Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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23.04.2013 Views

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES punto tres días después del combate librado por David contra Amalec. Llevaba los vestidos desgarrados y la cabeza llena de polvo, lo que indicaba que era portador de noticias de muerte. Al llegar ante David se echó en tierra y contó el desastre de Gélboe. Hasta ahí todo iba bien. ¿Por qué se le ocurrió al fugitivo mentir diciendo que él mismo había dado muerte al rey, si bien debido a que Saúl se lo había pedido? ¿Creyó que con eso cobraba a los ojos de David un valor singular, el del enviado providencial que le había quitado la vida a su enemigo? En acabando de hablar, como para dar mayor fuerza a sus palabras, entregó a David una diadema que Saúl usaba en la cabeza y un brazalete, también del uso de Saúl. Al parecer, esos eran los símbolos del poder real. David era el rayo de Israel. Caía en forma inesperada y con velocidad escalofriante. Un segundo le bastaba para saber qué debía hacer, y lo hacía. Esa vez, sin embargo, actuó a ciegas, sin darse cuenta de lo que hacía. Cuando oyó a aquel hombre se levantó, rasgó sus vestiduras en señal de dolor, preguntó al hijo de amalecita cómo se había atrevido a poner sus manos en el ungido de Yavé, y en el acto ordenó su muerte. Iba muriendo el hombre cuando oyó a David sentenciar: “Caiga tu sangre sobre tu cabeza. Tu misma boca ha atestiguado contra ti al decir: Yo he dado muerte al ungido de Yavé” (II Sam., 1:12). Es de suponer la impresión que ese suceso dejó en el alma de los seguidores de David. El episodio es a la vez majestuoso y terrible. El decapitado que yacía a los pies de David acababa de llevarle la noticia que había estado esperando durante años. Su corazón, pues debió saltar de alegría, y he aquí que lo que hacía era llenarse de una cólera sagrada. ¿Qué había sucedido? ¿Respetaba David tanto la dignidad de rey que veía en Saúl a un padre? Objeto de la historia como lo era, ¿sentía, sin comprenderlo, que con su tenaz persecución Saúl le había hecho rey, y se lo agradecía con el instinto en forma tan violenta que vengaba su sangre decapitando al matador; o al entrever su destino como a la luz de un relámpago su alegría fue tan intensa que tocó los lindes de lo trágico, y sin darse cuenta sacrificó ese hombre a su destino como hubiera sacrificado un cordero ante Yavé? El hijo del amalecita yacía al sol de Siceleg, mientras la arena del desierto se enrojecía con su sangre. David ben Isaí tomó el arpa, y he aquí la elegía que compuso: “Tu gloria, Israel, ha perecido en tus montes; ¿Cómo cayeron los héroes? No lo propaléis en Gath; No lo publiquéis por las calles de Ascalón, Que no se regocijen las hijas de los filisteos, Y no salten de júbilo las hijas de los incircuncisos. ¡Montes de Gélboe! No caiga sobre vosotros ni rocío ni lluvia, Ni seáis campo de primicias, Porque allí fue abatido el escudo de los héroes, El escudo de Saúl, como si no fuera el ungido con el óleo. De la sangre de los muertos, de la grasa de los valientes, El arca de Jonatán no se hartaba nunca. La espada de Saúl no se blandía en vano. Saúl y Jonatán, amados y queridos, inseparables en vida, Tampoco se separaron en la muerte. Más ágiles que las águilas, 746

Más fuertes que los leones. Hijas de Israel, llorad por Saúl, que os vestía de lino. Y adornaba de oro vuestros vestidos. ¿Cómo han caído los héroes en medio de la batalla? ¿Cómo fue traspasado Jonatán en las alturas? Angustiado estoy por ti ¡Oh Jonatán, hermano mío! Me eras carísimo, Y tu amor era para mí dulcísimo, Más que el amor de las mujeres. ¿Cómo han caído los héroes? ¿Cómo han perecido las armas del combate?”. (II Sam., 1:19 al 27). Quien compuso esa elegía que a poco repetirían todas las voces de Israel, ¿era un aliado de los filisteos, era un enemigo de Saúl? ¿No elogiaba en ella al rey caído y no decía “que no se regocijen las hijas de los filisteos, y no salten de júbilo las hijas de los incircuncisos”? Como borra la ola la huella fresca grabada en la arena, así en un solo día la inteligencia de David borraba en el recuerdo de Israel sus años de lucha contra Saúl y su alianza con los enemigos de Yavé. Capítulo XI JUAN BOSCH | DAVID, BIOGRAFÍA DE UN REY Estamos en el año 1010 A. de C. Nos hallamos en el momento mismo en que la imagen de Israel y la imagen de David comienzan a unirse. En poco tiempo esas dos imágenes acabarán confundiéndose y comenzará entonces una nueva era para el pueblo que perdió la batalla de Gélboe y para el caudillo que va a libertarlo y a engrandecerlo. A partir de este momento Israel y su jefe irán creciendo sin cesar; medio siglo después, Israel mostrará al mundo un esplendor que pocos hebreos se atrevieron a soñar. En los primeros momentos, sin embargo, después de la batalla de Gélboe, la situación debía parecer muy distinta. Pues Israel había perdido a su rey y a los herederos de la monarquía, infinidad de hombres huían por la zona montañosa del Jordán y los vencedores, lógicamente, debían ir imponiendo guarniciones en los lugares importantes que tomaban. Nunca llegan a decirnos los textos cómo procedían los filisteos después de invadir, y sólo por alguna que otra referencia podemos deducir que dejaban guarniciones en ciertas ciudades. ¿Hicieron lo mismo en las tierras de judá después de la muerte de Saúl? Aquí estamos frente a uno de esos misterios políticos de la antigüedad que no pueden explicarse sino por conjeturas. Pero visto que Filistea era una confederación de príncipes, que ocupaba la línea de la costa mediterránea al occidente de Judá, y visto que las ciudades federadas eran cinco, debemos pensar que cada príncipe o señor filisteo tomaba para su feudo una parte de Israel. En ese caso Judá podía tocarle a Gath. El señor de Gath era Aquis, el aliado de David. Si esta suposición se acerca a la verdad, queda una pregunta por hacer: ¿Por qué entonces Aquis de Gath no extendió el año 1010 A. de C. su señorío por Judá, pensando así a gobernar él, directamente, el territorio que había entre las fronteras de Filistea y el Mar Muerto? A la cual podría tal vez contestarse con esta otra: ¿Por qué ninguna de las veces que los filisteos 747

Más fuertes que los leones.<br />

Hijas <strong>de</strong> Israel, llorad por Saúl,<br />

que os vestía <strong>de</strong> lino.<br />

Y adornaba <strong>de</strong> oro vuestros vestidos.<br />

¿Cómo han caído los héroes en medio <strong>de</strong> la batalla?<br />

¿Cómo fue traspasado Jonatán en las alturas?<br />

Angustiado estoy por ti ¡Oh Jonatán, hermano mío!<br />

Me eras carísimo,<br />

Y tu amor era para mí dulcísimo,<br />

Más que el amor <strong>de</strong> las mujeres.<br />

¿Cómo han caído los héroes?<br />

¿Cómo han perecido las armas <strong>de</strong>l combate?”.<br />

(II Sam., 1:19 al 27).<br />

Quien compuso esa elegía que a poco repetirían todas las voces <strong>de</strong> Israel, ¿era un aliado<br />

<strong>de</strong> los filisteos, era un enemigo <strong>de</strong> Saúl? ¿No elogiaba en ella al rey caído y no <strong>de</strong>cía “que no<br />

se regocijen las hijas <strong>de</strong> los filisteos, y no salten <strong>de</strong> júbilo las hijas <strong>de</strong> los incircuncisos”?<br />

Como borra la ola la huella fresca grabada en la arena, así en un solo día la inteligencia<br />

<strong>de</strong> David borraba en el recuerdo <strong>de</strong> Israel sus años <strong>de</strong> lucha contra Saúl y su alianza con los<br />

enemigos <strong>de</strong> Yavé.<br />

Capítulo XI<br />

JUAN BOSCH | DAVID, BIOGRAFÍA DE UN REY<br />

Estamos en el año 1010 A. <strong>de</strong> C. Nos hallamos en el momento mismo en que la imagen<br />

<strong>de</strong> Israel y la imagen <strong>de</strong> David comienzan a unirse. En poco tiempo esas dos imágenes<br />

acabarán confundiéndose y comenzará entonces una nueva era para el pueblo que perdió<br />

la batalla <strong>de</strong> Gélboe y para el caudillo que va a libertarlo y a engran<strong>de</strong>cerlo. A partir <strong>de</strong> este<br />

momento Israel y su jefe irán creciendo sin cesar; medio siglo <strong>de</strong>spués, Israel mostrará al<br />

mundo un esplendor que pocos hebreos se atrevieron a soñar.<br />

En los primeros momentos, sin embargo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la batalla <strong>de</strong> Gélboe, la situación<br />

<strong>de</strong>bía parecer muy distinta. Pues Israel había perdido a su rey y a los here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la monarquía,<br />

infinidad <strong>de</strong> hombres huían por la zona montañosa <strong>de</strong>l Jordán y los vencedores,<br />

lógicamente, <strong>de</strong>bían ir imponiendo guarniciones en los lugares importantes que tomaban.<br />

Nunca llegan a <strong>de</strong>cirnos los textos cómo procedían los filisteos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> invadir, y sólo por<br />

alguna que otra referencia po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>ducir que <strong>de</strong>jaban guarniciones en ciertas ciuda<strong>de</strong>s.<br />

¿Hicieron lo mismo en las tierras <strong>de</strong> judá <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Saúl?<br />

Aquí estamos frente a uno <strong>de</strong> esos misterios políticos <strong>de</strong> la antigüedad que no pue<strong>de</strong>n explicarse<br />

sino por conjeturas. Pero visto que Filistea era una confe<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> príncipes, que ocupaba<br />

la línea <strong>de</strong> la costa mediterránea al occi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Judá, y visto que las ciuda<strong>de</strong>s fe<strong>de</strong>radas eran<br />

cinco, <strong>de</strong>bemos pensar que cada príncipe o señor filisteo tomaba para su feudo una parte <strong>de</strong> Israel.<br />

En ese caso Judá podía tocarle a Gath. El señor <strong>de</strong> Gath era Aquis, el aliado <strong>de</strong> David.<br />

Si esta suposición se acerca a la verdad, queda una pregunta por hacer: ¿Por qué entonces<br />

Aquis <strong>de</strong> Gath no extendió el año 1010 A. <strong>de</strong> C. su señorío por Judá, pensando así a gobernar<br />

él, directamente, el territorio que había entre las fronteras <strong>de</strong> Filistea y el Mar Muerto? A la<br />

cual podría tal vez contestarse con esta otra: ¿Por qué ninguna <strong>de</strong> las veces que los filisteos<br />

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