Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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23.04.2013 Views

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES que era un dominicano, cuyas costumbres son tan distintas a la de sus paisanos y lo amenazó con hacer del caso un conflicto diplomático si inmediatamente el Sr. Gómez no era puesto en libertad y se le daban satisfacciones bien explícitas y corteses. El Oficial, amoscado, aceptó la imposición, libertó el preso y le dio todas las satisfacciones exigidas. El Cónsul aconsejó querella contra el Oficial y petición de indemnización; pero Gómez, sofocado de ira, expresó que su único deseo era no recordar que había en el mapa del mundo un país llamado Haití. Y yo creo que cumplió su deseo. Para entender este episodio de la vida haitiana, es indispensable haber estudiado y conocido este miserable país. Haití, poblado por esclavos africanos, tiene las costumbres heredadas de sus mayores. Para un haitiano cinco centavos es una fortuna. No es sociable ni obsequioso. Come y bebe solo. Mentalidad cerrada a todo trato social, no puede comprender la psicología del dominicano: hidalgo, generoso, desprendido y muchas veces derrochador. Sobre todo si es rico y gozador de la vida. Los desbarata fiestas Para la época en que fue designado el General Ramírez Jefe Comunal de la común de San Juan de la Maguana, allá por los años 1890 y tantos, había en el poblado, entonces muy humilde, dos bochinchosos amigos que habían tomado como diversión semanal desbaratar a tiros todos los bailes que se celebraban en las afueras del perímetro urbano. Respondían por los nombres de Calleno y Julián Castillejo. El procedimiento que usaban, de por sí sencillo, consistía en promover recíprocas discusiones, poco después de bailar algunas piezas, resultando uno de los dos siempre abofeteado. De los golpes a los tiros era un paso. Se armaba un pelotero descomunal: gritos, desbandada, el salón como si hubiera sido conmovido por un terremoto y luego un silencio de tumba abandonada. En medio del silencio las carcajadas de los fanfarrones, que una vez más, armados de cínico humor y precario valor, hacían un trágico chiste a costa de un público pacífico y sencillo. El General Ramírez, que no era hombre para aceptar bravatas, a la primera que armaron después de asumir el mando los hizo presos. Preparó una canoa de agua de sal y limón con el aditamento de dos garrotes. Los trajo a su presencia en el patio de la jefatura y presentándoles las armas elegidas, les dijo: —Hace tiempo que entre Uds. dos hay una pelea casada. La imprudencia de la gente no deja que Uds. se quiten las ganas de pelear. Aquí tienen estos garrotes para el jaleo. Yo seré el árbitro. Los bochinchosos, que no eran ningunos valientes, trataron de eludir el pleito; pero el General Ramírez les advirtió que si no peleaban voluntariamente los obligaría por la fuerza. Ante esa amenaza no les quedó otra alternativa que el combate; pero quisieron salirse con las suyas simulando sus acostumbradas diversiones. Aquí el General intervino y observó que debía correr la colorada. El pleito, que empezó flojo, se animó. Llovieron los garrotazos y la sangre no se hizo esperar. Cuando el General Ramírez consideró suficiente el castigo, los hizo separar y bañar en el agua de sal y limón ya preparada de ex profeso. Al ponerlos en libertad, les dijo con mucha sorna: —Supongo que la pelea de hoy los habrá dejado sin voluntad de repetirla; pero si todavía les sobra deseo, vuelvan que yo les arreglaré el espectáculo. 530

Chancleta acusadora En las postrimerías del siglo pasado se desató un huracán de robos sobre el pueblo de San Juan de la Maguana. Las autoridades carecían de recursos adecuados para perseguir y castigar los delitos, razón por la cual la mayoría de las veces estos quedaban impunes. Había poca garantía social, salvo la que cada uno se pudiera dar, según sus medios. Por esa época se hizo cargo de la Jefatura Comunal el General W. Ramírez, hombre astuto y de inteligencia natural. Pocos días después de iniciadas sus gestiones, se realizó un robo. Al serle denunciado el hecho, envió a investigar a su ayudante, quien regresó al poco rato con una chancleta como único y probable indicio del autor. El General Ramírez hizo venir a su presencia a Pedrito Suazo y presentándole el objeto acusador, le dijo: —Vea esta chancleta y trate de recordar a quién se la vendió. Pedrito Suazo, que parecía ser el único chancletero del pueblo, después de examinarla, contestó: —Se la vendí a José Amarillo. Poco rato después José Amarillo estaba en la cárcel purgando su delito. Con esa prisión se acabaron los robos y volvió la tranquilidad a la sociedad sanjuanera. ¡Para qué fue liviana! E. O. GARRIDO PUELLO | NARRACIONES Y TRADICIONES El calor reverberaba. Protegido por grandes árboles, la galería era el acogedor oasis de la casa. Amodorrado por el bochorno de la hora, dormitaba en ella, arrellanado en un cómodo sofá, un respetable caballero. Una indiscreta vecina le interrumpe su siesta para chismografiar con esta información: —Doctor, el novio se casa con otra. ¿Es que no le interesa la burla que le hacen a su hija? Aunque natural, es su hija. Parecidas insinuaciones intranquilizaban con frecuencia a nuestro hombre. Médico, influyente en política, temperamento flemático y vengativo, progenitor de varias familias, ponía oídos sordos a toda investigación sobre sus futuras actuaciones referente a este enojoso asunto con estas exasperantes palabras: —¡Para qué fue liviana! Pasaron algunos días en expectante espera. El público, que como en todos los pueblos, es entrometido y pendenciero, se divierte comentando la insensibilidad del padre, salpicando su chismografía de toda clase de conjeturas. La noche del matrimonio el doctor se coloca en sitio estratégico y cuando éste pasa rumbo al Oficialato Civil se incorpora al acompañamiento. En la Oficina del Oficialato Civil ocupa una ventana. Nadie entiende ni comprende esa actitud. Se murmura y se le critica despiadadamente. Empieza la ceremonia con la lectura de los documentos. Cuando el Oficial Civil dice: —¿Hay algún impedimento por el cual no pueda celebrarse este matrimonio? De la ventana suena una voz calmosa y serena, acusadora y vengativa, que informa conocer uno. El Oficial Civil interroga: —¿Cuál? La misma voz, siempre tranquila y grave, responde: —El joven contrayente tiene encinta a la señorita Fulana de Tal. Hay revuelo de estupor en la concurrencia. Nerviosidad. Lamentos. Lágrimas. Un hombre a la cárcel y el cambio de novia epilogan la comedia. 531

Chancleta acusadora<br />

En las postrimerías <strong>de</strong>l siglo pasado se <strong>de</strong>sató un huracán <strong>de</strong> robos sobre el pueblo <strong>de</strong><br />

San Juan <strong>de</strong> la Maguana. Las autorida<strong>de</strong>s carecían <strong>de</strong> recursos a<strong>de</strong>cuados para perseguir y<br />

castigar los <strong>de</strong>litos, razón por la cual la mayoría <strong>de</strong> las veces estos quedaban impunes.<br />

Había poca garantía social, salvo la que cada uno se pudiera dar, según sus medios. Por<br />

esa época se hizo cargo <strong>de</strong> la Jefatura Comunal el General W. Ramírez, hombre astuto y <strong>de</strong><br />

inteligencia natural. Pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> iniciadas sus gestiones, se realizó un robo. Al<br />

serle <strong>de</strong>nunciado el hecho, envió a investigar a su ayudante, quien regresó al poco rato con<br />

una chancleta como único y probable indicio <strong>de</strong>l autor. El General Ramírez hizo venir a su<br />

presencia a Pedrito Suazo y presentándole el objeto acusador, le dijo:<br />

—Vea esta chancleta y trate <strong>de</strong> recordar a quién se la vendió.<br />

Pedrito Suazo, que parecía ser el único chancletero <strong>de</strong>l pueblo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> examinarla,<br />

contestó:<br />

—Se la vendí a José Amarillo.<br />

Poco rato <strong>de</strong>spués José Amarillo estaba en la cárcel purgando su <strong>de</strong>lito. Con esa prisión<br />

se acabaron los robos y volvió la tranquilidad a la sociedad sanjuanera.<br />

¡Para qué fue liviana!<br />

E. O. GARRIDO PUELLO | NARRACIONES Y TRADICIONES<br />

El calor reverberaba. Protegido por gran<strong>de</strong>s árboles, la galería era el acogedor oasis<br />

<strong>de</strong> la casa. Amodorrado por el bochorno <strong>de</strong> la hora, dormitaba en ella, arrellanado en un<br />

cómodo sofá, un respetable caballero. Una indiscreta vecina le interrumpe su siesta para<br />

chismografiar con esta información:<br />

—Doctor, el novio se casa con otra. ¿Es que no le interesa la burla que le hacen a su hija?<br />

Aunque natural, es su hija.<br />

Parecidas insinuaciones intranquilizaban con frecuencia a nuestro hombre. Médico,<br />

influyente en política, temperamento flemático y vengativo, progenitor <strong>de</strong> varias familias,<br />

ponía oídos sordos a toda investigación sobre sus futuras actuaciones referente a este enojoso<br />

asunto con estas exasperantes palabras:<br />

—¡Para qué fue liviana!<br />

Pasaron algunos días en expectante espera. El público, que como en todos los pueblos, es<br />

entrometido y pen<strong>de</strong>nciero, se divierte comentando la insensibilidad <strong>de</strong>l padre, salpicando<br />

su chismografía <strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> conjeturas. La noche <strong>de</strong>l matrimonio el doctor se coloca en<br />

sitio estratégico y cuando éste pasa rumbo al Oficialato Civil se incorpora al acompañamiento.<br />

En la Oficina <strong>de</strong>l Oficialato Civil ocupa una ventana. Nadie entien<strong>de</strong> ni compren<strong>de</strong> esa<br />

actitud. Se murmura y se le critica <strong>de</strong>spiadadamente. Empieza la ceremonia con la lectura<br />

<strong>de</strong> los documentos. Cuando el Oficial Civil dice:<br />

—¿Hay algún impedimento por el cual no pueda celebrarse este matrimonio?<br />

De la ventana suena una voz calmosa y serena, acusadora y vengativa, que informa<br />

conocer uno. El Oficial Civil interroga:<br />

—¿Cuál?<br />

La misma voz, siempre tranquila y grave, respon<strong>de</strong>:<br />

—El joven contrayente tiene encinta a la señorita Fulana <strong>de</strong> Tal.<br />

Hay revuelo <strong>de</strong> estupor en la concurrencia. Nerviosidad. Lamentos. Lágrimas. Un hombre<br />

a la cárcel y el cambio <strong>de</strong> novia epilogan la comedia.<br />

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