Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

banreservas.com.do
from banreservas.com.do More from this publisher
23.04.2013 Views

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES II Era costumbre del Sur convertir la Semana Santa en semana de juegos de azar. Se jugaba en los clubes, en la casas de familia, en todas partes con la aquiescencia y complicidad de las autoridades que consideraban la costumbre como cosa natural. En la casa de soltero de nuestro médico también se jugaba. A la sombra de su prestigio político se cobijaban todos los ases de la época: Solito, Baú, Ventana, Rondón, etc. Cada uno de estos sujetos tenía a cuestas un cementerio. Asesinos, borrachos, fanfarrones y jugadores pasaban la vida holgazaneando por garitos y prostíbulos o carabina al hombro detrás de la divisa roja de Báez. Turbios de conciencia y turbios de alma: eso eran estos sujetos. El doctor dictó un canon para tener acceso a los juegos de su casa: despojarse de las armas a la entrada. Tantos maleantes de la peor calaña reunidos parecían necesitar una disciplina y se les impuso prohibiéndoles el porte de sus chismes de matar. Precaución inútil. Berrinchosos, bregones e insolentes mantenían el juego en constante amenaza de guerra. Por cualquier insignificancia la bravuconería se les iba a la cabeza; pero no pasaba de un escándalo entre cofrades. El doctor, privado del sueño por las continuas llamadas para interponer su influencia y sentenciar salomónicamente sobre jugadas dudosas, resolvió para calmar la excitación de los ánimos, que en las noches subsiguientes los jugadores conservaran sus armas. Si alguien creyó que esta medida disciplinaria podía armar un rosario de la aurora, se llevó la peor de las desilusiones. Desde la noche que se tomó esa providencia, el doctor pudo dormir tranquilo. Tantos fieros leones reunidos en una misma jaula, optaron por mirarse con recelo y desconfianza; pero en actitud pacífica: cada uno respetaba las garras y los dientes del otro, olvidados de su truculenta tradición. El general Ampallé A dos kilómetros de la población de San Juan de la Maguana tuvo su hogar un conocido personaje de nuestras contiendas civiles. Se llamaba Victoriano Alcántara; pero más bien se le conocía por el apodo de Ampallé. De origen esclavo, tenía una posición independiente creada con su trabajo y ayudada eficazmente por los cargos políticos que había desempeñado en distintos gobiernos. Fue hombre de confianza de Lilís. Siendo jefe de Fronteras protagonizó varios curiosos episodios. Los jefes de Fronteras de esos tiempos eran señores de horca y cuchillo, que hacían y disponían como mejor les viniera en gana en su jurisdicción, amparados por la distancia, las dificultades de comunicación y la resignada conformidad de los pobladores. Los gobiernos tácitamente aprobaban todos los desafueros que cometían sus autoridades y amigos, en la creencia de que se obraba según convenía a la política del momento. Esa ligereza en la manera de obrar y pensar de los dirigentes fue la causa primordial del vía-crucis que atravesó el país durante varios decenios de su vida independiente. La jefatura de Fronteras tenía como asiento el antiguo y desafortunado poblado de Bánica. Un día se presentó ante el General Ampallé el Pedáneo de Guayabal con un haitiano amarrado, acusado del robo de cerdos. El General ordenó el fusilamiento. Dos días después volvió nuevamente el mismo Pedáneo con otro haitiano amarrado y rectificando su información anterior: el verdadero ladrón de los cerdos era el prisionero presente. El General Ampallé oyó sin inmutarse la nueva in formación y ordenó el fusilamiento del prisionero. Su comentario sobre el particular fue: 532

E. O. GARRIDO PUELLO | NARRACIONES Y TRADICIONES —Caney, (expresión muy usual del General) el otro alguna debía. Un secretario del general me contó muchas veces esta otra anécdota. Regresado de sus posesiones de Joca puso en manos de dicho Secretario varias notas contentivas de la cantidad de cerdos de su pertenencia para ser sumadas. El Secretario ordenó las notas y comenzó la suma. Ocho y siete quince y me llevo uno. Nueve y ocho, diecisiete, más cinco, veintidós y me llevo dos. Cuando el General consideró que el Secretario se había llevado bastantes cerdos, le dijo humorísticamente: —Mariano, caney, suspende la cuentecita, pues te estás quedando con todos mis cerdos. Aludía en son de crítica a la forma de sumar de su secretario. Ampallé, Jefe de Fronteras, se había apropiado del predio de Joca, de la común de Bánica, por compra de una parte que hiciera a la Iglesia. Este predio está ubicado entre montañas, al norte del poblado y lo riegan los ríos del mismo nombre y Artibonito. Con la apropiación llegaron las prohibiciones: montear, sabanear y pescar. Un repentista, haciendo burla de las prohibiciones, escribió unas humorísticas décimas cuyo pie, con la estampa de Ampallé, se hicieron muy populares, aunque le costaron el abandono del lugar. Las partes que de ellas se conservan dicen así: El lunes por la mañana mandaron de Mirabalé del río Artibonito un Morón con una A y una V. Dizque va a hacer un corral en medio del Artibonito para estampar el pejecito que le queda sin herrar. Hasta a los pejes del mar les pegará una barreta sólo falta una liceta que se salió del chinchorro. ¿Dónde está la plata y oro de la Santa Madre Iglesia? A un triste alumbrador porque pescó un camarón lo metió en la prisión y lo hizo fusilar, y con Bánica quiere acabar Misericordia Señor. Los hijos de siña Andrea fueron una noche a alumbrar y mataron una guabina con una V y una A. 533

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

II<br />

Era costumbre <strong>de</strong>l Sur convertir la Semana Santa en semana <strong>de</strong> juegos <strong>de</strong> azar. Se jugaba<br />

en los clubes, en la casas <strong>de</strong> familia, en todas partes con la aquiescencia y complicidad <strong>de</strong><br />

las autorida<strong>de</strong>s que consi<strong>de</strong>raban la costumbre como cosa natural. En la casa <strong>de</strong> soltero <strong>de</strong><br />

nuestro médico también se jugaba. A la sombra <strong>de</strong> su prestigio político se cobijaban todos los<br />

ases <strong>de</strong> la época: Solito, Baú, Ventana, Rondón, etc. Cada uno <strong>de</strong> estos sujetos tenía a cuestas<br />

un cementerio. Asesinos, borrachos, fanfarrones y jugadores pasaban la vida holgazaneando<br />

por garitos y prostíbulos o carabina al hombro <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la divisa roja <strong>de</strong> Báez. Turbios <strong>de</strong><br />

conciencia y turbios <strong>de</strong> alma: eso eran estos sujetos.<br />

El doctor dictó un canon para tener acceso a los juegos <strong>de</strong> su casa: <strong>de</strong>spojarse <strong>de</strong> las<br />

armas a la entrada. Tantos maleantes <strong>de</strong> la peor calaña reunidos parecían necesitar una<br />

disciplina y se les impuso prohibiéndoles el porte <strong>de</strong> sus chismes <strong>de</strong> matar. Precaución inútil.<br />

Berrinchosos, bregones e insolentes mantenían el juego en constante amenaza <strong>de</strong> guerra. Por<br />

cualquier insignificancia la bravuconería se les iba a la cabeza; pero no pasaba <strong>de</strong> un escándalo<br />

entre cofra<strong>de</strong>s. El doctor, privado <strong>de</strong>l sueño por las continuas llamadas para interponer su<br />

influencia y sentenciar salomónicamente sobre jugadas dudosas, resolvió para calmar la<br />

excitación <strong>de</strong> los ánimos, que en las noches subsiguientes los jugadores conservaran sus<br />

armas. Si alguien creyó que esta medida disciplinaria podía armar un rosario <strong>de</strong> la aurora,<br />

se llevó la peor <strong>de</strong> las <strong>de</strong>silusiones. Des<strong>de</strong> la noche que se tomó esa provi<strong>de</strong>ncia, el doctor<br />

pudo dormir tranquilo. Tantos fieros leones reunidos en una misma jaula, optaron por<br />

mirarse con recelo y <strong>de</strong>sconfianza; pero en actitud pacífica: cada uno respetaba las garras y<br />

los dientes <strong>de</strong>l otro, olvidados <strong>de</strong> su truculenta tradición.<br />

El general Ampallé<br />

A dos kilómetros <strong>de</strong> la población <strong>de</strong> San Juan <strong>de</strong> la Maguana tuvo su hogar un conocido<br />

personaje <strong>de</strong> nuestras contiendas civiles. Se llamaba Victoriano Alcántara; pero<br />

más bien se le conocía por el apodo <strong>de</strong> Ampallé. De origen esclavo, tenía una posición<br />

in<strong>de</strong>pendiente creada con su trabajo y ayudada eficazmente por los cargos políticos que<br />

había <strong>de</strong>sempeñado en distintos gobiernos. Fue hombre <strong>de</strong> confianza <strong>de</strong> Lilís. Siendo jefe<br />

<strong>de</strong> Fronteras protagonizó varios curiosos episodios. Los jefes <strong>de</strong> Fronteras <strong>de</strong> esos tiempos<br />

eran señores <strong>de</strong> horca y cuchillo, que hacían y disponían como mejor les viniera en<br />

gana en su jurisdicción, amparados por la distancia, las dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> comunicación y<br />

la resignada conformidad <strong>de</strong> los pobladores. Los gobiernos tácitamente aprobaban todos<br />

los <strong>de</strong>safueros que cometían sus autorida<strong>de</strong>s y amigos, en la creencia <strong>de</strong> que se obraba<br />

según convenía a la política <strong>de</strong>l momento. Esa ligereza en la manera <strong>de</strong> obrar y pensar <strong>de</strong><br />

los dirigentes fue la causa primordial <strong>de</strong>l vía-crucis que atravesó el país durante varios<br />

<strong>de</strong>cenios <strong>de</strong> su vida in<strong>de</strong>pendiente.<br />

La jefatura <strong>de</strong> Fronteras tenía como asiento el antiguo y <strong>de</strong>safortunado poblado <strong>de</strong> Bánica.<br />

Un día se presentó ante el General Ampallé el Pedáneo <strong>de</strong> Guayabal con un haitiano<br />

amarrado, acusado <strong>de</strong>l robo <strong>de</strong> cerdos. El General or<strong>de</strong>nó el fusilamiento. Dos días <strong>de</strong>spués<br />

volvió nuevamente el mismo Pedáneo con otro haitiano amarrado y rectificando su información<br />

anterior: el verda<strong>de</strong>ro ladrón <strong>de</strong> los cerdos era el prisionero presente.<br />

El General Ampallé oyó sin inmutarse la nueva in formación y or<strong>de</strong>nó el fusilamiento<br />

<strong>de</strong>l prisionero. Su comentario sobre el particular fue:<br />

532

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!