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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES tuvieron buen éxito. Un asalto victorioso requería no sólo tomar la muralla, única vía de acceso a la vista, sino, después, ocupar la fortaleza de Sión, que se hallaba en la colina oriental. En la ciudad había dos colinas, una a occidente y otra a oriente, y las dos flanqueaban a Jerusalén y eran a la vez sus mejores defensas naturales. Sólo había un camino por el que se podía entrar en Jerusalén con relativa facilidad, pero los benjaminitas lo desconocían. Se trataba de un túnel que iba desde la fuente de agua que abastecía a la población, la cual se hallaba fuera de las murallas, hasta el centro de la ciudad. Se cree que ese manantial es el llamado hoy Fuente de la Virgen María. El túnel llevaba el agua de la fuente a Jerusalén cuando los jebuseos no podían salir de las murallas que defendían a Jerusalén por el norte, esto es, cuando la ciudad era sitiada. La defensa de ese túnel era fácil y su acceso casi imposibles no sólo porque se trataba de un pasaje desconocido de los extraños y probablemente de gran número de los propios jebuseos, sino porque estaba construido en tal forma que en uno de sus tramos se convertía en pozo, es decir, en una especie de cisterna, y porque además por el primer tramo, yendo de la fuente a esa cisterna, sólo cabía un hombre. De ahí que los jebuseos dijeran que les bastaba con ciegos y con cojos para impedir la toma de Jerusalén, y de ahí que, cuando se aprestó a conquistar la ciudad, David preguntara a sus hombres quién iba a ser el que alcanzaría a los ciegos y a los cojos a través del túnel. Como en los textos bíblicos hallamos abundantes razones para entender que las guerras de David contra los filisteos comenzaron después de la toma de Jerusalén –aunque en I Paralipómenos se diga que los filisteos atacaron inmediatamente después que David fue ungido rey de todo Israel en Hebrón– hay que suponer que David tomó en cuenta a los filisteos antes de proceder al ataque sobre Jebú. Hubiera sido insensato de no hacerlo así, pues una invasión filistea en el momento en que David se hallaba ocupado en el sitio de Jerusalén habría desorganizado a Israel y habría significado un duro revés para David. Los filisteos no debían oponerse a la conquista de Jerusalén porque a ellos les resultaba conveniente que un aliado, o por lo menos uno que había sido su aliado, como era el caso de David, tomara señorío de la ciudad echando de ella a los jebuseos. Ahora bien, si David no consultó a los filisteos o no negoció con ellos en relación con el ataque a Jerusalén es porque ya los tradicionales enemigos de Israel se hallaban en declinación y debilitamiento, y David podía atacar hacia el norte sin tomar en cuenta que a su retaguardia había un poder hostil. Si David entró en Hebrón hacia el año 1010 A. de C. y gobernó desde allí siete años y medio, al cabo de los cuales se trasladó a Jerusalén, hay que situar la toma de la ciudad jebusea entre los años 1004 y 1002 A. de C.; más probablemente hacia el 1003 si tomamos en cuenta que los trabajos de acondicionamiento de Jerusalén para que sirviera de capital de Israel debieron consumir algunos meses. El hijo de Isaí debía tener entonces treintisiete años; se hallaba, pues, en la mitad de su vida y se aprestaba a realizar la hazaña decisiva de su carrera política. Es de suponer que para la toma de Jerusalén David movió hombres de varios puntos de Israel, con los cuales sitió la ciudad. Si conocía el pasaje secreto antes de ordenar el ataque, éste no debió ser largo. La astucia de David induce a pensar que sí lo conocía. Tal vez lo supo desde antes de plantear la toma de Jerusalén; quizá fue el descubrimiento de ese secreto, que los jebuseos debieron guardar celosamente, lo que le llevó a concebir la toma de la ciudad. Los jebuseos estaban seguros de la invulnerabilidad de Jerusalén; de manera que recibieron a David con burlas, gritándole, seguramente desde las murallas: “No entrarás tú aquí; ciegos y cojos bastarán para impedírtelo”. A lo que David respondió, dirigiéndose a 760

JUAN BOSCH | DAVID, BIOGRAFÍA DE UN REY los suyos, y sin duda ofreciendo grandes recompensas a quienes le sirvieron en esa histórica empresa: “¿Quién, batiendo al jebuseo, llegará a alcanzar por el túnel a los ciegos y a los cojos, aborrecidos de David?” (II Sam., 5:6 y 7), y (Paralip., 11:5 y 6). El primero en entrar por el túnel fue Joab, su sobrino, el matador de Abner guerrero osado como ninguno, que iba derecho a la victoria sin contar el número de los enemigos y sin notar la presencia de obstáculos. Seguramente tras Joab penetraron muchos más. Como la gente de David era esperada al asalto por la muralla y apareció de improviso al pie de la colina de Sión, la guardia jebusea fue sorprendida y quizá tomada por la espalda. David, pues, entró como vencedor en la fortaleza de Sión, hasta entonces no hollada por atacante alguno. Fue en ese momento cuando la imagen de David y la de Israel se confundieron en una sola. David y su destino se unieron allí, como podrían unirse un cuerpo y su sombra o un río y su lecho. David tuvo conciencia del minuto histórico que estaba viviendo. Al tomar posesión de la fortaleza de Sión hizo destruir las viviendas que había a su alrededor, escogió un lugar para edificar su palacio y bautizó a Jebú con el nombre de Ciudad de David. Joab quedó al frente de los trabajos para edificar allí una ciudad digna de un rey, y seguramente en la tarea fue ocupado el ejército atacante, o por lo menos una gran parte. Para la construcción del palacio de David envió una embajada Hiram de Tiro, el rey fenicio, con quien por lo visto mantenía buenas relaciones el afortunado hijo de Isaí. Junto con la embajada, que debía estar compuesta por gente distinguida de Tiro, llegaron obreros expertos en tareas de construcción y grandes cargas de madera de cedro. La toma de Jerusalén es, ya lo hemos dicho, el acto militar y político decisivo en la vida de David. Al quitarles la ciudad a los jebuseos mostraba su pericia de guerrero y acababa con una leyenda secular la de la invulnerabilidad de Jerusalén. Para todo Israel David debió aparecer como un verdadero protegido de Yavé, que limpiaba de enemigos su camino. Con esa conquista David unificaba a Israel, puesto que la plaza jebusea cortaba prácticamente al país en dos partes; era la frontera militar entre el norte y el sur, entre la porción comúnmente llamada Israel, al septentrión, y la llamada Judá, al meridión. Al mismo tiempo David asentaba la capital de su reino en una posición de notables facilidades para la defensa, desde la cual se hacía ventajosa la lucha contra cualquier enemigo exterior y más fácil la vigilancia sobre el propio Israel. De una vez para siempre se esfumaba el peligro de que los jebuseos llegaran a acuerdos con ejércitos invasores. Dotar a Israel de una capital que tenía fama de inexpugnable, situar el Arca en lugar seguro, darle al pueblo, en fin, un centro religioso, político y militar, que era a la vez un centro geográfico; eso fue lo que hizo David cuando conquistó Jerusalén. Se trata de una verdadera hazaña, engrandecida por la circunstancia de que esa capital no fue una ciudad que él creó en un lugar conveniente previamente seleccionado, sino una plaza fuerte, invicta durante siglos, que conquistó gracias a su audacia mental y a su arrojo de guerrero. Así, pues, la hazaña política fue consagrada por la hazaña militar. No hay duda de que David ben Isaí tenía la madera de los grandes caudillos. Es de presumir que David debió tener algún tiempo de respiro después de la toma de Jerusalén. Sólo así se explica que se pusiera a construir viviendas para sus soldados y un palacio para él. Es la construcción de ese palacio lo que nos lleva a la convicción de que David comprendía la importancia de lo que había hecho al extender su señorío a Jerusalén. Siete años y medio vivió él en Hebrón, y no pensó edificar allí palacio alguno. 761

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

tuvieron buen éxito. Un asalto victorioso requería no sólo tomar la muralla, única vía <strong>de</strong><br />

acceso a la vista, sino, <strong>de</strong>spués, ocupar la fortaleza <strong>de</strong> Sión, que se hallaba en la colina oriental.<br />

En la ciudad había dos colinas, una a occi<strong>de</strong>nte y otra a oriente, y las dos flanqueaban a<br />

Jerusalén y eran a la vez sus mejores <strong>de</strong>fensas naturales.<br />

Sólo había un camino por el que se podía entrar en Jerusalén con relativa facilidad, pero<br />

los benjaminitas lo <strong>de</strong>sconocían. Se trataba <strong>de</strong> un túnel que iba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la fuente <strong>de</strong> agua que<br />

abastecía a la población, la cual se hallaba fuera <strong>de</strong> las murallas, hasta el centro <strong>de</strong> la ciudad.<br />

Se cree que ese manantial es el llamado hoy Fuente <strong>de</strong> la Virgen María. El túnel llevaba el<br />

agua <strong>de</strong> la fuente a Jerusalén cuando los jebuseos no podían salir <strong>de</strong> las murallas que <strong>de</strong>fendían<br />

a Jerusalén por el norte, esto es, cuando la ciudad era sitiada.<br />

La <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> ese túnel era fácil y su acceso casi imposibles no sólo porque se trataba<br />

<strong>de</strong> un pasaje <strong>de</strong>sconocido <strong>de</strong> los extraños y probablemente <strong>de</strong> gran número <strong>de</strong> los propios<br />

jebuseos, sino porque estaba construido en tal forma que en uno <strong>de</strong> sus tramos se convertía<br />

en pozo, es <strong>de</strong>cir, en una especie <strong>de</strong> cisterna, y porque a<strong>de</strong>más por el primer tramo, yendo <strong>de</strong><br />

la fuente a esa cisterna, sólo cabía un hombre. De ahí que los jebuseos dijeran que les bastaba<br />

con ciegos y con cojos para impedir la toma <strong>de</strong> Jerusalén, y <strong>de</strong> ahí que, cuando se aprestó<br />

a conquistar la ciudad, David preguntara a sus hombres quién iba a ser el que alcanzaría a<br />

los ciegos y a los cojos a través <strong>de</strong>l túnel.<br />

Como en los textos bíblicos hallamos abundantes razones para enten<strong>de</strong>r que las guerras <strong>de</strong><br />

David contra los filisteos comenzaron <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la toma <strong>de</strong> Jerusalén –aunque en I Paralipómenos<br />

se diga que los filisteos atacaron inmediatamente <strong>de</strong>spués que David fue ungido rey <strong>de</strong> todo<br />

Israel en Hebrón– hay que suponer que David tomó en cuenta a los filisteos antes <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>r<br />

al ataque sobre Jebú. Hubiera sido insensato <strong>de</strong> no hacerlo así, pues una invasión filistea en<br />

el momento en que David se hallaba ocupado en el sitio <strong>de</strong> Jerusalén habría <strong>de</strong>sorganizado<br />

a Israel y habría significado un duro revés para David.<br />

Los filisteos no <strong>de</strong>bían oponerse a la conquista <strong>de</strong> Jerusalén porque a ellos les resultaba<br />

conveniente que un aliado, o por lo menos uno que había sido su aliado, como era el caso <strong>de</strong><br />

David, tomara señorío <strong>de</strong> la ciudad echando <strong>de</strong> ella a los jebuseos. Ahora bien, si David no<br />

consultó a los filisteos o no negoció con ellos en relación con el ataque a Jerusalén es porque<br />

ya los tradicionales enemigos <strong>de</strong> Israel se hallaban en <strong>de</strong>clinación y <strong>de</strong>bilitamiento, y David<br />

podía atacar hacia el norte sin tomar en cuenta que a su retaguardia había un po<strong>de</strong>r hostil.<br />

Si David entró en Hebrón hacia el año 1010 A. <strong>de</strong> C. y gobernó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí siete años y medio,<br />

al cabo <strong>de</strong> los cuales se trasladó a Jerusalén, hay que situar la toma <strong>de</strong> la ciudad jebusea entre los<br />

años 1004 y 1002 A. <strong>de</strong> C.; más probablemente hacia el 1003 si tomamos en cuenta que los trabajos<br />

<strong>de</strong> acondicionamiento <strong>de</strong> Jerusalén para que sirviera <strong>de</strong> capital <strong>de</strong> Israel <strong>de</strong>bieron consumir<br />

algunos meses. El hijo <strong>de</strong> Isaí <strong>de</strong>bía tener entonces treintisiete años; se hallaba, pues, en la mitad<br />

<strong>de</strong> su vida y se aprestaba a realizar la hazaña <strong>de</strong>cisiva <strong>de</strong> su carrera política.<br />

Es <strong>de</strong> suponer que para la toma <strong>de</strong> Jerusalén David movió hombres <strong>de</strong> varios puntos <strong>de</strong><br />

Israel, con los cuales sitió la ciudad. Si conocía el pasaje secreto antes <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar el ataque,<br />

éste no <strong>de</strong>bió ser largo. La astucia <strong>de</strong> David induce a pensar que sí lo conocía. Tal vez lo supo<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> antes <strong>de</strong> plantear la toma <strong>de</strong> Jerusalén; quizá fue el <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> ese secreto, que<br />

los jebuseos <strong>de</strong>bieron guardar celosamente, lo que le llevó a concebir la toma <strong>de</strong> la ciudad.<br />

Los jebuseos estaban seguros <strong>de</strong> la invulnerabilidad <strong>de</strong> Jerusalén; <strong>de</strong> manera que recibieron<br />

a David con burlas, gritándole, seguramente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las murallas: “No entrarás tú<br />

aquí; ciegos y cojos bastarán para impedírtelo”. A lo que David respondió, dirigiéndose a<br />

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