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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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En otra ocasión caminaban por los predios <strong>de</strong> Simón Suero dos jóvenes <strong>de</strong>l pueblo. Uno<br />

era hijo <strong>de</strong> un compadre muy querido <strong>de</strong> Simón, a quien éste <strong>de</strong>bía favores y distinciones.<br />

Como lloviera tempestuosamente y no pudieran regresar ese mismo día, buscaron cobijo<br />

en su rancho. A la hora <strong>de</strong> la cena, no obstante ser época <strong>de</strong> recogida y estar el soberado<br />

cargado <strong>de</strong> quesos, a la mesa sólo sirvieron ahuyamas salcochadas. Simón, haciendo los<br />

honores, invitó a sus huéspe<strong>de</strong>s en la siguiente forma, muy cortés:<br />

—Jóvenes, mi cena es pobre, pero ofrecida <strong>de</strong> muy buena voluntad. Los invito a comer<br />

auñima con auñima.<br />

A esta gentil invitación respondió el hijo <strong>de</strong>l compadre, como más ladino:<br />

—Vale Simón, teniendo Ud. un soberado lleno <strong>de</strong> quesos, nosotros no comemos ahuyama<br />

vacía. Favor <strong>de</strong> bajarse uno.<br />

Simón Suero puso cara <strong>de</strong> disgusto; pero a la conminatoria petición accedió con gentileza.<br />

No era cosa tan importante como para <strong>de</strong>sairar al hijo <strong>de</strong> su compadre. Un poco <strong>de</strong> queso<br />

no menoscabaría su hacienda. El ladino, al ver un sabroso queso <strong>de</strong> 20 libras sobre la mesa,<br />

le dijo al compañero por lo bajo, con mucha sorna:<br />

—Hagamos rabiar al viejo comiéndonos todo el queso, aunque nos haga daño.<br />

Hay otra anécdota que pinta su tacañería. Cruzando por una casa amiga, rumbo a la<br />

cabecera <strong>de</strong> Provincia, la señora, suponiendo que <strong>de</strong>bía regresar con gas, como era costumbre<br />

<strong>de</strong> todos los viajeros pudientes, siendo ese combustible el alumbrado usado en los hogares<br />

<strong>de</strong> la época, le dice:<br />

—Don Simón, haga favor <strong>de</strong> traerme una lata <strong>de</strong> gas junto con la suya –y le da dos pesos<br />

para cubrir el valor <strong>de</strong>l encargo.<br />

Algunos días <strong>de</strong>spués, cumpliendo la recomendación, Simón Suero entrega la lata <strong>de</strong><br />

gas pedida. Al observar la señora que sólo había una, le interroga, curiosa:<br />

—Don Simón, ¿y la suya?<br />

A cuya interrogación el interpelado contesta muy sonreído:<br />

—El gas es vanidad <strong>de</strong> los pobres.<br />

Simón Suero, rico gana<strong>de</strong>ro, se alumbraba con cuaba igual que cualquier campesino<br />

pobretón.<br />

Simón Suero, luchador valiente que fue en nuestras guerras emancipadoras, resulta un cantero<br />

<strong>de</strong> sabrosas anécdotas. Murió muy anciano, <strong>de</strong>jando una fortuna perdida en las entrañas<br />

<strong>de</strong> la tierra. Según los viejos <strong>de</strong> aquella época, <strong>de</strong>bía pasar <strong>de</strong> $200,000.00 en oro acuñado. La<br />

verdad es que todos los años vendía <strong>de</strong> 400 a 500 cabezas <strong>de</strong> ganado o quizás más y que nadie<br />

sabía lo que se hacía ese dinero. En los años siguientes a su fallecimiento, hubo una frenética<br />

búsqueda <strong>de</strong> esa fortuna: a 40 kilómetros a la redonda <strong>de</strong>l rancho, no se quedó sitio sospechoso<br />

que no fuera hoyado y afanosamente registrado, siempre con resultados negativos.<br />

Como esta fortuna, hay muchas perdidas en las pampas sanjuaneras: la tradición habla<br />

<strong>de</strong> la fortuna <strong>de</strong> la familia Santos, la más rica <strong>de</strong>l Sur, la <strong>de</strong> los Roa, Moreta, etc. La tierra las<br />

guarda, avara, y muchos sueñan con espíritus benignos que, como en los cuentos <strong>de</strong> nuestros<br />

abuelos, le brin<strong>de</strong>n la oportunidad <strong>de</strong> sacar el entierro.<br />

Ñango es un macuto viejo<br />

E. O. GARRIDO PUELLO | NARRACIONES Y TRADICIONES<br />

Mi amigo Luis, espíritu curioso y calmo, mordaz y zorruno, figuraba entre los jóvenes<br />

adscritos a la revolución <strong>de</strong> 1912 y años subsiguientes. También otro joven <strong>de</strong> nombre Carlos<br />

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