar, sin tomar en cuenta que se trataba de una media hermana y que él acababa de violarla. El sirviente cumplió la orden. Tamar, con la túnica rasgada, ceniza en el pelo y ambas manos en la cabeza, se presentó a su hermano Absalón y le dio cuenta de lo que Amnón había hecho con ella. Absalón no clamó al cielo; no acudió ni siquiera a David en demanda de justicia. Absalón, que codiciaba el reino de su padre, halló en el episodio una razón que justificara la muerte de Amnón, el heredero. Y pacientemente se puso a esperar la hora de la venganza. El Libro Segundo de Samuel (13:23 al 39) relata que “al cabo de dos años tenía Absalón el esquileo en Baljasor, que está cerca de Efraím, y quiso convidar Absalón a todos los hijos del rey. Vino Absalón al rey y le dijo: “Tu siervo tiene ahora el esquileo; te ruego que vengan el rey y sus siervos a la casa de tu siervo”. El rey respondió a Absalón: “No, hijo mío, no iremos todos para no serte gravosos”. Y aunque le porfió, no quiso ir, y le bendijo. Entonces le dijo Absalón: 786
JUAN BOSCH | DAVID, BIOGRAFÍA DE UN REY “Al menos, permite que venga Amnón mi hermano”. ¿Y para que ha de ir?”, le dijo el rey; mas como le importunase Absalón, dejó ir con él a Amnón y a todos los hijos del rey”. Lo que acabamos de transcribir es una escena típica de una sociedad en la que el padre es un patriarca. Los hijos no viajan sin la autorización paterna aunque sean adultos, como sin duda lo eran ya Absalón y Amnón. De lo copiado se desprende también que los hijos del rey tenían sus bienes personales, tierras y rebaños, seguramente donados por David; y se advierte que una vez fuera de la casa real cada cual corría con sus gastos. Así está dicho por David cuando se niega a ir: “No, hijo mío, no iremos todos para no serte gravosos”. No fue David, pero fueron sus hijos; todos o gran parte de ellos. Absalón debía ser joven. Tercero de los hermanos, nacido en Hebrón, debe haber llegado al mundo entre el 1010 y el 1005 A. de C. Suponiendo que hubiera nacido en el 1008 y que tuviera veintidós años cuando ocurrieron los hechos que estamos relatando, la muerte de Amnón debió tener lugar alrededor del 986 o hacia el 985 A. de C. A esa época, Salomón estaba ya nacido. Según se dice de él en II Samuel (14:25 y 26), “no había en todo Israel hombre tan hermoso, como Absalón; desde la planta de los pies hasta la cabeza, no había en él defecto; y cuando se cortaba el pelo, cosa que hacía al fin de cada año, porque le molestaba y por eso se lo cortaba, pesaba el cabello de su cabeza doscientos siclos, peso real”. Esa es la estampa de Absalón unos años después del día en que invitó a David a ir a Baljasor. Tal día, mucho más joven, debía tener la belleza de su edad, más en floración, menos definida. Lo que sí tenía ya era la dureza de que daría fe en breve. En ese corazón no había piedad. Cuando llegaron al esquileo, los hijos del rey fueron festejados por Absalón con un banquete. Los criados de Absalón estaban instruidos de cómo proceder, y cuándo. De manera que esperaron que Amnón se embriagara con vino y una vez que la embriaguez le dominó procedieron a dar muerte al heredero de David en presencia de todos los que allí se habían reunido. Espantados por el crimen, los hijos de David saltaron sobre sus mulos y huyeron hacia Jerusalén. Antes que ellos llegó a oídos del rey el rumor de que Absalón había muerto a todos sus hermanos. Esa extraña facultad semítica de conocer los acontecimientos en el momento de producirse y de divulgarlos a velocidades incompatibles con los medios de transmisión, se multiplicó entonces y convirtió el asesinato de Amnón en una degollación masiva de la familia real. David padeció en su corazón de padre, tal vez como pocas veces sufrió en su vida. Herido por la noticia, el rey rasgó sus vestiduras y se echó en tierra. Todos los que le rodeaban hicieron lo mismo. Debió ser una hora de consternación y de indescriptible congoja para David. Pues él amaba a sus hijos con vehemencia desacostumbrada; en su corazón había para ellos amor de padre y de madre juntos. No era sólo el rey que quería herederos para su corona; era algo más; era un apasionado de sus retoños, y en su amor había también dolor, acaso porque, hijo último como fue, recordaba lo que sin duda sufrió en su infancia, y también porque debido a su sensibilidad de poeta debía tener una fina percepción y un recuerdo perdurable para las pequeñas amarguras que el niño ve como definitivas. Fue aquel de sus sobrinos que aconsejó a Amnón cómo debía hacer para tener a Tamar, el que devolvió ese día cierta paz al alma de David diciéndole que no habían muerto todos sus hijos. “Es Amnón solo el que ha muerto, porque era cosa que estaba en los labios de Absalón desde que Amnón forzó a Tamar, su hermana”, dijo el sobrino del rey. “No crea, pues, mi señor el rey ese rumor, que dice: “Han muerto todos los hijos del rey” porque es solo Amnón el muerto, mientras que los hermanos están sanos y salvos” (II Sam., 13:32 al 34). Después, el mismo que había hablado anunció que ya se veía llegar a los hijos de David 787
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en sus hijos ambiciones y soberbia. Pero David los amaba si bien, cosa corriente en esos<br />
días, el amor <strong>de</strong>l padre era para el hijo varón, no para la hembra. David quiso a Absalón<br />
con auténtica pasión, y si hemos <strong>de</strong> juzgar por la manera en que trataba los casos familiares,<br />
<strong>de</strong>bía querer a todos sus hijos en forma parecida. Fue un padre lleno <strong>de</strong> amor, y es otro <strong>de</strong> los<br />
aspectos <strong>de</strong> su múltiple personalidad el hecho <strong>de</strong> que habiendo sido tan buen organizador<br />
<strong>de</strong>l reino no supiera poner or<strong>de</strong>n en su familia. Seguramente a ésta le faltó el ejemplo <strong>de</strong><br />
una vida austera. Y allí don<strong>de</strong> él falló, allí sería herido <strong>de</strong> manera atroz.<br />
Amnón se enamoró a tal grado <strong>de</strong> su media hermana Tamar, que un sobrino <strong>de</strong> David<br />
tuvo que preguntarle: “Hijo <strong>de</strong>l rey, ¿cómo y por qué <strong>de</strong> día en día vas enflaqueciendo?”<br />
(II Sam., 13:4). A lo que Amnón contestó <strong>de</strong>scubriendo su amor por Tamar. El sobrino <strong>de</strong><br />
David, <strong>de</strong> quien se afirma que era muy astuto, aconsejó al apasionado primogénito <strong>de</strong> su<br />
tío que se hiciera el enfermo y que cuando David fuera a verle le pidiera que le mandara a<br />
Tamar para que le preparara la comida y pudiera comerla <strong>de</strong> su mano.<br />
Sucedió como lo había previsto el sobrino <strong>de</strong>l rey. Visitó éste a su hijo, creyéndole enfermo;<br />
le preguntó qué <strong>de</strong>seaba, y el hijo pidió que le enviara a Tamar. Dio el rey la or<strong>de</strong>n;<br />
fue Tamar a visitar a Amnón y le preparó hojuelas <strong>de</strong> harina. Amnón mandó que les <strong>de</strong>jaran<br />
solos y <strong>de</strong>spués invitó a Tamar a darle <strong>de</strong> comer en la alcoba. Tamar accedió, y Amnón<br />
quiso hacerla su mujer. La hermana <strong>de</strong> Absalón dijo que no; le pedía a Amnón que hablara<br />
primero con David; le <strong>de</strong>cía que el rey no se la negaría por mujer, pero que no la tomara así,<br />
a las malas y a escondidas. Amnón no pudo oírla; estaba enfermo por ella, era sujeto <strong>de</strong> una<br />
pasión superior a su voluntad. Violó, pues, a su media hermana.<br />
Visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hoy, el hecho parece repugnante. Pero visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su época, lo que hay <strong>de</strong><br />
malo en él es la violación, no la consanguinidad entre Amnón y Tamar. En esos días, y todavía<br />
durante siglos, los reyes egipcios se casaban con sus hermanas. Abraham, el padre <strong>de</strong> Israel,<br />
fue marido <strong>de</strong> su hermana Sara. Tamar misma le dijo: “Mira, habla al rey, que seguramente<br />
no rehusará darme a ti”.<br />
Por esas razones el episodio que conocemos como “el incesto <strong>de</strong> Amnón” no fue grave en<br />
sí, y poco podía hacer él sufrir a David. Graves fueron sus consecuencias, y éste sí causaron<br />
dolor al rey. Pues sucedió que una vez cometida la violación, Amnón aborreció a Tamar;<br />
la aborreció con “tan gran aborrecimiento, que el odio que le tomó fue todavía mayor que<br />
el amor con que la había amado: y le dijo: “Levántate y vete” (II Sam., 13:15). Pero Tamar<br />
no quiso irse, porque, dijo, “sí me echas, este mal será mayor que el que acabas <strong>de</strong> cometer<br />
contra mí” (II Sam., 13:16).<br />
Amnón, primogénito <strong>de</strong> David, era violento. Llamó a un criado para que sacara <strong>de</strong> la alcoba<br />
a Tamar, sin tomar en cuenta que se trataba <strong>de</strong> una media hermana y que él acababa <strong>de</strong><br />
violarla. El sirviente cumplió la or<strong>de</strong>n. Tamar, con la túnica rasgada, ceniza en el pelo y ambas<br />
manos en la cabeza, se presentó a su hermano Absalón y le dio cuenta <strong>de</strong> lo que Amnón había<br />
hecho con ella. Absalón no clamó al cielo; no acudió ni siquiera a David en <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> justicia.<br />
Absalón, que codiciaba el reino <strong>de</strong> su padre, halló en el episodio una razón que justificara la<br />
muerte <strong>de</strong> Amnón, el here<strong>de</strong>ro. Y pacientemente se puso a esperar la hora <strong>de</strong> la venganza.<br />
El Libro Segundo <strong>de</strong> Samuel (13:23 al 39) relata que “al cabo <strong>de</strong> dos años tenía Absalón el<br />
esquileo en Baljasor, que está cerca <strong>de</strong> Efraím, y quiso convidar Absalón a todos los hijos <strong>de</strong>l<br />
rey. Vino Absalón al rey y le dijo: “Tu siervo tiene ahora el esquileo; te ruego que vengan el rey<br />
y sus siervos a la casa <strong>de</strong> tu siervo”. El rey respondió a Absalón: “No, hijo mío, no iremos todos<br />
para no serte gravosos”. Y aunque le porfió, no quiso ir, y le bendijo. Entonces le dijo Absalón:<br />
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