23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

HERIBERTO PIETER | AUTOBIOGRAFÍA<br />

no volver a dicho cuartel, sino observar, en casa, el curso <strong>de</strong> los acontecimientos. Cuando<br />

amainó un poco la refriega me aventuré a ver personalmente lo que estaba sucediendo<br />

allí. Vestido <strong>de</strong> paisano, yo estaba resuelto a no volver. En los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> esa Fortaleza,<br />

tropecé con un viejo Coronel <strong>de</strong> apellido Peguero. Me reconoció i me llevó preso a aquella<br />

fortificación. Allí pu<strong>de</strong> lamentar la violación i <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> una vieja caja <strong>de</strong> hierro en<br />

don<strong>de</strong> yo guardaba parte <strong>de</strong> las raciones <strong>de</strong> ese día i <strong>de</strong> varios textos, los más valiosos, que<br />

me sirvieron para estudiar materias <strong>de</strong>l bachillerato. Los prisioneros que estaban encarcelados<br />

en la Torre <strong>de</strong>l Homenaje, políticos y no políticos, hicieron gran pillaje durante las<br />

sangrientas asonadas que allí se empeñaron.<br />

El Capitán Manuel (Lico) Pérez Sosa, el mejor <strong>de</strong> los pocos amigos que tuve durante<br />

mis sufrimientos en ese cuartel, quien pasó semanas preso, con grillos, en una mazmorra,<br />

se enteró <strong>de</strong> mi forzado regreso a ese viejo cuartel. Supo que otros jefes tenían la intención<br />

<strong>de</strong> castigarme como <strong>de</strong>sertor. Como Lico Pérez salió vencedor, aquellos accedieron a que<br />

yo lo acompañara en la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la Puerta <strong>de</strong> El Con<strong>de</strong>. El Jefe <strong>de</strong> ese puesto era el Doctor<br />

Dionisio Frías, acreditado <strong>de</strong>ntista puertoplateño, graduado en Fila<strong>de</strong>lfia i <strong>de</strong>cidido caudillo<br />

político, <strong>de</strong>fensor <strong>de</strong>l triunfante partido “Jimenista”. En la noche <strong>de</strong>l 12 <strong>de</strong> abril, Viernes<br />

Santo, arreció la pelea. Los Horacistas, sitiadores, atacaron por todas partes. Tuve miedo <strong>de</strong><br />

per<strong>de</strong>r la vida. De nuevo sostuve mi <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> no usar armas para herir ni matar a nadie. Mi<br />

finalidad <strong>de</strong> estudiar medicina, es <strong>de</strong>cir, hacer vivir i no matar. Pasada la media noche aceché<br />

que hubiera alguna calma en don<strong>de</strong> yo estaba con mi fusil. Al notar mi postura, el Dr. Frías<br />

i el Jral. Lico Pérez permitieron yo pusiese a un lado armas i pertrechos i que aprovechara<br />

una <strong>de</strong> las pausas en aquella lid <strong>de</strong> modo que yo pudiera abandonarla sin peligro. Vertí lágrimas<br />

<strong>de</strong> regocijo i les manifesté mi honda gratitud. Al notar que nadie, en una pana<strong>de</strong>ría<br />

ubicada al lado <strong>de</strong> ese Fuerte, se había percatado <strong>de</strong> mi escape, abrí la puerta <strong>de</strong>l patio i<br />

me escurrí por las calles Palo Hincado, Santo Tomás, El Estudio, hasta llegar cerca <strong>de</strong> Santa<br />

Bárbara, a la casa <strong>de</strong>l noble viejo, amigo <strong>de</strong> mi familia, Mónico Ramos, frente al Solar <strong>de</strong> la<br />

Piedra, un lugar poco conocido aun por los habitantes <strong>de</strong> esta ciudad. Yo <strong>de</strong>scubrí aquel<br />

rincón. Nadie quiso ocuparse <strong>de</strong> llevar allí curiosos nacionales i a otros <strong>de</strong>l extranjero. Fue<br />

en el año 1971 cuando llevé allí a mi chauffer. Nadie más quiso entrar en esa cueva habitada<br />

por jente pobre, pero bien conocida.<br />

Me escurrí en aquella casa ruinosa. Era ya madrugada. Allí me dieron alojamiento.<br />

Mi pobre abuelita también fue a refujiarse en esa mansión. Días <strong>de</strong>spués, cuando la tropa<br />

asaltante fue <strong>de</strong>rrotada, la ciudad alcanzó alguna calma. Definitivamente yo había resuelto<br />

no volver jamás a La Fuerza. Decidí escaparme a Haití o a cualquier otro país. Utilicé el servicio<br />

<strong>de</strong> un joven, empleado en el taller <strong>de</strong> la fragua <strong>de</strong> Ramos, para mandar recado a mis<br />

excelentes amigos Félix Pérez i Domingo Zabetta. Vinieron enseguida. Tanto éstos, como mi<br />

madre i otros <strong>de</strong> mis familiares, atribulados, creyeron que yo había muerto peleando en la<br />

Puerta <strong>de</strong> El Con<strong>de</strong>. Oyeron mi resolución <strong>de</strong> <strong>de</strong>sertar. Mis recursos monetarios eran nulos.<br />

Mi abuelita fue a su casa, en la Fajina, para traerme ropa i libros.<br />

Al final <strong>de</strong> esa tar<strong>de</strong> tenía en mis manos algunos <strong>de</strong> los textos que yo había utilizado en<br />

mis estudios para el bachillerato.<br />

Envié a Pérez, junto con Zabetta, a la Casa <strong>de</strong> Empeños <strong>de</strong> Alejandro Ibarra. Allí pignoraron<br />

parte <strong>de</strong> esos libros i me llevaron la escasa moneda que produjo ese urjente negocio.<br />

Al otro día me consiguieron pasaporte i boleto <strong>de</strong> viaje <strong>de</strong> tercera categoría (no los había <strong>de</strong><br />

peor clase) para ir a Haití bajo el falso nombre <strong>de</strong> Antoine Pierre. Esa misma tar<strong>de</strong> bajé por<br />

57

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!