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23.04.2013 Views

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES en lo cual son explícitos los textos bíblicos–, hay que situar la acción punitiva sobre Amalec después de ese año. ¿Pero en cuál? ¿En 1037, en 1035, en 1030? No lo sabemos, y es de lamentar, porque sabiéndolo nos sería fácil establecer con claridad cuándo se produce la ruptura entre el sacerdote y el rey. La rebelión contra los filisteos, o la que podríamos llamar con propiedad primera guerra de Saúl contra los filisteos, comenzó cuando el rey llevaba dos años en el ejercicio del cargo. Saúl formó, se supone que en secreto, un ejército de tres mil hombres; él se situó con dos mil en Micham, cerca de Rama, donde vivía Samuel, y dejó en Gueba de Benjamín a su hijo Jonatán al mando de un millar. Jonatán atacó y tomó Gueba de Benjamín, con lo cual dio principio a la rebelión. Los filisteos reunieron tres mil carros, seis mil jinetes y un número alto de hombres a pie, y avanzaron sobre Micham, que Saúl abandonó para situarse en Gálgala, al sudeste de su antigua posición. La retirada de Saúl hacia las márgenes del Jordán llevó el espanto a Israel, y la gente huía buscando donde guarecerse. No sólo huyeron de las aldeas y de las ciudades en toda la comarca donde iba a librarse la guerra, sino además de los campamentos del propio Saúl. El rey estaba en espera de Samuel, que en cierto sentido era el jefe espiritual de la rebelión. Samuel había ordenado que se le esperase durante siete días, tal vez con el propósito de movilizar el pueblo o de preparar armas, pues al ocupar el país, y probablemente después del revés de Maspha, los filisteos quisieron asegurar su dominación desarmando a Israel y a fin de que en Israel no pudiera forjarse ni una lanza ni una espada, prohibieron que los herreros ejercieran su oficio. Para hacer la guerra los hebreos tuvieron que atenerse sólo a instrumentos de labranza. “No había en mano del pueblo todo, que estaba con Saúl y Jonatán, espada ni lanza más que las de Saúl y las de Jonatán”, afirma el Libro I Samuel (13:22). Al acercarse el final del séptimo día de la espera, Samuel no había aparecido en el campamento de Gálgala, y la tropa iba desertando en forma creciente. Las deserciones eran en tal número que cuando, después de la llegada de Samuel, el rey se puso en marcha hacia Gueba de Benjamín, sólo le acompañaban seiscientos hombres de los dos mil con que había contado una semana antes. Como es lógico, esa situación preocupaba a Saúl. Así, al llegar el término del séptimo día, como viera que Samuel no aparecía, decidió él mismo hacer el holocausto a Yavé, lo cual era, en verdad, una usurpación de funciones, una invasión en el terreno religioso, que estaba encomendado a Samuel. Samuel acertó a llegar cuando Saúl daba fin al holocausto; y como sucedía que hacía su entrada en el campamento dentro del tiempo que él había fijado, esto es, dentro de los siete días que pidió de espera, el noble anciano se indignó y habló así al rey: “Has obrado neciamente y has desobedecido el mandato de Yavé, tu Dios. Estaba Yavé para afirmar tu reino para siempre; pero ahora ya tu reino no persistirá” (I Sam., 13:13,14). A raíz de este incidente Samuel abandonó Gálgala y Saúl movió su pequeño ejército hacia Gueba de Benjamín para reunirse con Jonatán. Los filisteos despacharon tres columnas en distintas direcciones; una de ellas, hacia Gueba de Benjamín. La lucha parecía demasiado desigual, y no hay constancia de que Saúl se comportara en ella a la altura de su cargo ni con el arrojo de que dio muestras después. Quien salvó a Israel en esa ocasión fue su hijo Jonatán. Este Jonatán es una figura de gran interés. Valiente, osado, justo, se le verá más tarde tratar de calmar las cóleras de su padre e incluso desafiarlas imponiendo por encima de las manías del rey una conducta humanitaria. Como se hará notar a su tiempo, él amparó 706

JUAN BOSCH | DAVID, BIOGRAFÍA DE UN REY a David cuando éste era perseguido por el odio de Saúl, y de su amistad se valdría David para lograr sus fines. Buen amigo y magnífico guerrero, Jonatán fue también hijo excelente, y murió junto a su padre en la batalla del Gélboe, luchando contra los filisteos, casi treinta años después de haber iniciado él mismo la rebelión de Israel con el ataque a la guarnición enemiga de Gueba de Benjamín. Jonatán hizo una incursión al campo filisteo y promovió en sus filas la confusión y el desorden, con lo cual comenzó la derrota filistea y el engrosamiento del ejército de Saúl, al que retornaron los desertores. En poco tiempo Saúl tenía bajo su mando diez mil hombres y la guerra se generalizó. Como dicen los textos sagrados, “se extendió la lucha por todos los montes de Efraím”. No es posible saber cuánto tiempo duró esa lucha. Pero dado que se libraba en varios sitios debió ser fluida y prolongada. Hay constancia de que a menudo Israel tomó botín en los combates, bueyes y ovejas, del cual alimentaba a sus hombres. En medio de la guerra, Saúl, que ya empezaba a embriagarse de poder y a dictar órdenes absurdas, quiso dar muerte a Jonatán porque éste había comido un poco de miel de abejas cierto día en que su padre había prohibido al pueblo comer mientras él no se hubiera vengado de sus enemigos. Jonatán conservó la vida debido a que el pueblo se rebeló contra la decisión de Saúl, diciendo: “¿Va a morir Jonatán, el que ha hecho en Israel esta gran liberación? ¡Jamás! Viva Yavé, no caerá a tierra un solo cabello de su cabeza, pues hoy ha obrado con Dios”. Así salvó el pueblo a Jonatán y no murió. Saúl desistió de salir en persecución de los filisteos, y éstos llegaron a su tierra” (I Sam., 14:45,46). Los filisteos, pues, abandonaron sus conquistas en Israel y “llegaron a su tierra”. Aunque gracias principalmente a la actividad de Jonatán y no a la de Saúl, los hebreos reconquistaron su libertad y Saúl afirmó su posición. Los augurios de Samuel no se habían cumplido y sus reproches no tuvieron mayores consecuencias. La victoria de Israel restaba importancia al incidente, sobre todo si, como es lógico pensar que ocurrió, el rey Saúl, ocupado en la guerra, dejó la acción religiosa libre de sus intromisiones. Las relaciones entre el sacerdote y el rey volvieron a su estado anterior; y esto se deduce de la orden que en nombre de Yavé transmitió Samuel a Saúl después de haber llegado a su fin la guerra contra los filisteos. Según dijo Samuel, Yavé ordenaba a Saúl tomar venganza de Amalec, el pueblo que atacó a Israel cuando éste, bajo la jefatura de Moisés, huía de Egipto en busca de Canaán. Las palabras de Yavé en boca de Samuel fueron así: “Ve, pues, ahora, y castiga a Amalec, y da al anatema cuanto es suyo. No perdones; mata a hombres, mujeres y niños, aún los de pecho; bueyes y ovejas, camellos y asnos” (I Sam., 15:3). “Dar al anatema” quería decir guerra santa, guerra pedida por Yavé para vengar un agravio. En el Deuteronomio (13:15 al 17) se especifica en qué consiste esa guerra; hay que pasar a filo de espada a todo cuanto viva en la ciudad condenada, “y reuniendo todo su botín en medio de la plaza, quemarás completamente la ciudad con su botín”; además, “que no se te pegue a las manos nada de cuanto fue dado al anatema”, mandato que habría de violar Saúl. No hay que olvidar que Yavé era un dios vengativo, y no hay que olvidar que cuando Moisés conducía a Israel hacia la tierra prometida, tenía por delante a muchos pueblos idólatras que podían contagiar con sus religiones a Israel, y que sólo metiendo en la cabeza de Israel un odio cerrado contra esos pueblos, o forzándolo mediante la guerra de exterminio a no convivir jamás con ellos, podía lograrse el aislamiento y la unidad nacional hebrea que Moisés pretendía. 707

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a David cuando éste era perseguido por el odio <strong>de</strong> Saúl, y <strong>de</strong> su amistad se valdría David<br />

para lograr sus fines. Buen amigo y magnífico guerrero, Jonatán fue también hijo excelente,<br />

y murió junto a su padre en la batalla <strong>de</strong>l Gélboe, luchando contra los filisteos, casi treinta<br />

años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber iniciado él mismo la rebelión <strong>de</strong> Israel con el ataque a la guarnición<br />

enemiga <strong>de</strong> Gueba <strong>de</strong> Benjamín.<br />

Jonatán hizo una incursión al campo filisteo y promovió en sus filas la confusión y el<br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, con lo cual comenzó la <strong>de</strong>rrota filistea y el engrosamiento <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong> Saúl, al<br />

que retornaron los <strong>de</strong>sertores. En poco tiempo Saúl tenía bajo su mando diez mil hombres<br />

y la guerra se generalizó. Como dicen los textos sagrados, “se extendió la lucha por todos<br />

los montes <strong>de</strong> Efraím”.<br />

No es posible saber cuánto tiempo duró esa lucha. Pero dado que se libraba en varios<br />

sitios <strong>de</strong>bió ser fluida y prolongada. Hay constancia <strong>de</strong> que a menudo Israel tomó botín en<br />

los combates, bueyes y ovejas, <strong>de</strong>l cual alimentaba a sus hombres. En medio <strong>de</strong> la guerra,<br />

Saúl, que ya empezaba a embriagarse <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r y a dictar ór<strong>de</strong>nes absurdas, quiso dar muerte<br />

a Jonatán porque éste había comido un poco <strong>de</strong> miel <strong>de</strong> abejas cierto día en que su padre<br />

había prohibido al pueblo comer mientras él no se hubiera vengado <strong>de</strong> sus enemigos. Jonatán<br />

conservó la vida <strong>de</strong>bido a que el pueblo se rebeló contra la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> Saúl, diciendo: “¿Va<br />

a morir Jonatán, el que ha hecho en Israel esta gran liberación? ¡Jamás! Viva Yavé, no caerá<br />

a tierra un solo cabello <strong>de</strong> su cabeza, pues hoy ha obrado con Dios”. Así salvó el pueblo a<br />

Jonatán y no murió. Saúl <strong>de</strong>sistió <strong>de</strong> salir en persecución <strong>de</strong> los filisteos, y éstos llegaron a<br />

su tierra” (I Sam., 14:45,46).<br />

Los filisteos, pues, abandonaron sus conquistas en Israel y “llegaron a su tierra”. Aunque<br />

gracias principalmente a la actividad <strong>de</strong> Jonatán y no a la <strong>de</strong> Saúl, los hebreos reconquistaron<br />

su libertad y Saúl afirmó su posición. Los augurios <strong>de</strong> Samuel no se habían cumplido y sus<br />

reproches no tuvieron mayores consecuencias. La victoria <strong>de</strong> Israel restaba importancia al<br />

inci<strong>de</strong>nte, sobre todo si, como es lógico pensar que ocurrió, el rey Saúl, ocupado en la guerra,<br />

<strong>de</strong>jó la acción religiosa libre <strong>de</strong> sus intromisiones.<br />

Las relaciones entre el sacerdote y el rey volvieron a su estado anterior; y esto se <strong>de</strong>duce<br />

<strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n que en nombre <strong>de</strong> Yavé transmitió Samuel a Saúl <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber llegado a su<br />

fin la guerra contra los filisteos. Según dijo Samuel, Yavé or<strong>de</strong>naba a Saúl tomar venganza <strong>de</strong><br />

Amalec, el pueblo que atacó a Israel cuando éste, bajo la jefatura <strong>de</strong> Moisés, huía <strong>de</strong> Egipto<br />

en busca <strong>de</strong> Canaán. Las palabras <strong>de</strong> Yavé en boca <strong>de</strong> Samuel fueron así: “Ve, pues, ahora,<br />

y castiga a Amalec, y da al anatema cuanto es suyo. No perdones; mata a hombres, mujeres<br />

y niños, aún los <strong>de</strong> pecho; bueyes y ovejas, camellos y asnos” (I Sam., 15:3).<br />

“Dar al anatema” quería <strong>de</strong>cir guerra santa, guerra pedida por Yavé para vengar un<br />

agravio. En el Deuteronomio (13:15 al 17) se especifica en qué consiste esa guerra; hay que<br />

pasar a filo <strong>de</strong> espada a todo cuanto viva en la ciudad con<strong>de</strong>nada, “y reuniendo todo su<br />

botín en medio <strong>de</strong> la plaza, quemarás completamente la ciudad con su botín”; a<strong>de</strong>más,<br />

“que no se te pegue a las manos nada <strong>de</strong> cuanto fue dado al anatema”, mandato que habría<br />

<strong>de</strong> violar Saúl. No hay que olvidar que Yavé era un dios vengativo, y no hay que olvidar<br />

que cuando Moisés conducía a Israel hacia la tierra prometida, tenía por <strong>de</strong>lante a muchos<br />

pueblos idólatras que podían contagiar con sus religiones a Israel, y que sólo metiendo en<br />

la cabeza <strong>de</strong> Israel un odio cerrado contra esos pueblos, o forzándolo mediante la guerra <strong>de</strong><br />

exterminio a no convivir jamás con ellos, podía lograrse el aislamiento y la unidad nacional<br />

hebrea que Moisés pretendía.<br />

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