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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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El viernes por la mañana el paso <strong>de</strong> la Cruz, otra ceremonia imponente y grave. A los<br />

pies <strong>de</strong>l Presbiterio se extendía una alfombra. La cabecera <strong>de</strong> ella la ocupaba el canónigo<br />

Pina con la imagen <strong>de</strong>l Crucificado y un platillo puesto en posición conveniente. El paso<br />

<strong>de</strong> la Cruz lo iniciaba el sacerdote. Luego el <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> notabilida<strong>de</strong>s: las autorida<strong>de</strong>s, Juan<br />

Jaques, Rubí Ramírez, etc., cada uno haciendo la ofrenda <strong>de</strong> una onza <strong>de</strong> oro. Tras <strong>de</strong> éstos<br />

los menos favorecidos <strong>de</strong> la suerte que ofrendaban valores <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sus posibilida<strong>de</strong>s<br />

económicas. Por la tar<strong>de</strong> el sermón y la procesión <strong>de</strong>l Santo Sepulcro, siempre atestado <strong>de</strong><br />

gente. Los sermones <strong>de</strong>l Padre Pina eran un acontecimiento social por el brillo <strong>de</strong> su oratoria<br />

y la belleza <strong>de</strong> su inspiración.<br />

Unas veces pelotones <strong>de</strong> la Guardia Republicana y otras una guardia formada por<br />

jóvenes <strong>de</strong> la sociedad que <strong>de</strong>senterraban viejos uniformes para lucir, orondos y tiesos,<br />

arrestos militares, tomaban parte en los actos <strong>de</strong> la semana, dándole la marcialidad acostumbrada.<br />

Don Arquíme<strong>de</strong>s Paulino, mi viejo maestro, gozaba lo in<strong>de</strong>cible mandando<br />

esta guardia.<br />

El sábado amanecía con un cariz menos cargado <strong>de</strong> tristeza. La muchachada hacía corro<br />

en el parque, frente a la Iglesia, en espera <strong>de</strong> que el bronce <strong>de</strong> las campanas repicara Gloria.<br />

Campanas <strong>de</strong> mi pueblo cuyo metálico sonido tantas veces han <strong>de</strong>spertado en mi corazón<br />

involuntaria melancolía. De los lugares más apartados <strong>de</strong> la común afluían, como bandadas<br />

<strong>de</strong> palomas al palomar, gran cantidad <strong>de</strong> campesinos a la ceremonia <strong>de</strong> ese día, para ellos<br />

<strong>de</strong> gala y fiesta, luciendo vestidos y trajes <strong>de</strong> abigarrados colores, muchos <strong>de</strong> estrafalaria<br />

confección que daban oportunidad para burlas y chistes <strong>de</strong> los espectadores.<br />

Mientras se esperaba el anhelado repique, en el parque había expectación. Grupos diseminados<br />

animaban la mañana. Pendiente <strong>de</strong> un palo alto oscilaba judas o a horcajadas<br />

sobre un asno. Para la muchachada, que no le importaba la historia ni el simbolismo <strong>de</strong>l<br />

sacrificio, Judas era el personaje principal y su fusilamiento un motivo <strong>de</strong> diversión. Al<br />

sonido <strong>de</strong> los primeros campanazos la guardia, ya en atención, ejecutaba al prisionero. La<br />

algarabía que se armaba era <strong>de</strong>scomunal. Los grupos <strong>de</strong> muchachos se abalanzaban sobre<br />

Judas y entre carreras, trompadas y risas lo <strong>de</strong>strozaban. Por la noche bailes <strong>de</strong> sociedad<br />

y populares. En cada esquina <strong>de</strong> los suburbios repicaba caliente el balsié, invitando a la<br />

alegría y la diversión.<br />

Con la procesión <strong>de</strong>l Domingo <strong>de</strong> Resurrección, a las 5 A. M., quedaba terminada la<br />

Semana Santa.<br />

Las fiestas pascuales<br />

E. O. GARRIDO PUELLO | NARRACIONES Y TRADICIONES<br />

Todos los pueblos tienen sus tradiciones peculiares para la celebración <strong>de</strong> las fiestas<br />

pascuales. Son tristes o alegres, según la cultura haya formado el alma popular.<br />

En el San Juan <strong>de</strong> a principios <strong>de</strong> siglo las fiestas comenzaban con el novenario <strong>de</strong> las<br />

misas matutinas que tenían lugar con la aurora y que el público las nominaba misitas <strong>de</strong><br />

madrugada. Como el invierno en San Juan es bastante fuerte, estas misitas eran un pretexto<br />

para el uso <strong>de</strong> abrigos y bufandas, que daban a las personas un aspecto cómico. También<br />

propiciaban el encuentro <strong>de</strong> novios y enamorados.<br />

La reserva <strong>de</strong> los hogares dificultaba a la juventud el intercambio <strong>de</strong> relaciones entre sexos<br />

opuestos, que se movían, asfixiados por la costumbre, entre vigilancia y rostros adustos. Las<br />

misitas con frecuencia brindaban esa anhelada relación, basada en ingeniosos ardi<strong>de</strong>s<br />

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