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23.04.2013 Views

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES de que ambos gobiernos, a su vez, cotejaran, estudiaran y adoptaran las decisiones que a su juicio resultaran pertinentes en vista de tales levantamientos1 . Manteniendo en toda su vigilancia la reserva implicativa de que el trazado de la línea fronteriza debía partir de la desembocadura del río Pedernales –causa del antedicho rompimiento– el Presidente Heureaux profesó, con más malicia que sinceridad, su vocación a “llegar de una vez para siempre a la solución amigable del asunto” 2 . La recóndita disposición del ánimo del presidente era, sin llegar a ninguna solución definitiva, mantener viva en los haitianos la expectativa de una solución. Bajo la influencia de los expuestos predicamentos se acordó celebrar próximamente, “en uno de los puntos del litoral del Norte de Haití”, una entrevista con el Presidente de esta contérmina república, T. Augustin Simon-Sam, en la esperanza de que en el curso de la misma, las partes lograran “ponerse definitivamente de acuerdo” sobre el asunto debatido3 . El Presidente de la República Dominicana, Ulises Heureaux, de una parte; y de la otra parte el Presidente de la República de Haití, Augustin Simon-Sam, se reunieron en el Môle St. Nicolas –acompañados de sus respectivos séquito– a las 8 horas de la mañana del día 28 de mayo de 1899. A la cabeza de cada uno de estos séquitos figuraban los respectivos Ministros de Relaciones Exteriores de la República Dominicana y de la República de Haití, Enrique Henríquez y Víctor Brutus. Los negociadores se dividieron en dos alas, ocupando un lado los dominicanos y los haitianos el otro lado. A medida que la discusión de los puntos en disidencia se desarrollaba, la intransigencia de Henríquez y Víctor en la sustentación de sus opuestos puntos de vista iba enardeciendo el ánimo irritado de los antagónicos cancilleres. Representando la ficción de su comedia a la medida del fin perseguido, el Presidente Heureaux le echaba leña al fuego sin proferir palabra. Cuando Víctor Brutus formulaba alguna afirmación favorable a la ambiciosa tesis de los haitianos, Heureaux hacía con la cabeza signo aprobatorio. Lo notó su Canciller, y, a la par de sentirse desamparado por quien debía robustecerlo, resintió la supuesta actitud condesciente del gobernante dominicano, quien, por esa misma postura, le parecía un delegado haitiano antes que el superior representante del interés dominicano. La frecuente reiteración de la expresiva aunque tácita aprobación del Presidente Heureaux a los pronunciamientos haitianos, le hizo perder los estribos al Canciller dominicano; y en rapto de remontada indignación agredió de palabra a su colega haitiano, quien respondió a la ofensa con altivo reto a dirimir su agravio en el campo del honor, desafío que fue aceptado con igual altivez por el excandecido funcionario diplomático del gobierno dominicano. Interviniendo entonces con designio apaciguante, Heureaux logró con su habitual ponderación calmar los ánimos excandecidos. Por lo menos, a la vista de las extrínsecas apariencias. 1 Peña Batlle, ibid, 351-52. 2 Ibid, 350. 3 Francisco Henríquez y Carvajal, Ministro de Relaciones Exteriores, Exposición Presentada al Consejo de Gobierno el 3 de enero de 1900. Peña Batlle, opus cit., 352. 588

ENRIQUE APOLINAR HENRÍQUEZ | REMINISCENCIAS Y EVOCACIONES Silenciosos hicieron el regreso, al navío de guerra que en la bahía les servía de hospedaje, el Presidente y su Ministro. —”Presidente” –exclamó el Canciller al pisar la cubierta del armado crucero–, “le anticipo desde ahora que me reservo sus avenencias en el Consejo de Gobierno” 1 . ¿Avenencias? El Canciller no había captado la simulación del Presidente. Su objetivo no era en realidad obtemperar con la ambición de los haitianos sino evitar toda posibilidad de que, deslumbrados por la ilusión de granjear las suspiradas ventajas territoriales, fueran inmunes a toda tentación americana que les ganara a los agentes del gobierno de los Estados Unidos la anuencia necesaria para introducir a través de la frontera la revolución proyectada con el fin de derrocar a Heureaux; al mismo desafecto dictador que durante toda una década había venido defraudando, a veces con franca negativa y otra con subterfugios o sofismas maliciosos, el pretendido arrendamiento de la Bahía de Samaná. Para que esa comedia cobrara visos de patética realidad, era indispensable que el Canciller ignorase la simulación, Heureaux estaba seguro de la reacción de su Ministro; y confiado en los efectos de esa reacción esperaba producir el resultado por él preconcebido. Tal y como aconteció. Al Presidente Heureaux, por tanto, no le mortificó la rebeldía de su Ministro. Pero desaprobó la indiscreción. A pocos pasos de distancia conversaban Fabio Fiallo y Armando Pellerano Castro, quienes oyendo el desahogo del Ministro Henríquez podían enterarse de lo que era impropio que supieran. La reconvención de Heureaux fue comedida y elocuente. Le echó el brazo a su Ministro, lo atrajo hasta él y junto al oído le dijo en voz baja: —”Ministro, esas cosas se hacen, pero no se dicen” 2 . Emiliano Tejera, el insigne dominicano a quien Heureaux había investido de los poderes del caso para representar el interés dominicano ante su Santidad el Papa León XIII, anteriormente designado árbitro por las partes litigantes en todo lo atinente a la solución del problema fronterizo, no estaba muy seguro –debido a sus escatimosas maniobras– de la integridad patriótica del Presidente Heureaux. A causa de esa desconfianza del tirano, Tejera se había incapacitado para interpretar en su exacto sentido, de recónditas intenciones, las maliciosas tácticas del Presidente Heureaux. Al retornar el Presidente del muelle Saint Nicolás, se presento Don Emiliano en Palacio. Heureaux lo recibió a temprana hora de la mañana en el despacho del Ministro de Relaciones Exteriores, y esas circunstancia le permitió al Oficial Mayor de ese ministerio enterarse, a discreta distancia, de la conversación sostenida por ambos personajes. Don Emiliano se quejaba, insistentemente, de que no se le hubiese familiarizado previamente con los pormenorizados objetivos de la entrevista realizada en el Môle St. Nicolas ni consultado su opinión acerca de tan delicado asunto. Heureaux escuchó con su habitual paciencia y cortés atención el largo y quejumbroso discurso de Don Emiliano; y, finalmente, le dijo con tajante y verídica explicación: —”Don Emiliano, yo no puedo valerme de usted para engañar a los haitianos. Eso tengo que hacerlo yo”. 1 Versión de Enrique Henríquez. 2 Versión de Armando Pellerano Castro, Oficial Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores. 589

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

<strong>de</strong> que ambos gobiernos, a su vez, cotejaran, estudiaran y adoptaran las <strong>de</strong>cisiones que a su<br />

juicio resultaran pertinentes en vista <strong>de</strong> tales levantamientos1 .<br />

Manteniendo en toda su vigilancia la reserva implicativa <strong>de</strong> que el trazado <strong>de</strong> la línea<br />

fronteriza <strong>de</strong>bía partir <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sembocadura <strong>de</strong>l río Pe<strong>de</strong>rnales –causa <strong>de</strong>l antedicho rompimiento–<br />

el Presi<strong>de</strong>nte Heureaux profesó, con más malicia que sinceridad, su vocación a<br />

“llegar <strong>de</strong> una vez para siempre a la solución amigable <strong>de</strong>l asunto” 2 . La recóndita disposición<br />

<strong>de</strong>l ánimo <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte era, sin llegar a ninguna solución <strong>de</strong>finitiva, mantener viva en los<br />

haitianos la expectativa <strong>de</strong> una solución.<br />

Bajo la influencia <strong>de</strong> los expuestos predicamentos se acordó celebrar próximamente, “en<br />

uno <strong>de</strong> los puntos <strong>de</strong>l litoral <strong>de</strong>l Norte <strong>de</strong> Haití”, una entrevista con el Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> esta<br />

contérmina república, T. Augustin Simon-Sam, en la esperanza <strong>de</strong> que en el curso <strong>de</strong> la misma,<br />

las partes lograran “ponerse <strong>de</strong>finitivamente <strong>de</strong> acuerdo” sobre el asunto <strong>de</strong>batido3 .<br />

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El Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la República Dominicana, Ulises Heureaux, <strong>de</strong> una parte; y <strong>de</strong> la otra<br />

parte el Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la República <strong>de</strong> Haití, Augustin Simon-Sam, se reunieron en el Môle<br />

St. Nicolas –acompañados <strong>de</strong> sus respectivos séquito– a las 8 horas <strong>de</strong> la mañana <strong>de</strong>l día 28<br />

<strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1899.<br />

A la cabeza <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> estos séquitos figuraban los respectivos Ministros <strong>de</strong> Relaciones<br />

Exteriores <strong>de</strong> la República Dominicana y <strong>de</strong> la República <strong>de</strong> Haití, Enrique Henríquez y<br />

Víctor Brutus. Los negociadores se dividieron en dos alas, ocupando un lado los dominicanos<br />

y los haitianos el otro lado.<br />

A medida que la discusión <strong>de</strong> los puntos en disi<strong>de</strong>ncia se <strong>de</strong>sarrollaba, la intransigencia<br />

<strong>de</strong> Henríquez y Víctor en la sustentación <strong>de</strong> sus opuestos puntos <strong>de</strong> vista iba<br />

enar<strong>de</strong>ciendo el ánimo irritado <strong>de</strong> los antagónicos cancilleres. Representando la ficción<br />

<strong>de</strong> su comedia a la medida <strong>de</strong>l fin perseguido, el Presi<strong>de</strong>nte Heureaux le echaba leña al<br />

fuego sin proferir palabra. Cuando Víctor Brutus formulaba alguna afirmación favorable<br />

a la ambiciosa tesis <strong>de</strong> los haitianos, Heureaux hacía con la cabeza signo aprobatorio.<br />

Lo notó su Canciller, y, a la par <strong>de</strong> sentirse <strong>de</strong>samparado por quien <strong>de</strong>bía robustecerlo,<br />

resintió la supuesta actitud con<strong>de</strong>sciente <strong>de</strong>l gobernante dominicano, quien, por esa<br />

misma postura, le parecía un <strong>de</strong>legado haitiano antes que el superior representante <strong>de</strong>l<br />

interés dominicano.<br />

La frecuente reiteración <strong>de</strong> la expresiva aunque tácita aprobación <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte Heureaux<br />

a los pronunciamientos haitianos, le hizo per<strong>de</strong>r los estribos al Canciller dominicano; y en<br />

rapto <strong>de</strong> remontada indignación agredió <strong>de</strong> palabra a su colega haitiano, quien respondió a<br />

la ofensa con altivo reto a dirimir su agravio en el campo <strong>de</strong>l honor, <strong>de</strong>safío que fue aceptado<br />

con igual altivez por el excan<strong>de</strong>cido funcionario diplomático <strong>de</strong>l gobierno dominicano.<br />

Interviniendo entonces con <strong>de</strong>signio apaciguante, Heureaux logró con su habitual pon<strong>de</strong>ración<br />

calmar los ánimos excan<strong>de</strong>cidos. Por lo menos, a la vista <strong>de</strong> las extrínsecas apariencias.<br />

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1 Peña Batlle, ibid, 351-52.<br />

2 Ibid, 350.<br />

3 Francisco Henríquez y Carvajal, Ministro <strong>de</strong> Relaciones Exteriores, Exposición Presentada al Consejo <strong>de</strong> Gobierno<br />

el 3 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1900. Peña Batlle, opus cit., 352.<br />

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