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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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JUAN BOSCH | DAVID, BIOGRAFÍA DE UN REY<br />

están muertos los que cayeron con Urías ante las puertas <strong>de</strong> Rabat-Ammón, y no se alu<strong>de</strong> a ellos<br />

en el poema. Betsabé vive; es su mujer y seguirá siéndolo, pues aunque David esté sinceramente<br />

arrepentido, aunque sufra <strong>de</strong> veras, hay una fase <strong>de</strong> su personalidad que no tiene parte en ninguno<br />

<strong>de</strong> los aspectos <strong>de</strong>l complicado problema que ha creado su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> tener a Betsabé.<br />

Se había ido, pues, Natán, diciendo: “Por haber hecho con esto que menospreciasen a<br />

Yavé sus enemigos, el hijo que te ha nacido morirá” (II Sam., 12:14). La tremenda profecía<br />

hirió a David como el rayo al árbol <strong>de</strong> la llanura. El hijo enfermó, y viéndole enfermo David<br />

se negó a comer y a dormir en lecho, se negó a oír a sus amigos; velaba y se echaba en el<br />

suelo. El dolor le tenía loco. Debía pensar que aquella in<strong>de</strong>fensa criatura iba a pagar, con<br />

la vida, el pecado <strong>de</strong> su padre, y la injusticia que él había provocado golpeaba su alma con<br />

una violencia que aterraba a David. El amor a los hijos fue un sentimiento <strong>de</strong> extraordinaria<br />

fuerza en su corazón; y sólo en sus últimos años cuando la conciencia <strong>de</strong> la necesaria perdurabilidad<br />

<strong>de</strong> su obra política tendrá en él más importancia que sus hijos.<br />

El hijo <strong>de</strong> Betsabé murió a los siete días. Los servidores <strong>de</strong>l rey, que le habían visto sufrir<br />

con tanta intensidad, no se atrevían a darle la noticia <strong>de</strong> que el niño ya no vivía. Temían a<br />

su reacción. Esperaban, con mucha razón, que ese padre <strong>de</strong>sesperado enloqueciera. No se<br />

lo <strong>de</strong>cían, pues… Pero David era David, el que captaba en el aire los sucesos; el poeta, el<br />

adivinador. Él adivinó lo que pasaba; preguntó y hubo que <strong>de</strong>cirle la verdad.<br />

¿Qué hizo entonces David? Calló, y fue a bañarse, a ungirse y a ponerse ropas limpias;<br />

<strong>de</strong>spués visitó el Arca, en la tienda don<strong>de</strong> se hallaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día <strong>de</strong> su entrada en Jerusalén,<br />

y allí oró ante Yavé; a seguidas pidió <strong>de</strong> comer.<br />

El político había reaparecido <strong>de</strong> pronto en él. Muerto el niño, era otra vez David el rey, el<br />

que acepta los hechos tal como eran. Habían <strong>de</strong>saparecido en un instante el padre que sufría<br />

y el poeta que imploraba lleno <strong>de</strong> esperanzas. Los que le ro<strong>de</strong>aban no podían compren<strong>de</strong>rle;<br />

no acertaban a ver ese <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> almas en un solo cuerpo. Le preguntaron por qué actuaba<br />

así, y respondió: “Cuando aún vivía el niño, ayudaba y lloraba, diciendo: ¡Quién sabe si Yavé<br />

se apiadará <strong>de</strong> mí y hará que el niño viva! Ahora que ha muerto ¿para qué he <strong>de</strong> ayunar?<br />

¿Podré ya volverle a la vida? Yo iré a él, pero él no vendrá ya a mí” (II Sam., 12:22).<br />

El hombre <strong>de</strong> acción, el que se enfrentaba a la realidad con sangre fría, había vuelto a<br />

tomar posesión <strong>de</strong> él. Pasaba la hora <strong>de</strong> la duda, que es la <strong>de</strong> la angustia, volvía a ser el<br />

David que encabezaba un reino y mandaba hombres. Y ese David no renunciaría a Betsabé;<br />

al contrario, la viuda <strong>de</strong> Urías pasaría a ser la favorita <strong>de</strong> su harén. De ella tendría tres hijos<br />

más, y el segundo, es <strong>de</strong>cir, el primero <strong>de</strong> los vivos, heredaría el reino. Sería Salomón, el<br />

rey fastuoso, a quien la posteridad llamaría sabio y creería siervo sincero <strong>de</strong> Yavé porque le<br />

edificó el templo que David planeó hacerle.<br />

David el político pidió a Natán que se hiciera cargo <strong>de</strong> educar a Salomón, para lo cual<br />

Natán pasó a vivir en el palacio real, y allí estaba cuando murió el rey. Natán, el profeta <strong>de</strong><br />

Yavé, fue, pues, mol<strong>de</strong>ado por David y fue transformado en fuerza útil para el reino. En<br />

un momento dado había sido el verda<strong>de</strong>ro rostro <strong>de</strong> Israel, el austero perfil <strong>de</strong>l pueblo, que<br />

no se veía, pero que al ser golpeado por la luz <strong>de</strong>l dolor proyectaba las líneas más puras y<br />

auténticas <strong>de</strong> Israel en el muro <strong>de</strong> la historia.<br />

De las gran<strong>de</strong>s cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> David, una es la capacidad <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r que su po<strong>de</strong>r<br />

no era superior al po<strong>de</strong>r disperso que crecía entre la innumera gente <strong>de</strong> Israel. Por unos<br />

días que para David fueron <strong>de</strong> inolvidable tribulación, el po<strong>de</strong>r disperso era un profeta <strong>de</strong><br />

Dios y se llamaba Natán.<br />

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