23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Mi primo Jacinto era para mí un oráculo. No ha habido una <strong>de</strong>voción más profunda<br />

que la <strong>de</strong>voción que yo le había profesado sin la menor interrupción. Ante su manifiesta<br />

aberración, no podía pasar por mi mente, pues, la más leve sospecha <strong>de</strong> <strong>de</strong>stemplanza moral<br />

o cívica. Pero <strong>de</strong> repente me asaltó una suspicacia que hasta ese momento no había logrado<br />

<strong>de</strong>spertar en mí su incomprensible aberración.<br />

—”Accediendo a la imposición <strong>de</strong>l Ministro Russell” –le reflexioné rompiendo un penoso<br />

momento <strong>de</strong> silencio– “no sólo abjuraríamos uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos fundamentales <strong>de</strong><br />

los estados, sino que se correría un riesgo <strong>de</strong>structivo <strong>de</strong>l buen gobierno”.<br />

Esa salida intrigó a mi empecinado interlocutor.<br />

—”¿A qué te refieres?” –interrogó Jacinto en tono <strong>de</strong> incontenida curiosidad.<br />

—”Me refiero, Jacinto” –le explané–, “al riesgo envuelto en el hecho <strong>de</strong> que el Ministro<br />

Americano te dijo que su gobierno no reconocería a Don Fe<strong>de</strong>rico; pero no te dijo a cuál o<br />

cuáles personas le exten<strong>de</strong>ría su reconocimiento”.<br />

—”Sí me lo dijo” –afirmó Jacinto con acento categórico–. “Russell me dijo” –agregó elucidante–<br />

“que el candidato acepto <strong>de</strong>bía medir la estatura moral, intelectual y cívica <strong>de</strong> Don Fe<strong>de</strong>rico”.<br />

Otra incongruencia sospechosa. No hay razón lógica capaz <strong>de</strong> explicar la insensatez<br />

<strong>de</strong> eliminar a un hombre dotado <strong>de</strong> tan eximias condiciones como las que se le reconocían<br />

a Don Fe<strong>de</strong>rico, para revezarlo con otro hombre catalogado en su misma categoría moral,<br />

intelectual y cívica. Pero yo <strong>de</strong>jé pasar, sin aprovecharla, la oportunidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>sacreditar la<br />

absurdidad <strong>de</strong> semejante insensatez. Sólo le interesaban, al obstinado punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> mi<br />

intransigente patriotismo, las razones <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho.<br />

—“Pero el riesgo invocado sigue en pie, Jacinto” —le objeté a pesar <strong>de</strong> ser esta una cuestión<br />

<strong>de</strong> hecho—; “porque el Ministro Russell no ha i<strong>de</strong>ntificado a esas insignes personas por<br />

sus propios nombres. Y en esa omisión, precisamente, radica el temido riesgo”.<br />

—”No ha habido tal omisión, Quiquí” –me contradijo Jacinto amablemente–. “Cuando<br />

se le planteó esa incertidumbre, el Ministro Russell señaló alternativamente, con el índice<br />

<strong>de</strong> su diestra, a Monseñor Nouel y a mí diciendo: como usted o como usted”.<br />

El trasfondo oscuro <strong>de</strong> toda esta enigmática cuestión había quedado esclarecido con tan<br />

ingenua explicación.<br />

Deber cumplido<br />

L’Amour <strong>de</strong> la Patrie est le premier amour. Paul Verlaine.<br />

Tal y como lo habíamos acordado la noche anterior, aquella mañana <strong>de</strong> los comienzos<br />

<strong>de</strong>l año 1917 llegó al Hotel Camagüey Pedro Mann Herrera. Llegaba en busca <strong>de</strong> nosotros<br />

–Augusto Chottin y yo– con el convenido propósito <strong>de</strong> visitar su finca.<br />

Yo le esperaba ya en la puerta <strong>de</strong>l Hotel, evocador recinto que en los tiempos <strong>de</strong> la colonia<br />

las autorida<strong>de</strong>s españolas habían usado como Cuartel <strong>de</strong> Caballería y bajo el régimen <strong>de</strong> la<br />

república cubana fue convertido, con laudable acierto, en hospedaje encantador.<br />

Marín llegó en talante alborozado. Apenas estrechó mi mano en signo <strong>de</strong> salutación <strong>de</strong>jó<br />

transparentar, con la emoción <strong>de</strong> sus palabras, la fuente <strong>de</strong> su visible regocijo.<br />

—”Te traigo la gran noticia” –me dijo marcando sus palabras–: “me han propuesto en<br />

venta el Heraldo <strong>de</strong> Cuba”.<br />

Y en tono consultivo añadió:<br />

—“¿Qué opinas? ¿Lo compro?”.<br />

642

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!