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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

inventados con el fin <strong>de</strong> <strong>de</strong>sorientar a los celosos papás. Terminada la misa, los madrugadores<br />

se diseminaban por grupos y asaltaban algunas <strong>de</strong> las familias amigas, don<strong>de</strong> eran<br />

obsequiados con el obligado jengibre, café, pan con mantequilla, casabe y galletas.<br />

La diversión <strong>de</strong> la noche se podía consi<strong>de</strong>rar como la más emocionante y típica <strong>de</strong> las<br />

pascuas sanjuaneras. Durante el novenario todas las noches grupos rivales se disputaban<br />

la posesión <strong>de</strong> varias pailas que podían ser <strong>de</strong> sancocho o arroz con pollo. Turnándose, a<br />

cada grupo le tocaba ofrecer la cena; pero como no tenía gracia comérsela tranquilamente, se<br />

i<strong>de</strong>ó una fórmula movida <strong>de</strong> hacerlo: <strong>de</strong>bía ser robada. Para efectuar los robos se inventaron<br />

toda clase <strong>de</strong> trucos que ponían a prueba la inventiva <strong>de</strong> los comensales. También los <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>fensiva tenían que tomar toda clase <strong>de</strong> precauciones para impedir el hurto y darle interés<br />

y emoción al juego. Entre los ardi<strong>de</strong>s utilizados recuerdo este. Una noche el Lic. Mesa, que<br />

formaba parte <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los grupos, se apersonó a la casa don<strong>de</strong> se preparaba el sancocho.<br />

Había una vigilancia estricta y redoblada sobre la cocina. Después <strong>de</strong> charlar un poco y hacer<br />

chistes, fingió <strong>de</strong> una manera tan real un cólico, que la concurrencia se consternó y mientras<br />

unos corrían en busca <strong>de</strong>l médico y otros le prodigaban sus personales atenciones, el Doctor<br />

Cabral, Carmito Ramírez y el resto <strong>de</strong> compañeros que vigilaban ocultos por los alre<strong>de</strong>dores<br />

esperando el resultado <strong>de</strong>l truco, se llevaron las pailas abandonadas en la confusión que creó<br />

el fingido cólico <strong>de</strong>l Lic. Mesa, quien, ante el azoramiento <strong>de</strong> todos, se incorporó y huyó,<br />

riendo a carcajadas, tan luego como creyó asegurado el éxito <strong>de</strong> su comedia. Fue el más<br />

ingenioso y emocionante <strong>de</strong> todos los robos.<br />

La Noche Buena generalmente era forzoso celebrarla a puerta cerrada. Una fuerte brisa<br />

helada barría las calles, haciendo imposible caminarlas y mantener abiertas las puertas.<br />

Todo el valiente que se atrevía a cruzar las calles lo hacía corriendo un maratón. Las noches<br />

eran epilogadas por intensa bruma que duraba hasta muy entrado el día. Dentro <strong>de</strong>l<br />

hogar, con los amigos invitados, se servía la cena: pavo relleno, puerco asado, sancocho<br />

o arroz con pollo, rociados con los licores y bebidas preferidas por cada comensal. Era<br />

una oportunidad para las familias <strong>de</strong>mostrar su gentileza, educación y esplendi<strong>de</strong>z. Con<br />

la misa <strong>de</strong> medianoche, Misa <strong>de</strong>l Gallo, virtualmente quedaba terminada la temporada<br />

pascual.<br />

Las charcas <strong>de</strong> María Nova<br />

Muchas personas que me creen bien enterado <strong>de</strong> las cosas <strong>de</strong> mi tierra, me han cuestionado<br />

sobre el nombre que lleva una <strong>de</strong> las secciones <strong>de</strong> San Juan: me refiero a Las Charcas<br />

<strong>de</strong> María Nova.<br />

Mi tío Rosendo Prevost, que murió nonagenario y que hasta el fin <strong>de</strong> sus días mantuvo<br />

incólume la memoria, me refirió muchas veces el origen <strong>de</strong> ese nombre. Mi tío era buen<br />

conocedor <strong>de</strong> todas las tradiciones <strong>de</strong> la familia, <strong>de</strong>bido a su cultura, bastante buena para<br />

su época.<br />

La familia De los Santos guardó, hasta muy entrado el siglo pasado, el empaque <strong>de</strong> su<br />

señorío español. Blancos sonrosados, pelo castaño tirando a rubio, buen tamaño, constitución<br />

fuerte, eran muy apegados a su raza y para conservarla tenían muy estrictas reglas: todo<br />

miembro <strong>de</strong> la familia que se uniera a una persona <strong>de</strong> color perdía el apellido. Todavía en<br />

Punta Caña, a pesar <strong>de</strong>l tiempo terco, como diría el divino Rubén, se encuentran ejemplares<br />

puros.<br />

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