Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas
Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas
COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES Cuando llegué a su presencia estaba afanado en la recopilación de documentos aparentemente extraviados. El momento parecióme impropio para robarle tiempo a sus afanes con una visita que en verdad no había sido previamente concertada. Traté de excusarme, ofreciendo a la vez volver en circunstancias menos envolventes. Pero Sulzer, sujetando mi diestra, me retuvo con inequívoca sinceridad. Durante largo rato le expuse en mi pobre inglés, mis más agudas quejas de la política que el gobierno americano, su gobierno, había implantado en mí país. Sulzer me escucha con benévola paciencia, interpolando a veces inquisiciones pertinentes. No me dio la sensación de ser persona de maneras refinadas. Pero yo bien sé que el refinamiento de maneras sociales no siempre es signo seguro o garantía anímica hidalguía. Sus panegiristas lo han descrito como hombre sencillo, sincero, honesto en sus ideas, naturalmente bondadoso y leal con los demás. Y esas dotes indican existencia de noble índole. —”Si usted está de acuerdo” –me dijo Sulzer después de oír durante largo rato mis censuras a la política del gobierno americano en la República Dominicana– “que a cambio de complacencias incompatibles con la soberanía y los más altos intereses nacionales, respaldaba contra el libre albedrío del pueblo dominicano a gobernantes despóticos –”yo haré se le de a sus conciudadanos la oportunidad de elegir libremente un gobierno representativo de sus aspiraciones de sus ideales”. Sus palabras me decepcionaron. Las sentí como el latigazo de una ofensa; y, sin embargo, me dí cuenta de habían sido proferidas con la mejor intención de su parte. Eran, no más, la expresión de un punto de vista americano. El de la benévola, edificante tutela. Un punto de vista que muchas veces han aprovechado sin el más leve asomo de esencial pudicicia algunos políticos dominicanos, de la América Central y de la zona del Caribe en beneficio sus desaprensivas ambiciones de poder. Yo no buscaba ni hubiera aceptado una solución tutelar. Mi aspiración era que se nos viera y tratara como a una nación hermana; esto es, que se nos dejara –como lo expresó Sulzer en el caso mexicano– ajustar nuestras diferencias sin la intervención de los Estados Unidos ni de otra nación. Por no ofender a quien sabía ajeno a toda ofensiva intención, me concreté a fingir, súbitamente, necesidad de retornar a New York; y, con extrínseca circunspección, propuse aplazar la consideración de ese asunto para otra ocasión. Pero Sulzer se quedó esperándome. No faltaron evidencias ulteriores que me inducen a creer que los términos de mi exposición causaron patética impresión en el ánimo de Sulzer. Poco después, en víspera de visitar la ciudad de New York, él me escribió para decirme que estaba haciendo cuanto le era dable y seguiría haciéndolo en favor de mi “infortunado país” sin omitir esfuerzo. “Rely on me to do my very best” –agregó– mientras finalmente expresaba la esperanza de que nos veríamos la próxima semana. No sé si para la semana siguiente a la fecha de su carta –24 de agosto de 1912– él se dio cuenta de mi esquivez. Pero no me cabe la menor duda de que cuando presentó su candidatura para Gobernador del Estado de New York, no podía dejar de notarla. Él me escribió desde Washington: “I need you madly”; y se quedó esperando la ayuda solicitada. No es fácil entender esa gentil expresión sin adecuada exégesis. En New York había muchos ciudadanos de habla española que no sabían suficiente inglés para entender a los 634
ENRIQUE APOLINAR HENRÍQUEZ | REMINISCENCIAS Y EVOCACIONES oradores de la campaña electoral en esa lengua. Había que hablarles y conquistarnos en su idioma de origen. En esa forma yo había tomado parte en la campaña de Woodrow Wilson. Sulzer lo sabía; y por eso, supongo, me escribió que necesitaba mi ayuda con vehemencia. Pero no le volví a ver. Y creo, no de ahora, que hice mal. William Sulzer fue un prestigio positivo. Era pobre y derrotaba a los poderosos que se le interponían en el camino de su carrera política. Esta vez –noviembre 5 de 1912– también ganó las elecciones; y con ellas la influyente y relevante función de Gobernador del Estado de New York. El 1 de enero de 1913 tomó posesión; pero el diablo, no hay duda, metió la mano. Después de electo le hicieron objeto de una acusación pública que le costó su bien ganado cargo. En octubre 18 de 1913 fue removido. Cosas, realmente, del diablo. Pero Sulzer era un sólido prestigio. El pueblo, su pueblo, lo seguía fanáticamente, creyendo en él, confiando en él. En los Estados Unidos de América los hombres públicos que pasan por análogas pruebas se apagan por el resto de su vida. Esa es la tradición americana. Mas, contra esa formidable tradición, Sulzer resurgió. Días más tarde, en noviembre 4 de ese mismo año 1913, William Sulzer fue elegido miembro de la Asamblea Legislativa de New York. Esta vez no fue como candidato del Partido Demócrata sino del Partido Progresista. El partido no importaba. Era el hombre. Al cabo de más de medio siglo yo evoco la memoria de William Sulzer para rendirle el homenaje de mi recuerdo. Yo nunca olvidaré la tarde aquella en que lo encontré sormigrado, como traza, en una confusa muchedumbre de papeles. Gratitud excepcional No eran aún las nueve de una tétrica noche del año 1915 cuando en la residencia del Dr. Rodolfo Coiscou se presentó, arma al brazo, un sujeto anónimo solicitando entrevistarse con “el señor de la casa”. Por las trazas del desconocido, el mortífero instrumento que portaba y la agitación política que ensombrecía el caldeado ambiente local, la dueña de la casa sospechó que se tramaba algún abuso de poder contra su esposo. Cuando Doña Tallita le preguntó su nombre y el objeto de su visita, el desconocido, agravando las sospechas que inspiraba, eludió identificarse y revelar el motivo de su visita. Doña Tallita, sin mentir, también se mostró elusiva. —”Mi esposo no está en este momento en casa”. Tratando de embozar su timidez en parte, añadió: —”Si usted desea dejarle algún recado, tendré mucho gusto en transmitirle su mensaje”. Aumentando así el amedrentamiento que su misteriosa actitud había suscitado, sin despejar el misterio que envolvía su presencia, el interlocutor indagó: —”¿A qué hora regresará el doctor?”. —”Nunca se sabe” –respondió la interpelada– “a qué hora pueden los médicos llegar a su casa”. Comprendiendo que había creado con su reticencia una atmósfera de desconfianza, el desconocido trató de sosegar las inquietudes que enturbiaban el animo de la señora de la casa: 635
- Page 584 and 585: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 586 and 587: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 588 and 589: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 590 and 591: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 592 and 593: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 594 and 595: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 596 and 597: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 598 and 599: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 600 and 601: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 602 and 603: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 604 and 605: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 606 and 607: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 608 and 609: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 610 and 611: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 612 and 613: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 614 and 615: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 616 and 617: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 618 and 619: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 620 and 621: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 622 and 623: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 624 and 625: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 626 and 627: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 628 and 629: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 630 and 631: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 632 and 633: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 636 and 637: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 638 and 639: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 640 and 641: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 642 and 643: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 644 and 645: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 646 and 647: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 648 and 649: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 650 and 651: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 652 and 653: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 654 and 655: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 656 and 657: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 658 and 659: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 660 and 661: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 662 and 663: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 664 and 665: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 666 and 667: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 668 and 669: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 670 and 671: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 672 and 673: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 674 and 675: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 677: TERCERA SECCIÓN JUAN BOSCH | DAVID
- Page 680 and 681: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 682 and 683: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />
Cuando llegué a su presencia estaba afanado en la recopilación <strong>de</strong> documentos aparentemente<br />
extraviados. El momento parecióme impropio para robarle tiempo a sus afanes<br />
con una visita que en verdad no había sido previamente concertada. Traté <strong>de</strong> excusarme,<br />
ofreciendo a la vez volver en circunstancias menos envolventes. Pero Sulzer, sujetando mi<br />
diestra, me retuvo con inequívoca sinceridad.<br />
Durante largo rato le expuse en mi pobre inglés, mis más agudas quejas <strong>de</strong> la política<br />
que el gobierno americano, su gobierno, había implantado en mí país. Sulzer me escucha con<br />
benévola paciencia, interpolando a veces inquisiciones pertinentes. No me dio la sensación<br />
<strong>de</strong> ser persona <strong>de</strong> maneras refinadas. Pero yo bien sé que el refinamiento <strong>de</strong> maneras sociales<br />
no siempre es signo seguro o garantía anímica hidalguía. Sus panegiristas lo han <strong>de</strong>scrito<br />
como hombre sencillo, sincero, honesto en sus i<strong>de</strong>as, naturalmente bondadoso y leal con los<br />
<strong>de</strong>más. Y esas dotes indican existencia <strong>de</strong> noble índole.<br />
—”Si usted está <strong>de</strong> acuerdo” –me dijo Sulzer <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> oír durante largo rato mis censuras<br />
a la política <strong>de</strong>l gobierno americano en la República Dominicana– “que a cambio <strong>de</strong> complacencias<br />
incompatibles con la soberanía y los más altos intereses nacionales, respaldaba contra<br />
el libre albedrío <strong>de</strong>l pueblo dominicano a gobernantes <strong>de</strong>spóticos –”yo haré se le <strong>de</strong> a sus conciudadanos<br />
la oportunidad <strong>de</strong> elegir libremente un gobierno representativo <strong>de</strong> sus aspiraciones<br />
<strong>de</strong> sus i<strong>de</strong>ales”.<br />
Sus palabras me <strong>de</strong>cepcionaron. Las sentí como el latigazo <strong>de</strong> una ofensa; y, sin embargo,<br />
me dí cuenta <strong>de</strong> habían sido proferidas con la mejor intención <strong>de</strong> su parte. Eran, no más, la<br />
expresión <strong>de</strong> un punto <strong>de</strong> vista americano. El <strong>de</strong> la benévola, edificante tutela. Un punto<br />
<strong>de</strong> vista que muchas veces han aprovechado sin el más leve asomo <strong>de</strong> esencial pudicicia<br />
algunos políticos dominicanos, <strong>de</strong> la América Central y <strong>de</strong> la zona <strong>de</strong>l Caribe en beneficio<br />
sus <strong>de</strong>saprensivas ambiciones <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r.<br />
Yo no buscaba ni hubiera aceptado una solución tutelar. Mi aspiración era que se nos<br />
viera y tratara como a una nación hermana; esto es, que se nos <strong>de</strong>jara –como lo expresó<br />
Sulzer en el caso mexicano– ajustar nuestras diferencias sin la intervención <strong>de</strong> los Estados<br />
Unidos ni <strong>de</strong> otra nación.<br />
Por no ofen<strong>de</strong>r a quien sabía ajeno a toda ofensiva intención, me concreté a fingir, súbitamente,<br />
necesidad <strong>de</strong> retornar a New York; y, con extrínseca circunspección, propuse aplazar<br />
la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> ese asunto para otra ocasión. Pero Sulzer se quedó esperándome.<br />
<br />
No faltaron evi<strong>de</strong>ncias ulteriores que me inducen a creer que los términos <strong>de</strong> mi exposición<br />
causaron patética impresión en el ánimo <strong>de</strong> Sulzer. Poco <strong>de</strong>spués, en víspera <strong>de</strong><br />
visitar la ciudad <strong>de</strong> New York, él me escribió para <strong>de</strong>cirme que estaba haciendo cuanto le<br />
era dable y seguiría haciéndolo en favor <strong>de</strong> mi “infortunado país” sin omitir esfuerzo. “Rely<br />
on me to do my very best” –agregó– mientras finalmente expresaba la esperanza <strong>de</strong> que nos<br />
veríamos la próxima semana.<br />
No sé si para la semana siguiente a la fecha <strong>de</strong> su carta –24 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1912– él se dio<br />
cuenta <strong>de</strong> mi esquivez. Pero no me cabe la menor duda <strong>de</strong> que cuando presentó su candidatura<br />
para Gobernador <strong>de</strong>l Estado <strong>de</strong> New York, no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> notarla. Él me escribió<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> Washington: “I need you madly”; y se quedó esperando la ayuda solicitada.<br />
No es fácil enten<strong>de</strong>r esa gentil expresión sin a<strong>de</strong>cuada exégesis. En New York había<br />
muchos ciudadanos <strong>de</strong> habla española que no sabían suficiente inglés para enten<strong>de</strong>r a los<br />
634